Es evidente que el número de personas que no acata de manera estricta la cuarentena es demasiado alto aún, con todo y que San Luis Potosí ya entró de lleno en la fase 3 de la pandemia de coronavirus.
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Y, obviamente, están en la calle sin tener necesidad. Hay manifestaciones ante el Palacio de Gobierno y la Unidad Administrativa Municipal. En Las Lomas, bastante gente ha tomado el camellón de esa vía como pista de carreras y sendero de paseo de mascotas.
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Probablemente la muerte de la sexta persona en el estado, como ya ha ocurrido en las ocasiones anteriores, provoquen una reducción de la gente que circula en las calles. Pero, como ya se ha visto, el efecto es solo momentáneo.
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La hora de tomar decisiones duras para adoptar acciones coercitivas y sancionatorias para obligar a esos sectores de la población.
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El problema es que ni en las alcaldías ni en el gobierno del estado tienen la voluntad para ir más allá de los llamados, dramáticos, eso sí, de la Secretaria de Salud, a que la población se mantenga en casa.
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Todos los niveles de gobierno han expuesto ya la gravedad del virus y la necesidad de retirar a las personas de las calles para romper de la manera más amplia posible la cadena de contagio.
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Pese a ello, amplios sectores de potosinos no han mostrado voluntad de entender la gravedad de la situación y acatar las recomendaciones. Habrá que ver si la autoridad tiene la voluntad de hacer las cumplir.
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Los sectores económicos del país y del estado están al límite de su resistencia ante la paralización de la economía a causa de la pandemia.
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Aún con la incertidumbre que genera la fase 3, ya se están haciendo planes para que las principales industrias realicen un regreso escalonado.
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Esa intención fue reforzada por el anunció en Estados Unidos de pedir formalmente a México que empiece a pensar en una reactivación de la economía, permitiendo el funcionamiento de las industrias que, obviamente, son proveedoras de sectores clave de la economía estadounidense.
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La decisión es sumamente complicada, sobre todo de cara a la fase 3. Permitir a las industrias consideradas no esenciales volver a funcionar aumentará el flujo de personas en la calle, incrementándose con ello la exposición a la enfermedad y elevando, por ende, el riesgo de que se extienda.
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Pero también sería un bálsamo para la economía, pues no sólo reactivaría a las fábricas, sino a otras actividades como la economía o el comercio.
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La elección gira en torno al menor de los males: seguir lesionando la economía o elevar el riesgo de la emergencia sanitaria, pero llegará un momento em que se deba decidir.
¡HASTA MAÑANA!