Al observar la gráfica de casos diarios que publica cotidianamente la Secretaría de Salud, se observa que San Luis Potosí está en medio de su cuarto repunte de la pandemia
de coronavirus.
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Sin llegar a los altísimos niveles que presentó en julio, este nuevo impulso de la pandemia encierra el peligroso potencial de que se desarrolla en pleno invierno, donde se combinará a las bajas temperaturas y a la influenza.
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Así, el estado lleva desde la última semana de noviembre, con más de 200 contagios y en los días más cercanos, ya rozando los 300.
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Es en este escenario que las autoridades sanitarias decidieron por mantener al estado en el semáforo naranja.
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Ojalá que la decisión esté apegada a argumentos sanitarios, pues si la economía fue la razón dominante en la decisión, la apuesta es extremadamente arriesgada.
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La presión de los sectores productivos y la temporada en que aguinaldos y otras prestaciones laborales fluyen en las carteras no ha cesado.
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Y no les falta razón. Una vuelta al rojo, y la constricción de las actividades económicas sería mortal para muchas empresas, que se agregarían a las miles que han cerrado por la pandemia.
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Dramática la apuesta que tienen que enfrentar las autoridades potosinas y la ciudadanía.
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Pero en la definición debería pesar más la protección a la salud, y a la vida en última instancia.
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Con trece registros de aspirantes de Morena a la postulación por la gubernatura potosina, se avizora un verdadero campo de batalla en ese partido.
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De por sí, la izquierda nacional, y la potosina no es la excepción, se ha caracterizado por el sectarismo, con esa cantidad de aspirantes, la lucha promete ser campal.
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Y es obvio que no todos tendrán la misma oportunidad. Si acaso tres, o a lo más cuatro, son los contendientes que tienen oportunidad de pasar por el tamiz partidista de la encuesta. Los demás, con respeto a sus aspiraciones, no pintan.
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Pero lo que sí tienen algunos de ellos es una gran capacidad de generar controversia y transformarla en acciones concretas, tanto en las calles como las instancias jurisdiccionales. Y ese es el gran peligro que enfrenta Morena en ese proceso.
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Para empeorar las cosas, no parece haber mucha comunicación entre el CEN y los morenistas locales. Si existiera, se hubiera negociado tantas aspiraciones para hacerlas controlables.
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Pero desde la tirantez que acabó disolviendo la coalición con el Partido Verde Ecologista de México, se vio que más que colaboración, hay encono entre los morenistas de la CDMX y los locales.
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Y así, antes de enfrentarse a la coalición blanquiazul y tricolor, Morena deberá enfrentarse a si misma.
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¡HASTA MAÑANA!