Gotas de esperanza

Libertad

Cada vez es más común que las personas entremos en un modo mental de saturación, miedo, ansiedad e incluso depresión que nos da la falsa idea de que esos modos mentales nos limitan y controlan.

Incluso cuando las personas hablan del estrés lo incorporan como si fuera un ente que los posee y que no pueden sacudirse, a lo más pueden distraerse pero no liberarse de él. Esto da una sensación de impotencia tal que va mermando la correcta autoestima espiritual, la cual nos recuerda la cualidad de libertad intrínseca de nuestra mente.

La práctica de la meditación es la herramienta que por más de cinco mil años ha sido incorporada para llevar una vida saludable y plena.

Desde la sabiduría de los Vedas en la India hasta los nuevos programas de neurociencia contemplativa, la meditación nos brinda la posibilidad de despertar a esa libertad intrínseca más allá de toda dependencia mental, emocional, ideológica o religiosa.

Por lo tanto, el fin de la meditación es despertar a esa libertad al notar la verdadera realidad de las cosas, las cuales se encuentran bajo tres marcas: impermanencia, dolor y ausencia de entidad independiente.

Para ello hay distintas técnicas, escuelas, maestr@s y tradiciones las cuales se van adecuando al modo mental de la persona. Lo más importante para saber elegir la práctica meditativa idónea para uno mismo, es aquellas que nos brinde la sensación de libertad y, por lo tanto, nos movemos con un nivel de desapego saludable que nos invita a ser más abiertos, bondadosos y compasivos.

Si notamos que nuestra práctica alimenta nuestro orgullo, el sentido de ser especiales o superiores a los demás, o que refirma el victimismo y la culpa, la recomendación es buscar otra técnica o maestr@ ya que si la medicina de liberación se ve contaminada con el ego, puede convertirse en un veneno mental muy poderoso.

En la sabiduría oriental se cuenta el siguiente relato parareflexionar:

Angustiado, el discípulo acudió a su instructor espiritual y le preguntó:

--¿Cómo puedo liberarme, maestro?

El instructor contestó:

--Amigo mío, ¿y quién te ata?