CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Análisis de granos de tierra de diferentes volcanes convertidos en dibujos circulares. Volcanes vistos por exploradores, paisajistas, muralistas, o con un toque de surrealismo. Láminas imaginadas por la inteligencia artificial o exploraciones de paisajes urbanos creados sobre rocas volcánicas.
Este verano, una exposición en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, titulada "Eje neovolcánico: aproximaciones artísticas al paisaje ígneo", está dedicada a los volcanes que atraviesan el país, un fenómeno natural tan destructor como atractivo que ha inspirado a artistas de todas las disciplinas y de distintos continentes. Puede visitarse hasta octubre.
Si las erupciones del Vesubio (Italia) fascinaron al gran paisajista inglés William Turner y la del Krakatoa (Indonesia) de 1883 parece que pudo influir en los colores del cielo de "El grito" —el cuadro más famoso del noruego Edvard Munch—, en México lo más inspirador fue el surgimiento de nuevos volcanes en los siglos XVIII y XX y los perfiles emblemáticos y llenos de leyenda del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, que cualquiera que llega en avión a la capital un día despejado puede divisar mirando hacia el este.
Entre las piezas más antiguas de la muestra están ilustraciones del volcán Jorullo, que nació en 1759 y fue dibujado décadas después por el naturalista alemán Alexander von Humboldt. Entre las más modernas, láminas del colectivo "Interspecifics" elaboradas mediante un programa de inteligencia artificial que "imagina" cómo sería un volcán nuevo ahora, explicó Paulina Ascencio, una de las curadoras.
Hay muchas obras del pintor mexicano Gerardo Murillo, más conocido como Dr. Atl, quien representó volcanes mexicanos de todas las formas posibles y se obsesionó con el Paricutín, el primer volcán cuyo nacimiento en 1943 fue totalmente documentado por la ciencia moderna.
Alt lo visitó durante varios años con el convencimiento de que si el paisaje se pintaba "con la sensación palpitante de lo que se vio, arrojándola entera sobre la superficie de la tela o del muro, la obra vibrará". El público decidirá si lo consiguió.
La exposición combina distintas generaciones de artistas y tiene aproximaciones muy diferentes a los volcanes, desde las tenebrosas a las llenas de simbolismo, como las obras de la francesa Alice Rahon que reflexiona sobre lo que no se ve.
Cuenta con paisajes decimonónicos de José María Velasco, con obras de los grandes maestros del siglo XX como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros y con piezas de artistas contemporáneos.
Una secuencia de pequeños cuadros de Marcos Castro, por ejemplo, parece entablar diálogo con la obra en la que este joven artista se basó, una pintura del muralista Jorge González Camarena. Ambas invitan al público a imaginar la explosión del volcán Xitle hace 1.700 años en el sur de Ciudad de México.
Ahí quedó el pedregal volcánico que Diego Rivera consideró en 1935 el sitio ideal para erigir la ciudad del futuro y donde se levantó décadas después la actual Ciudad Universitaria y el residencial Jardines del Pedregal, un proyecto arquitectónico en el que participo Luis Barragan, el único mexicano en ganar un premio Pritzker.
La exposición, ideada por Ascencio y Daniel Garza, se inauguró en junio justo después de que el Popocatépetl incrementa su actividad temporalmente, lo que elevó la curiosidad del público, dijo la investigadora. Además este año se cumplió el 80 aniversario del nacimiento del Paricutín y pueden observarse fotografías de los vulcanólogos que vigilaron la erupción.
No faltan guiños a la ciencia que muestran que estas montañas son más que lava y roca.
"¿Son volcanes vistos desde arriba?", preguntaba un día reciente una niña a su madre frente a seis círculos en distintos tonos tierra. La madre no supo responder. Un letrero al lado decía que eran cromatografías convertidas en arte por Marianna Dellekamp, es decir, impresiones gigantes de estudios que muestran la fertilidad de un grano de tierra de volcánica de seis volcanes diferentes de México a Chile, explicó Ascencio.