Conforme pasan los días de la tercera ola epidémica, las instancias de salud realizan sus investigaciones y caen en la cuenta de que son precisamente las personas más jóvenes, quienes pudieran convertirse en los principales vehículos movilizadores del coronavirus COVID-19. Desde finales de mayo, se combinaron el daño social que produce el distanciamiento de las personas que concluyen sus estudios, principalmente jóvenes y adolescentes, y una pandemia que no permite reunir los pero que también es factor de ansiedad.
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A propósito de los grados alcanzados y debidamente documentados por las escuelas que les permitieron continuar con sus estudios, una forma de compensar el vacío del distanciamiento que a nivel generacional los marcará para toda su vida, grupos de adolescentes y jóvenes, participaron de reuniones acompañados de su familia o en solitario y con sus amigos, y frecuentemente protagonizaron el rompimiento de la distancia, que nuevamente mantiene a San Luis Potosí al borde de la saturación de los servicios de salud.
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En la primer ola epidémica, los protagonistas de la distribución del virus, dejaron una estela de muerte porque estaba de por medio la creencia de que el coronavirus no existe, había desinformación y la muerte de un ser querido parecía muy lejana. La segunda y más peligrosa ola de coronavirus hasta ahora, se debía a la movilización de miles y miles y miles de potosinos que prefirieron una fiesta navideña que proteger a sus seres vulnerables. Y la tercera, principalmente de jóvenes movilizadores, da cuenta de la mala planeación de los epidemiólogos, y de la falta de sinergia de un Gobierno Federal que ha experimentado estrategias que no del todo han arrojado los resultados deseados. La muerte de miles dejará vacíos generacionales.
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Y por cierto y a propósito de la materia de salud, todo parece indicar que la dependencia estatal no acabará muy bien en materia de orden administrativa, por lo menos hasta la entrega física del próximo 26 de septiembre. Grandes problemas que dan cuenta de una administración defectuosa, falta de claridad y lo que parece ser el incumplimiento de requisitos de documentación e incluso de integridad de las empresas contratadas, podrían convertirse en las características principales de la entrega de una administración estatal muy compleja, o quizás con abierta falta de autoridad para poner orden.
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La salud es uno de los puntos más delicados de la administración pública en cualquiera de los niveles de gobierno, y sobre todo cuando aparecen cifras que no cuadran, insumos de mala calidad, pagos injustificados por servicios, o hasta personas físicas que se convierten en proveedores de farmacia, y ni siquiera reúnen los requisitos de solvencia moral e incluso no pasarían una revisión de la Secretaría de Hacienda.
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Los organismos auditores deben tener mucho trabajo acumulado. Alguien dijo que la salud no es un negocio. En realidad sí lo es, y lo saben aquellos que han sacado lucro de cualesquiera de las facetas del manejo y administración de la actividad sanitaria, y de eso se tendrá que hablar en caso de que se confirmen las acciones irregulares de la autoridad sanitaria estatal, como ha sucedido con otros niveles de gobierno.
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¡HASTA MAÑANA!