Un monstruo que en pleno siglo XXI parece tatuado en la cultura de México, es la violencia contra las mujeres. En primer término, recientemente, la campeona mundial de raquetbol Paola Longoria, en una plática con PULSO, se refirió con dureza a una inercia que debió quedar extinta con el aumento del nivel educativo de los mexicanos, y el endurecimiento de las leyes. México desayuna, come y cena con el machismo.
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En aquella plática, Paola Longoria observó detenidamente y punto por punto, los aspectos más graves de aquella inercia de diferencias culturales que desembocan incluso en la economía y la sociedad. El México que pugna por el equilibrio entre lo masculino y femenino, que parece haberse olvidado, al menos en el discurso oficial, de la preponderancia de los derechos de los varones muy por encima de los que corresponden a las mujeres, es el mismo país que en la práctica mantiene la violencia de género como una huella indeleble.
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Desigualdad económica en el hogar, tareas clasificadas para hombre y mujer, disparidad de oportunidades de acceso al campo de trabajo y a cargos principales en la administración pública, la privación a las mujeres del derecho de vestir un estilo con libertad en una sociedad donde lo que prevalece son los bajos instintos de algunos varones desequilibrados, las agresiones por ser mujer y hasta la necesidad de implementar transporte rosa, dan cuenta de una sociedad donde las políticas públicas de reconstrucción social van perdiendo la carrera, incluso con la delincuencia que se acentuó hace menos de un lustro en la capital.
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Lo único que en aquella ocasión reveló la talentosa campeona mundial de raquetbol, es un panorama sombrío donde el aprendizaje de una mejor sociedad de convivencia, parece la ruta de una larguísima espera. Y mientras ello ocurre, las cifras de agresiones a las mujeres parecen dejar su peor huella en las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública –SNSP-. Conductas de apología cuentan la historia de una sociedad rota, influida por un grave problema de descomposición social derivado de la inseguridad pública, distanciada y malinformada por el consumo irresponsable de información chatarra en redes sociales.
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La reconstrucción social exige también una reestructura de la planeación de la ciudad. Áreas recreativas, escolares, de esparcimiento, de rediseño de la movilidad, de seguridad y de habitabilidad, ya se muestran como datos que deberán quedar incluidos en el Plan del Centro de Población Estratégico de la zona urbana de San Luis Potosí, como parte de la ruta hacia una ciudad habitable y más segura.
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Llama la atención que el proyecto de planeación urbana de la capital ya incluye la posibilidad de autorizar la construcción de edificios de más de quince pisos en la ciudad. Sin embargo, el nuevo plan deberá establecer las presiones territoriales y de reglamentación, para evitar que los permisos de construcción caigan en las manos equivocadas, y que poblados y muy altos edificios influyan en el agua, el medio ambiente y las ya de por sí colapsadas vialidades de la capital, por falta de planeación del impacto urbano, ambiental y de uso del agua.
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¡¡HASTA MAÑANA!!