El punto épico

Las victorias meramente políticas son de corta duración y poco significado en democracia. Aritmética pura y dura, adecuada para fines prácticos: se gana y ya está. Un ligero giro de viento puede revertirlas, devaluarlas, manipularlas, pincharlas como a globos o deformarlas.

De otra pasta son las victorias políticas con un punto épico, una narrativa a partir de hechos o trayectorias, sean reales o ficticias. Atrapan la cabeza de los votantes, de la gente en general. 

   A una semana de la elección interna panista, el triunfo de Octavio Pedroza Gaitán ha pasado del anuncio festivo de la dirigencia local que organizó el evento y apuntaló la precandidatura del exsenador, a una vasta galería de silencios y desencantos extendidos. 

Se supondría que el esperado ganador de esa contienda, candidato de una coalición diseñada para dar una amplia batalla conjunta, levantara un entusiasmo especial, sería el hombre-eje de toda la embestida coalicionista contra el nuevo partido oficial, Morena, y la maquinaria verde de Ricardo Gallardo Cardona.  A una semana, apenas, el de Octavio es un triunfo balbuceante y que anuncia a gritos la necesidad de muchos ingenios prostéticos para mantenerlo en pie y hacerlo caminar con algo de credibilidad a la competencia. 

Consiguieron que una línea de representaciones empresariales, no se sabe todavía en calidad de qué, reclamara asumir los hechos y cumplir compromisos, pero tampoco rompieron el pasmo. Los días inmediatos a la elección, los octavistas se han quedado solos girando su matraca en un auditorio vacío. 

La constancia de candidato se la dieron a las volandas, con una prisa innecesaria, casi a la medianoche del lunes, un sonriente presidente de la comisión local electoral del partido. La línea en la cuenta tuitera del dirigente nacional, Marko Cortés, muestra en cambio que él entregó la constancia de mayoría a Fernando Larrazábal, electo candidato al gobierno de Nuevo León en proceso celebrado el mismo 10 de enero. Si van a justificar que acá Marko no vino por la covid, hay que decir que Nuevo León anda peor en pandemia. 

Un exceso de confianza del alcalde Xavier Nava Palacios lo sacó del camino mucho antes de que se diera cuenta. Por algo la soberbia es el pecado favorito del Diablo, es el “pierde-almas” más efectivo. 

Creyó Nava que podía ganar en un aparato matemáticamente controlado en su mayoría por las jefaturas reales y formales del partido. Importan el número de votos y el juego de la expectativa para jalarlos en un sentido o en otro. Si se quiere ser “algo” en la próxima, hay que disciplinarse, más si hay una coalición con otras fuerzas políticas que racionará los espacios para competir en las urnas.

Octavio no tenía nada en esa maquinaria, a donde llegó porque un recién electo presidente, Juan Francisco Aguilar, fue por él para evitar que se integrara al fallido México Libre de los Calderón. Lo incorporaron en un cargo partidista pagado que le permitiera moverse por los municipios. 

Si bien por Nava fueron hace tres años los panistas para que les sacara al elefante de la sala que era la casi segura reelección de Ricardo Gallardo Juárez en la alcaldía capitalina, la relación fue a mal muy pronto. Le pusieron el Cabildo, pero no lograron que “cumpliera” las cuotas de empleos, obras y el tipo de facturas que es práctica corriente –y global- pagar en política cuando se gana. Se vea como se vea, el uso tiene una explicación y denominación: “party-government”, partidismo en el gobierno, nada menos que la lógica incorporación de militantes en la administración del poder conquistado con la franquicia, programas, influencias y líneas de gobierno de los partidos que llevan a un candidato al poder.

Nava incorporó panistas, pero no a quienes quería su dirigencia. Su equipo compacto lo formaron sus amigos; el PAN no participaba de las decisiones importantes. Y como ribete, no apoyó la candidatura de Juan Francisco Aguilar Hernández para la dirigencia estatal.

El panismo torpedeó en el Cabildo al alcalde que ellos mismos postularon, pero también desde el Congreso del Estado. Mejor su criticado antecesor, Ricardo Gallardo Juárez, tuvo bancada que lo defendiera y le quitara inconvenientes de encima. 

Otro proyecto, el del secretario general de Gobierno Alejandro Leal Tobías, no desaprovechó la oportunidad. También le dedicó misiles en cuanta ocasión tuvo de hacerlo, en nombre de un proyecto para Juan Ramiro Robledo por Morena que finalmente no se dio. 

Hubo un último intento, muy próximo a la elección interna, de hacer las paces en una larga charla. Lo llamaron “el pacto del Cardenal”, porque fue en un restaurante de esa franquicia, en la Ciudad de México, donde dirigencia y alcalde acordaron, entre otras cosas, 15 posiciones para panistas el Ayuntamiento, entre ellas las direcciones de Ecología y Desarrollo Urbano del Municipio.

Pero otra colección de intereses más fuerte, encarrilada en paralelo a la contienda interna, acabaría por descuajaringar la poca construcción política lograda en conjunto: los planes de Ordenamiento y de Desarrollo Urbano. Los regidores panistas no lo aprobaron antes de la elección interna. Hay un solvente argumento urbanista acompañando la negativa de los ediles, pero invisibilizado por un historial de reproches más bien emotivos y revanchas propias de vuelos gallináceos. 

