El ataque sufrido este sábado por el candidato presidencial estadounidense del Partido Republicano, Donald Trump, es una señal inequívoca de la descomposición política que vive Estados Unidos, ligada a la inseguridad pública que su sistema ha construido por años. De eso, México vivió sobrados ejemplos durante la primera mitad de 2024. Desde balazos hasta sillazos, los candidatos a cargos de elección popular se convirtieron en el blanco de tiradores que los quitaron o trataron de sacarlos del camino. Cada agresión a un aspirante a cargo de elección, es un doloroso indicador de que nada es garantía para nadie, ni siquiera para los aspirantes o candidatos que en teoría, deberían gozar de la protección oficial para que les asegure su integridad. Desde el atentado a Luis Donaldo Colosio Murrieta hasta nuestros días, la política mexicana no volvió a ser la misma.
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A los gobernantes establecidos en México les gusta presumir los logros que no son suyos, como si no diera vergüenza que las remesas de las que viven pueblos enteros, son producto de que mejor los migrantes se convirtieron en los verdaderos héroes de poblados olvidados por el gobierno. La tormenta que se avecina tras el atentado a Donald Trump, no solo es descomposición política, y tampoco la inseguridad que los mismos gobiernos estadounidenses se buscaron, al haberse convertido en los predecesores de la política pública de Andrés Manuel López Obrador en México, de abrazos y no balazos a los delincuentes. Si hay un primerísimo lugar que puede ocupar Estados Unidos en el mundo, además de la economía, es el de la proliferación de armas. A cualquier desquiciado se le pudo haber ocurrido algo que está por determinarse si es por esa causa, por un asunto criminal o un caso de rivalidad política.
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El atentado siniestro cambiará la historia, como sucedió el 11 de septiembre de 2001, cuando los potosinos residentes en el extranjero vieron con horror el endurecimiento de las políticas migratorias, tras el cierre de las fronteras derivado del uso de aviones comerciales tripulados como misiles para derribar las Torres Gemelas de la Gran Manzana, el Centro Mundial de Comercio (WTC), causando miles de muertes, el uso de otro avión para destruir parte del edificio principal militar del emblemático Pentágono y el derribo de otro avión tripulado con destino incierto, justo en Pensilvania, el Estado que este sábado fue escenario de la agresión armada en contra del candidato presidencial. Este último incidente, claro que va a impactar, y lo sabrán los migrantes a su debido tiempo. Es probable que Donald Trump gane la presidencia de Estados Unidos, porque a Biden le pasa en Estados Unidos lo que a los candidatos del PRI en México de parte de su dirigencia tricolor: perdió el apoyo de sus propios partidarios, aunque en este caso estadounidense es por cuestionamientos a la salud mental del presidente en funciones.
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A propósito de hechos derivados del uso de las armas, grave situación aquella en la que murió una niña de 9 años en un ataque a una familia, mientras viajaba en la Carretera 57. Especulaciones hablan de criminales que atacaron el vehículo, pero hay quienes afirman que los autores son integrantes de la Guardia Nacional. A ver si en sus mañaneras, otra vez el presidente no comete la imprudencia de criminalizar a las personas víctimas. Lo cierto es que el presidente saliente dejó solos a los mexicanos en medio de la delincuencia, y abandonó las responsabilidades. Cuánto urge una policía civil que regrese a las carreteras a hacer su trabajo.
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Terminó una semana con un resultado poco favorable para las finanzas públicas. En la dispersión de recursos para el pago de becas a hijos de trabajadores del sistema educativo, resulta que no a todos les llegó su pago. Ahora, los problemas de distribución del dinero que es producto del derecho de los trabajadores, ya no solo afecta a las pensiones.
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¡HASTA MAÑANA!