CIUDAD DE MÉXICO.- Luego de casi seis años de incertidumbre, el Centro SCOP finalmente será atendido en un nuevo proyecto cultural. Si bien especialistas y vecinos aplauden la decisión de preservar los murales —realizados por los artistas Juan O’Gorman, José Chávez Morado, Guillermo Monroy, José Gordillo, Arturo Estrada Hernández, Jorge Best Berganzo, Luis García Robledo y Rosendo Soto—, la propuesta inicial, la falta de consulta a especialistas y la poca transparencia en torno al proyecto despierta críticas, inquietudes y dudas entre los interesados.
El 11 de febrero, el grupo civil En defensa del Centro SCOP presentó a los medios de comunicación el proyecto del parque cultural Centro SCOP, el mismo que se les dio a conocer un día antes por la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL) y la Secretaría de Infraestructura Comunicaciones y Transporte (SICT).
En esa conferencia, organizada por vecinos, se anunció que en el complejo se contempla tener un auditorio, salones para talleres, gimnasio y restaurantes. De acuerdo con una propuesta inicial sobre cómo rescatar los murales, se plantea que dos edificios sean demolidos y que los murales se reacomoden alrededor de un espejo de agua. También se informó que hay interés en este proyecto por parte de presidencia. Incluso se comentó que autoridades del INBAL y SICT reconocieron “tener prisa” para que la obra se concluya antes de que acabe el sexenio, por lo que debe quedar para junio de 2024.
Partiendo de la información conocida, especialistas cuestionan y critican aspectos del proyecto, como un esquema que ilustra cómo sería parte de la restauración y remoción de murales.
Elsa Arroyo, especialista en restauración e investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, señala un problema en ese planteamiento: En los esquemas se considera que todos los murales tienen la estructura de un panel removible; sin embargo, no todos fueron colocados de esa forma.
La especialista explica que después del terremoto de 1985, algunos murales fueron remplazados con réplicas, que se colocaron a modo de panel. Sin embargo, los murales que sobrevivieron a este terremoto, es decir, los originales, tienen un sistema de anclaje de concreto y varilla.
“Siento que no se ha documentado bien el proceso de anclaje de los paneles que hoy están in situ, que son los de 1953. Parece que están tomando el sistema de los murales de la réplica y no el sistema original. Viendo las imágenes, parece que parten de un malentendido del (sistema de anclaje) original. Parece que se pueden quitar los paneles de manera aislada, pero eso no es cierto”, declara Arroyo, quien también es miembro del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.
Al preguntar qué procedimiento a seguir sugiere para la restauración de los murales, Arroyo explica que los murales que se conservan in situ —pues en 2018 fueron retiradas las réplicas— tienen deterioro y sales, por lo que habría primero que estabilizar las piezas, para después poderlas desprender “con todo y el muro” y luego reubicarlas.
“Imagínate el tiempo que es trabajar estelas de mosaicos. Es un trabajo al que se le debe dar el tiempo necesario para hacerlo en las mejores condiciones y garantizar que se está preservando su valor”, señala Arroyo.
Por su parte, a Luisa Noelle, especialista en arquitectura de México del siglo XX, demoler edificios del Centro Scop no le parece la mejor opción, pues separar los murales es ir en contra de la integración plástica: “Esos murales están hechos ahí con ese sentido y para esos edificios”.
Agrega que habría que revisar el nuevo dictamen de los edificios —documento que tampoco se ha hecho público— para justificar la demolición, pues de lo contrario se podrían conservar al menos como “un cascarón”.
“Creo que hay un respeto a la arquitectura y a los artistas que trabajaron en conjunto y no vamos a decir ‘hay que salvar a unos y a otros no’”, dice Noelle.
La propuesta también contempla hacer movimiento entre los murales. Al respecto, la investigadora Noelle afirma: “Los murales no son para jugar con ellos como si fueran un lego. Es como si a la Biblioteca Central le quitáramos los murales. Si el edificio no se puede usar al interior por razones de seguridad, pues hay que dejar el edificio como una especie de cascarón para respetar esa relación mural-edificio”.
Falta de transparencia
El proyecto de recuperación también despierta críticas porque el anuncio no fue comunicado por las autoridades, y por la falta de información alrededor, como los costos de la obra, la proveniencia de los recursos, el autor del proyecto arquitectónico, los especialistas a quienes se consultaron sobre el manejo de los murales y la empresa constructora que participará.
Esa falta de información también causó inquietud entre especialistas como Elsa Arroyo, quien forma parte del Seminario del Centro SCOP, un grupo de académicos de la UNAM que ha hecho investigaciones en pro de la recuperación del conjunto.
Este mismo grupo compartió un pronunciamiento poco después de que se anunciara el proyecto, en el que se pidió a las autoridades “que den a conocer todos los aspectos estéticos, históricos, técnicos y ejecutivos de la nueva propuesta con la finalidad de proceder a un análisis especializado de los mismos”.
“Nos gustaría que hubiera una posibilidad de dialogar. (...) Creo que toda conservación implica un ordenamiento, quizás una actualización simbólica sí, pero se tiene que hacer, siendo un monumento público, pues en público y tomando en cuenta los argumentos especializados”, agrega Renato González Mello, también investigador del IIE.