Cuando Xavier se inscribió para competir, ya había ganador. Lo sabía bien Sonia Mendoza, quien le atribuye el débito de una factura impagable desde la elección 2015. 

Creyó Xavier que su apuesta por la competitividad en la constitucional sería atendida sobre el proyecto de mantener el control del partido con miras al juego nacional de 2024, gánese o piérdase en el local del 21. Se equivocó el alcalde. Probablemente su largo silencio post interna lleve más coraje consigo mismo que contra sus adversarios. 

Que dejó a Octavio con la mano tendida, sí. ¿Y qué esperaban? La verdad, a nadie le extraña y más bien da algo de fastidio que haya en el PAN ortodoxo quién se haga el ofendido. 

Con su proceso interno, panistas y navistas sólo confirmaron a adversarios irreconciliables y dejaron expuestas vergüenzas y miserias. Fue un espectáculo triste y tonto de tirarse los trastos a la cabeza, desde afuera y de adentro. 

Ya fue Gama a reconocer al ganador, desde un periférico tercer lugar no se da para hacerse el remolón. Y Nava que no aparece, enrabietado, con una impugnación que se antoja muy difícil de empujar hacia arriba, sobre todo cuando del otro lado hay forma de llegar a jueces y magistrados, partidistas, locales y federales. 

Se habló de una oferta irrechazable de presentarse a la reelección para la alcaldía. ¿En serio? A trabajar como galeote para apuntalar la victoria en las urnas de Octavio, porque para la elección de gobernador es clave el resultado de la capital.

Directiva y octavistas repiten como mantra que “ganó la militancia”, algo que sin duda aplaudirán los militantes, los más ortodoxos, pero a los ciudadanos la pertenencia a un partido, a estas alturas, ya no les dice nada. Nos han quedado mal todos; nos cuestan todos; actúan igualito todos. Tan malo el pinto como el colorado. 

Nadie duda de los números de Octavio en la interna, lo entiende perfecto Sonia Mendoza porque perteneció a un grupo que controló con las mismas artes el partido por más de una década. Existen esos votos, lo nebuloso es cómo los sacaron. 

Ganó, Octavio, lo que no significa que eso que conocemos como “la ciudadanía de a pie” -la opinión no publicada, diría Felipe González- tenga que tragarse como proceso democrático una trifulca política muy lejana a la búsqueda del plan común que pretenden vender. 

No hubo ni hay tal plan común porque, entre otras cosas, los intereses, las emociones negativas, el “colóquenos a todos”, las revanchas vulgares que jugaron, son territorios no comunes. El problema de ese triunfo aritmético sin horizonte para Octavio es que el punto épico lo traía Nava, lo trae todavía; por herencia, sí, pero también por la batalla que nadie en el PAN quiso dar hace tres años y que él ganó. Y mientras a Nava se le reconoce vencedor de los Gallardo, Octavio se pone a dar señales confusas enviando comedidos “respetos” al patriarca de esa maquinaria.

No es de desdeñar el tema. Hasta Trump se construyó una narrativa épica para ganar hace cuatro años y jalar a su causa el voto de millones de norteamericanos convencidos de llevar a su país a “ser grande otra vez”. El lado épico se movió a la cancha del parsimonioso Biden, y por eso ganó ahora, cuando los votantes lo ubicaron como la cabeza de una batalla por una presidencia decente. 

Hora de hacer balance. 

ROLLOS SUELTOS 

DEL GABINETE A LAS URNAS. Para hoy podrían separarse del cargo dos colaboradores del gobernador Juan Manuel Carreras López, muy probablemente para distintas opciones políticas.

????

BIEN FINA. Como siempre, la ex diputada local y representante del Gobierno en la Zona Media Rosa Huerta, dirigiéndose a compañeras con las que no está de acuerdo. Nada más hay que ver el comentario que anexamos. 



 

 

LO NORMAL EN MÉXICO

México se ha burlado del sistema jurídico de EU. Dudo que hayan investigado nada. El mensaje que mandan es terrible: si eres oficial corrupto te vamos a proteger”., .


Mike Vigil, agente de la DEA por más de tres décadas, 12 años en México, respecto del caso Salvador Cienfuegos, detenido en EU por ligas con el crimen organizado, extraditado y liberado en México. El País (15/I). 

EN BRAZOS VERDE OLIVO

Hay dos instituciones en México que cuando ganan terreno ya no lo sueltan: el Ejército y el clero”., .


Ignacio Morales Lechuga, ex procurador general de la República y ex director de la Escuela Libre de Derecho, en entrevista con Francisco Garfías para “Arsenal”, sobre la acusación del presidente López Obrador a la DEA de “fabricar” acusaciones contra el general Salvador Cienfuegos. Excélsior (16/I). 

Y POR AHÍ VAMOS TAMBIÉN...

Contemplar a Trump alcanzar el poder y degradar las instituciones desde el primer día en que entra a la Casa Blanca y adaptarnos a él todos los días en cuatro años ha sido uno de los errores más olímpicos de la era moderna. La prueba es cómo ha terminado”., .


Jon Lee Anderson, periodista norteamericano especializad en América Lana, sobre las crónicas de la convulsión política latinoamericana de la última década,  en “Los años de la espiral”. Para Jon Lee, AMLO es un “gurú místico”. El Mundo (16/I).