Este jueves cumple años, Heriberto Lizaola Barba, uno de los relevantes futbolistas que brillara intensamente y contribuyera de manera determinante a la Época Dorada del Futbol profesional de San Luis Potosí, donde llegó en 1968 y se quedó a vivir entre los potosinos, en donde formó una familia y es muy querido por los aficionados sanluiseños.
Alejado de las canchas, el que fuera un destacado defensa central, inició muy joven su carrera en el balompié de paga en el Club Oro de Guadalajara, su ciudad natal, donde nació un 16 de marzo de 1947, habiendo debutado en la Primera División en el año de 1966 ante el Atlante, con el equipo que después se llamó los Gallos del Jalisco.
Precisamente, proveniente del Club Oro, donde jugó al lado de grandes figuras como los brasileños Amaury Epaminondas, Adhemar Barceló, Nicola Gravina y Neco, y los mexicanos, Felipe Ruvalcaba, Antonio Mota, Gustavo Peña, González Navarro, Tepo Rodríguez, entre otros, llegó a San Luis en 1968 junto con sus compañeros y amigos Ernesto “ El Negro” Rojas y el goleador Rubén Durán (QEPD) .
En esa época, el San Luis que jugando solo con potosinos, había quedado en el penúltimo lugar en la que fue la primera temporada de la Tercera División Profesional en 1967, para el siguiente torneo se reforzó con varios elementos que habían tenido participación en otros equipos, en la Primera y Segunda División, entre ellos figuraba “El Güero” Lizaola.
Heriberto solo vistió dos playeras, la del Oro de Guadalajara y la de los Santos del Club San Luis, en donde contribuyó de manera importante a que el cuadro local ascendiera de Tercera a Segunda y de Segunda a Primera en el lapso de dos años, marcando un histórico récord en el ámbito del futbol no solo mexicano sino internacional.
El Güero Lizaola, reconocido por propios y extraños, como un caballero dentro y fuera de las canchas, con su entrega, profesionalismo, disciplina, esfuerzo y talento, al igual que sus compañeros dejaron un legado futbolístico muy importante para la ciudad y el futbol potosino, hoy se le reconoce su lealtad, esfuerzo, entrega y determinación en la defensa del cuadro potosino, al margen de haber formado una familia con su esposa Kena Díaz de León, y sus hijos Claudia, Heriberto, Horacio y Mauricio.
A un gran futbolista no se le puede olvidar, y más cuando dejó en la cancha todo por los colores auriazules. Hoy, luce orgulloso en uno de los dedos de su mano izquierda, el anillo de los 50 años del ascenso a la Primera División. Sirva la presente semblanza para reconocerle y homenajear a sus 76 años, como uno de los símbolos de aquel glorioso equipo.