Y de repente, el semáforo COVID-19, un instrumento creado para generar certidumbre en la ciudadanía, se desplomó en
la confusión.
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La reanudación del mecanismo sanitario, después de una semana de haber sido suspendida su emisión, se dio en el marco de varios mensajes contradictorios.
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A nivel federal, la transparencia con que se manejó su difusión se esfumó totalmente y ayer, en la conferencia de prensa vespertina del subsecretario Hugo López-Gatell, apenas mereció unos segundos de comentario y una lámina con el mapa.
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La explicación sobre las mediciones de los indicadores que lo integran fue totalmente obviada y, en general, parece que la intención es mantenerlos ocultos.
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Esa falta de transparencia, que ya es por desgracia una constante en el gobierno federal, debe preocupar sobremanera.
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Y a nivel estatal, los mensajes encontrados giran en torno sobre el punto que alcanzará el cierre de actividades no eseciales.
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En el papel, no debería haber excepciones y todas las actividades catalogadas como no imprescindibles deberían parar, a fin de cortar el flujo de personas en las calles, y así, cortar la cadena de contagios, que alcanza hoy su peor momento en la entidad.
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La Secretaría de Salud emitió desde anoche un oficio a las alcaldías en las que no dejaba margen a las interpretaciones: el cierre de actividades no esenciales debería ser total.
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Pero al medio día, en una serie de reuniones sostenidas con empresarios, diversos medios atribuían al mandatario estatal, Juan Manuel Carreras señalamientos de que no se regresaría al escenario de cierres que se presentó durante la primera etapa en la que el estado estuvo bajo semáforo rojo.
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En algunos chats de redes sociales, otros funcionarios del gabinete económico
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Entre el extremo del tajante oficio de la Secretaría de Salud y la permisiva estrategia atribuida al gobernador, no queda claro cuál es la posición de la autoridad estatal.
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Queda tiempo antes de que entre en vigor el semáforo de la siguiente semana. Habrá que ver si el mecanismo se mantiene enfocado en su naturaleza original de proteger la vida y la salud de los ciudadanos o se flexibiliza para evitar un nuevo azote a la economía, a costa, precisamente, de vida y salud.
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Y una tercera contradicción está en la duración del nuevo semáforo. En la mañana aquí, las autoridades locales señalaron que tendría una vigencia de dos semanas, sin embargo, el gobierno federal emitió en la tarde un documento en el que el mecanismo duraba sólo
una semana.
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¡HASTA MAÑANA!