La elección interminable Volaris: empresa tramposa

Es muy posible que el proceso de renovación de la dirección de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) no pueda ser completado este año, con el riesgo de que, al extenderse al año entrante, crezca de manera proporcional el riesgo de que este trámite termine en una crisis de alcances desconocidos, pero ominosos.

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El grupo que se opone al proceso que está desarrollando la UASLP, por la vía del Consejo Técnico Consultivo de la Facultad, obtuvo un amparo contra el actual proceso de conformación de la terna propuesta.

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Paradójicamente, en un grupo mayoritariamente formado por mujeres, fue un hombre, Edgar Durón Puente, el que promovió el amparo que logró una suspensión provisional del proceso.

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De acuerdo a la documentación relacionada con el juicio de amparo, el 1848/2025, el Juzgado Sexto de Distrito, concedió al quejoso la suspensión provisional, mientras que la audiencia constitucional se celebrará el 11 de enero de 2022.

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Que el proceso de renovación de la dirección en Derecho se haya postergado tan cerca de las vacaciones decembrinas propició esta situación.

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La UASLP aún no ha expresado una reacción respecto al amparo, pero no tiene mucho margen para hacer una cosa distinta que aceptar el plazo ordenado por una instancia judicial federal.

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La novela de Derecho tiene, pues, capítulos extra.

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La empresa Volaris debería dejar de fingir que es una aerolínea y admitir que se ha transformado en un juego barato de azar con alas. 

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En San Luis Potosí, para un vuelo a Houston programado ayer, varios pasajeros fueron retenidos en la fila, entretenidos con el clásico “ahorita les avisamos”, mientras el avión simplemente despegaba sin ellos.

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La estampa se volvió insultante cuando apareció una empleada malencarada, maleducada y con aires de grandeza, para informar —con una calma que solo da la costumbre de realizar constantemente una tarea provocada por la incapacidad y la ineficiencia— que “el vuelo ya se fue, ustedes no estaban listos”. Nada de reembolso, nada de solución. Solo desprecio envuelto en uniforme y una estrategia “low cost” operada en modo gandalla.

La lógica es tan obvia que ofende: la aerolínea sobrevende el boletaje, distrae a los pasajeros que, a pesar de haber comprado su boleto, se vuelven sacrificables, los declara como irresponsables para achacarles la pérdida del vuelo y así se ahorra cualquier compensación.

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Volaris no opera vuelos: opera excusas. Y cada usuario que se queda en tierra es un recordatorio de que, en esta aerolínea, la única turbulencia que importa es la que pueda afectar su caja… no los derechos de sus clientes.

¡HASTA MAÑANA!