El “niño dorado” del PRI

Con la edad uno toma una consistencia personal y única hecha con la mitad de lo que ha ganado en la vida y la otra mitad con las pérdidas. Ganamos glorias transitorias, bienes, estatus, relaciones, familia y posiciones. Perdemos sueños, aspiraciones, amores, certezas y amigos. Para sus amigos, Aurelio Gancedo Rodríguez es una pérdida mayor.

No era un dechado de virtudes, no era una lumbrera sin par, sí un buen tipo, un hombre básicamente de maneras decentes, solidario a veces hasta la inconveniencia para sí mismo. 

Pública fue su convicción priista desde la niñez. Un observador hallaba chocante ver en los eventos de matracas y silbato ferrocarrilero a un chiquillo de chaleco escolar tejido. Aurelio encontró en la política su motivación, su vía de ser como otros la encuentran en el arte, su oficio o su profesión. Uno era el chico más bien timidón, apenado y blanco de bullying por su sobrepeso, y otro el servicial chavito que acompañaba a Yolanda Eugenia González a tareas diversas de partido.

Ni fue ni presumió de ser un intelectual, un universitario pulido o un sujeto de elaborados discursos; lo suyo eran la gestión y la acción, el diálogo y la lealtad. Muy joven sacó la tarea mayor que le encomendó su partido: las elecciones de gobernador, aunque en pago recibiera un trato grosero, injusto y vitriólico del ganador, un candidato con potencial en las urnas pero veleidoso, de difuso bagaje moralizador, montado en poses justicieras, sin solvencia ni preparación política. 

Aurelio aguantó porque mover la maquinaria del partido para hacer ganar a Fernando Toranzo fue el trabajo que le dieron los mandos centrales de su partido. El “niño dorado del PRI” (“Aurelio” significa “dorado”), tenía que cumplir la tarea como se la ordenaron sus superiores. Era presidente de su partido antes de los treinta, uno de los puntos importantes en la ruta de sus legítimas aspiraciones, no estaba para tirar la toalla por un enojo.

No es que en el CEN estuvieran encantados con el médico, es que veían la oportunidad para recuperar San Luis. Blanco de las frecuentes salidas de tono del galeno, Gancedo prefirió abrazar la cordura aunque le llovieran palos. Cualquier otro priista menos disciplinado, o con menos disposición para tragarse las pataletas y los insultos por un objetivo mayor, le habría devuelto sus modos, por muy moralmente superior a todos los priistas que se creyera el señor (y lo creía). 

Mantuvo la disciplina incluso ante la eterna historia de pequeñas glorias y grandes ruinas del PRI: el ascenso de señores y señoras que hicieron los mismos méritos para alcanzar un escaño que los que tenía el caballo de Calígula para ser nombrado cónsul del imperio. Creyó en su partido con fe de carbonero. Que un viejo borde y cascarrabias como Murillo Karam se lo llevara a la PGR y después a la Sedatu, tuvo algo de protección para el joven político, pero también de reconocimiento a su disposición para cumplir tareas. 

En una decembrina tarde de café, haciendo balances con los amigos antes de cerrar el 2019, me dio sus razones por las que creía en un PRI con oportunidades reales en la cita electoral del 21. Le dije que no veía de qué hilo tirara su aporreado partido y lo tomó, tolerante como era, como una muy respetable expresión subjetiva, con amplias posibilidades de desacierto. Desacreditó genuinamente las versiones de que el jefe real del PRI en el Estado, Juan Manuel Carreras, no tiene ánimos ni proyectos para el partido en próximos comicios, o que después de él le tiene sin cuidado el diluvio que venga sobre el tricolor. “Siempre sabe lo que hace, aunque parezca que no va a hacer nada y que deja pasar. Es como su estrategia”, me dijo.  

Ya era de noche cuando nos despedimos. Insistió en acompañarme hasta la puerta de mi casa al regreso porque se tomaba más en serio que yo un botón de pánico que tengo asignado desde hace tiempo. 

De una muerte como la suya quienes lo tratamos no podemos más que sentirnos rebasados por un acto horrible y abatidos porque no hay forma de dar consuelo a una madre que pierde a su único hijo.  Fiscalía ha dicho que tenía cuatro líneas de investigación y después las redujo a tres. Con que no se conviertan en “líneas de justificación”, casi atenuantes públicas.

No debe andar libre y sin costos quien lo arrebató de la vida. No debe andar libre nadie que haya dispuesto de una vida ajena porque es principio del Estado garantizar la vida de sus ciudadanos, así como ejercer el monopolio de la violencia legítima. Justicia no es un exigible insensato, tampoco una sugerencia, es una obligación.

Todos vamos en fuga de la vida, a distinto paso; al Aurelito lo arrancaron de ella en una forma atroz. Donde sea que descanse “el niño dorado” del PRI, que no sea bajo un cielo de estrellas indiferentes.  

A 20 kilómetros por hora

¿Cuánto tiempo les ahorra a los usuarios del distribuidor Juárez el nuevo brazo de dos accesos y una salida? Si es un minuto o menos la diferencia entre ir por abajo o hacerlo por arriba a 20 km por hora, una obra de ese coste es muy cara. Y parece que ya hay quien lo advierta, cronómetro en mano.

Además de las dilaciones y el derrumbe, el nuevo brazo tendrá un sobrecosto por la demanda de empresarios gasolineros por afectación de propiedad por construcción de obra pública, daños, perjuicios y molestias. Muy a su estilo de quitarse broncas de encima con su “ya están ya está”, el secretario general de Gobierno declaró que ese tema ya estaba arreglado, negociado por él en persona.

Quién sabe de qué arreglo hablará el señor Alejandro Leal, pero hay un proceso judicial que incluye varios peritajes especializados para dejar claro si hubo o no afectación por invasión: se construyó una columna en el acceso a la gasolinera. Una vez definido, si el fallo es a favor de los demandantes, se verá en la indemnización y pago de daños.

Y como ese brazo, hay otras “soluciones” oficiales de movilidad más para acabar en la sobrecargada carretera 57 a Querétaro. El año pasado, un estudio particular, del desarrollador Carlos López Medina, cifraba la carga del distribuidor en 144 mil 856 automóviles diarios. El metrobús, que algún día estará, le quitará un carril. 

El grupo de empresarios que encabeza proponen una vía alterna de 33.9 kilómetros que vaya desde Sierra Vista y Avenida Horizontes hasta la Zona Industrial, directo y sin escalas. En cálculos de sus analistas, esto reduciría a 102 mil 663 unidades el paso de vehículos por el distribuidor.

La vialidad tendría accesos que ahora no tiene. Por avenida Juárez, por Avenida Salk, por el Eje 122, por el Eje 128 y por el Eje 140, a Logistik Park. Desde luego que esta idea choca con los proyectos estatales y municipales de preservación de la Sierra de San Miguelito: una vía alterna pasa necesariamente pasa por ahí, que es la ruta más corta. 

La discusión técnica es bromosa, pero alega valor ecológico a 2,400 ha que quiere reconocer. El equipo contó un árbol cada 4 hectáreas. Como que mucha flora ese peladero no tiene. Define además que la superficie “está compuesta por suelos erosionados con escasa vegetación semidesértica”. 

La discusión de si Sierra de San Miguelito o no es reserva ecológica para que sus propietarios se dediquen a cuidar las lagartijas va para largo y ellos la ven injusta. Va a ser muy complicado, no sabemos si justo, impedir que hagan lo que quieran con sus tierras.