La ilustradora y muralista potosina Janín Garcín ha construido una trayectoria en la que el arte trasciende lo estético para convertirse en un puente con la comunidad. Diseñadora gráfica de formación, muralista e ilustradora en gran formato por convicción, y tallerista por necesidad, se define como una creadora multidisciplinaria que encontró en el dibujo y en el muralismo una forma de expresión, diálogo y resistencia.
Su primer acercamiento al arte ocurrió en su infancia, cuando el dibujo fue refugio frente a la timidez. Más tarde, en el barrio de San Miguelito, descubrió el grafiti como una forma de apropiarse del espacio urbano. “Antes de conocer un museo, conocí los muros de mi colonia”, recuerda. Esa experiencia detonó su interés en la pintura en gran formato y en el papel del cuerpo en la acción de pintar, donde el aerosol se volvió una extensión de su propia energía.
EL MURAL COMO UN ACTO COLECTIVO
Para Garcín, el mural dejó de ser un gesto individual para convertirse en un espacio compartido. Su práctica contrasta el trabajo introspectivo en el estudio con la dinámica comunitaria de la calle, donde los muros se transforman en propiedad simbólica de los vecinos. En sus proyectos, suele organizar talleres y diálogos previos con los habitantes, quienes aportan ideas y elementos al boceto. Ese proceso, asegura, no solo fortalece el sentido de pertenencia, sino que garantiza que los muros sean cuidados y preservados.
La muralista reconoce también la tensión que existe en San Luis Potosí respecto al grafiti y el muralismo. Mientras el primero continúa siendo criminalizado, el segundo ha sido absorbido por gobiernos y empresas como recurso estético o publicitario. Garcín sostiene que ambas expresiones son legítimas y que el reto está en abrir espacios de diálogo y respeto mutuo.
METODOLOGÍA Y TEMÁTICAS
Su proceso creativo parte de la observación e investigación del entorno. No impone bocetos prediseñados, sino que se involucra con la comunidad para decidir qué se pintará. Ejemplo de ello fue su experiencia en Brasil, donde, al pintar en una universidad, recogió testimonios y símbolos locales para representar la violencia de género que enfrentaban las estudiantes.
Esa misma lógica aplica en otros proyectos. En el Festival de Grafiti y Muralismo en Ciudad de México, por ejemplo, decidió dedicar su obra al genocidio en Gaza, convencida de que el muralismo también debe acompañar causas sociales. Para ella, el espacio público es una herramienta para visibilizar luchas y generar reflexión colectiva.
GRÁFICA DE CONCIENCIA
Y ACCIÓN COLECTIVA
Uno de sus proyectos más recientes es Mestizxs, gráfica de conciencia y acción colectiva, nacido durante la pandemia a partir de su experiencia rescatando perros en situación de calle. México, recuerda, ocupa el primer lugar en maltrato animal, y esa problemática la llevó a desarrollar un proyecto artístico que une murales, talleres y un futuro libro ilustrado para niñas y niños.
El objetivo es visibilizar el abandono y maltrato animal, generar conciencia en comunidades periféricas y reconocer el papel de las mujeres cuidadoras en estos procesos. “Es una manera de acompañar estas luchas desde lo que sé hacer: pintar”, afirma.
El ARTE URBANO
Más allá de la técnica, Garcín subraya que el muralismo contemporáneo tiene un papel social que lo diferencia del movimiento encabezado por Rivera y Orozco. Mientras aquellos murales estaban confinados a instituciones gubernamentales o espacios privados, hoy los muros en la calle son visibles para cualquier persona. Esa apertura democratiza el arte y lo convierte en una herramienta de resistencia frente a problemáticas urgentes como la violencia, las desapariciones forzadas y la desigualdad de género.
Aunque ha pintado en distintos países, su compromiso con San Luis Potosí se mantiene firme. Sueña con realizar un mural monumental en la ciudad, convencida de que el arte urbano no solo embellece, sino que contribuye a repensar la vida colectiva. “Siempre he querido quedarme aquí, en mi lugar, con mi gente”, dice, reafirmando la importancia de sus raíces.