Si se confirma el pronóstico de Citibanamex de caída de 11.5 por ciento del Producto Interno Bruto en San Luis Potosí, la cifra desde un principio se habrá quedado corta, si se considera que la Confederación Patronal de la República Mexicana -Coparmex- ya no habló de pronósticos, sino de realidades, y reportó el jueves pasado la brutal caída de 18 por ciento del PIB, cifra que lleva aparejada una muy importante desconfianza en la inversión, freno al pago de deudas y políticas públicas que no terminan de aterrizar para enfrentar tanto a la pandemia como la crisis económica.
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Obviamente, esa caída que ya es una realidad y está debidamente registrada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía -INEGI-, rebasa con mucho lo que apenas son las perspectivas de Citibanamex. Recordemos que se trata de una institución bancaria y una de sus formas de mantener el control de daños, es un estudio de perspectivas optimistas. Sin embargo, las perspectivas son análisis de lo que podría llegar, y el INEGI reporta lo que ya sucedió.
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De acuerdo a quienes viven directamente el derrumbe del Producto Interno Bruto, es decir los generadores de la economía, empresarios de la industria extractiva, manufacturera, de la transformación o de servicios, Ellos saben exactamente dónde está pegando la generación de riqueza del Estado. Poco a poco, ellos aportan al INEGI los datos que dan cuenta de una realidad que pinta para un año 2021 aún más complejo, si se considera la dinámica que lleva la pandemia y que avanza mucho más rápido que la posibilidad de aplicar vacunas para frenar la expansión.
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Las medidas de distanciamiento social iban bien en un principio, hasta que a algún estratega del discurso se le ocurrió inventar la “nueva normalidad”, frase responsable de que mexicanos que todavía aguantaban más tiempo dentro de sus casas, tomaran de nuevo las calles y acudieran a sitios de reunión que pronto se convirtieron en centros de contagio. Por supuesto, la Secretaría de Salud federal ya no tenía cara para hablar de una “curva aplanada”. La pandemia se le está yendo de las manos.
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El discurso público también educa, y si se considera que un alto porcentaje de mexicanos de las generaciones recientes, fue evaluado con calificación reprobatoria en comprensión lectora y del contexto en las pruebas PISA, de 2003 a 2018, y que en pensamiento científico tampoco obtuvieron calificación satisfactoria, datos que constan a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, es obvio que un alto porcentaje y sobre todo jóvenes, interpretaron la nueva normalidad como el regreso a las calles, y no como nuevos protocolos.
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Se equivocan quienes proponen disminuir la rudeza de las condiciones para asegurar el distanciamiento social y reforzar los protocolos para evitar contagios, en medio de una administración pública donde hay oficinas gubernamentales desarticuladas entre sí, y sin una cabeza o líder que las guíe. No. La urgencia de la pandemia requiere dientes y de servidores públicos que tengan las agallas para coordinarse y hacer valer la ley, y para crear condiciones legales especiales para asegurar las medidas de freno a la expansión del coronavirus COVID-19.
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Por lo menos en la ciudad de San Luis Potosí, no se vio tal cosa este domingo. Miles de potosinos tomaron por asalto las calles como si no hubiera pandemia, y se entremezclaron con otras miles de personas en los tianguis de la ciudad, y en calles y plazas del Centro Histórico. La desobediencia civil y la debilidad de las autoridades ha impedido acciones exitosas como las de Cuba, Francia, España, Alemania, Finlandia, la propia China y otros países muy ajenos al estudio de ejemplos para aminorar los efectos catastróficos de un virus hasta ahora imparable.
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¡HASTA MAÑANA!