El colectivo Sad Girls conformado por mujeres artistas, reimagina el arte como una herramienta de transformación y visibilización social. Desde sus inicios, este colectivo ha trabajado para descentralizar la cultura y abrir espacios para que las voces de las periferias sean escuchadas y comprendidas.
Monse Escudero, Melissa Salazar, Fernanda Ávalos, Sayuri Álvarez, Gema López, Xitlali Minsart, Lucila Tinajero y Yolanda Arvizu exploran las disciplinas gráficas, instalación y el arte objeto, recursos que las unieron en Casa Canera que es un espacio cultural y se posicionó como un puente entre esta comunidad y el mundo artístico, desafiando las dinámicas excluyentes de la institucionalidad cultural.
EL ORIGEN DE UNA COLECTIVIDAD CON PROPÓSITO
El colectivo artístico nace de un grupo de mujeres inspiradas por el maestro Homi, cuya pedagogía fomentaba el aprendizaje colectivo y la autoexploración artística. Este vínculo inicial evolucionó en un proyecto donde las historias y vivencias de las mujeres periféricas son el eje central. “La periferia no es solo un lugar físico, es un espacio simbólico donde se vive la exclusión, pero también donde nace la creatividad más honesta”, comentó una de las integrantes durante la entrevista.
Sad Girls es un referente de resistencia, encapsulando la lucha diaria de sus integrantes por encontrar un espacio para expresarse en un sistema que muchas veces las ignora.
REFLEJAR LAS VIVENCIAS DE ESTAS COMUNIDADES
Un punto clave en la misión del colectivo es descentralizar el arte en San Luis Potosí, donde la mayoría de los espacios culturales están concentrados en el centro de la ciudad. “La gente de las periferias no siempre tiene acceso al arte porque está lejos, porque trabaja todo el día, porque no hay transporte adecuado. Queremos llevar el arte a esas personas y que esas personas también sean parte de la creación artística”, afirmaron.
Su enfoque no se limita a exponer en espacios periféricos; también buscan construir una narrativa que refleje las vivencias de estas comunidades. Sus proyectos, como talleres de bordado y exposiciones temáticas, no solo involucran a artistas, sino también a los habitantes de estos lugares, quienes aportan sus propias historias y experiencias.
PERSPECTIVAS CRÍTICAS Y DESAFÍOS INSTITUCIONALES
Sad Girls también enfrenta retos importantes al interactuar con las instituciones culturales. Según las integrantes, fechas como el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, son utilizadas por los museos para proyectar discursos superficiales que no siempre reflejan el espíritu de las obras presentadas. “El arte no debe ser una herramienta de marketing institucional, sino un espacio de reflexión profunda y transformación social”, enfatizaron.
EL PROCESO CREATIVO: ENTRE LO PERSONAL Y LO COLECTIVO
Su proceso creativo es profundamente personal, pero se enriquece con el diálogo colectivo. Cada obra surge de experiencias individuales, pero al ser compartida en el colectivo, adquiere una dimensión más amplia. “La creatividad no nace de la nada, nace de lo que vivimos día a día, de lo que sentimos, de lo que observamos.
Y cuando compartimos eso con otras, el arte se convierte en algo mucho más poderoso”, explicaron.
UN FUTURO DE ACCIÓN
Y TRANSFORMACIÓN
El futuro de este grupo está enfocado en seguir tejiendo redes entre artistas y comunidades, fortaleciendo su propuesta de descentralización y visibilización. “No buscamos reconocimiento individual, queremos que la colectividad sea el motor del cambio. Queremos que más mujeres de la periferia encuentren en el arte una forma de resistir, de expresarse y de transformar su realidad”, concluyeron.
En un país donde las desigualdades sociales atraviesan cada aspecto de la vida, Casa Canera representa una esperanza tangible de que el arte puede ser más que una expresión estética: puede ser una herramienta de resistencia, conexión y cambio. La periferia, usualmente invisibilizada, encuentra en este colectivo una voz que la pone al centro del diálogo artístico y social.