Muere leyenda de las Grandes Ligas

Rickey Henderson, líder histórico de las bases robadas, falleció a los 65 años de edad

OAKLAND.- Rickey Henderson, miembro del Salón de la Fama y audaz velocista que rompió los récords de bases robadas además de redefinir la posición de primer bate en el béisbol, ha fallecido. Tenía 65 años.

Henderson murió el viernes, informaron los Atléticos de Oakland, que emitieron el sábado un comunicado en que se dijeron “conmocionados y desconsolados por su fallecimiento”, pero no especificaron la causa de la éste.

Conocido como el “Hombre del Robo” en el béisbol, Henderson acumuló una larga lista de elogios y logros a lo largo de su carrera nómada de 25 años: un premio al Jugador Más Valioso, 10 selecciones al Juego de Estrellas, dos títulos de la Serie Mundial y un Guante de Oro.

“Rickey era simplemente el mejor pelotero con el que he jugado. Podía cambiar el reesultado de un juego de muchas formas”, comentó Don Mattingly, compañero de Henderson en los Yankees de 1985 al 89. “Me hace sonreír tan sólo pensar en él. Echaré de menos a mi amigo”.

Fue en el robo de bases donde Henderson hizo su nombre y dominó el deporte como ningún otro.

Logró más de 100 robos en 1980, su primera temporada completa en las mayores, superando el récord de una temporada de la Liga Americana, establecido por Ty Cobb .

Brilló con los Atléticos de Oakland dirigidos por Billy Martin. Y apenas disminuyó su ritmo jugando para nueve franquicias en las siguientes dos décadas.

Rompió el récord de una temporada de Lou Brock, de 118 robos, al sumar 130 en 1982, y lideró la liga en estafas durante siete temporadas consecutivas y 12 en total.

Rompió el récord de más robos de por vida, perteneciente también a Brock, el 1 de mayo de 1991, cuando hurtó su base número 939, con Oakland. En una escena conocida, arrancó la tercera base del suelo y la mostró a la multitud antes de dar un discurso que concluyó diciendo: “Lou Brock fue un gran ladrón de bases, pero hoy soy el más grande de todos los tiempos”.

Henderson terminó su carrera con 1,406 robos. Su margen de 468 robos sobre Brock iguala el margen entre Brock y Jimmy Rollins, quien está en el 46to puesto, con 470.

“Es el mejor primer bate de todos los tiempos, y no estoy seguro de que haya otro que se le acerque”, opinó Billy Beane, exejecutivo de los Atléticos.

Henderson dijo en septiembre que habría tenido muchos más robos en su carrera y en la temporada récord de 1982 si las reglas introducidas en 2023 para limitar los lanzamientos a primera y aumentar el tamaño de las bases se hubieran establecido cuando él jugaba.

“Si estuviera jugando hoy, conseguiría 162, sin duda”, dijo. “Porque si hubieran tenido esa regla, solo puedes revirar dos veces y dirían, ‘¡Ah, caramba! ¿Pueden enviarlo a tercera? Denle dos bases y envíenlo a tercera’. Eso sería yo”.

Pronosticó incluso que seguiría robando más bases que los peloteros de las mayores, 20 años después del retiro.

“Si ellos logran 40 o 50 robos ahora, yo sería líder de la liga”, dijo.

El logro de Henderson en 1991 fue ligeramente eclipsado aquella noche, cuando Nolan Ryan lanzó el séptimo juego sin hit de su carrera. Henderson ya había sido la víctima del ponche número 5,000 en la carrera de Ryan, lo que lo llevó a decir: “Si no te ha ponchado Nolan Ryan, no eres nadie”.

No fue el caso de Henderson. También es el líder histórico en carreras anotadas con 2,295 y en jonrones al iniciar el juego con 81. Ocupa el segundo lugar después de Barry Bonds con 2.190 bases por bolas y es cuarto en juegos disputados (3,081) y apariciones en el plato (13,346).

Terminó su carrera con 3,055 hits en 25 campañas jugadas con Oakland, los Yankees de Nueva York, Toronto, San Diego, Anaheim, los Mets de Nueva York, Seattle, Boston y los Dodgers de Los Ángeles.

Apropiadamente, terminó su carrera con los Dodgers a los 44 años en 2003 anotando una carrera en su última jugada en un campo de Grandes Ligas.

Henderson es el tercer destacado miembro del Salón de la Fama del béisbol con vínculos con el Área de la Bahía que falleció este año, después de las muertes en junio de las antiguas estrellas de los Gigantes, Willie Mays y el boricua Orlando Cepeda.

Henderson era el raro jugador de posición que bateaba del lado derecho y lanzaba con el brazo izquierdo. Todo sobre Henderson era único.

Bateaba extremadamente agachado, lo que contribuía a una zona de strike más ajustada y a su alto total de bases por bolas. Infundía miedo en los oponentes con sus agresivas salidas desde primera.

Nacido en la Navidad de 1958 en Chicago, en la parte trasera del Chevy de sus padres, Henderson creció en Oakland y se desarrolló como un deportista estelar. Jugó béisbol, baloncesto y fútbol americano en la Escuela Secundaria Oakland Tech.

Fue muy pretendido como jugador de fútbol americano, y podría haber actuado como corredor en el Sur de California, donde eventualmente habría sido compañero de Marcus Allen, miembro del Salón de la Fama.

Pero Henderson dijo que a su madre le encantaba el béisbol y pensó que en ese deporte tendría una carrera más segura. El pronóstico fue acertado.

“No quería que su bebé se lastimara”, le dijo Henderson al San Francisco Chronicle en 2019. “Yo estaba enojado, pero ella fue inteligente. En general, con la longevidad de la carrera y el éxito que tuve, tomó la decisión correcta. Algunos de los jugadores de fútbol americano ahora tienen carreras cortas y apenas pueden moverse cuando terminan”.

Henderson fue seleccionado en la cuarta ronda del draft amateur de 1976 por los Atléticos de su ciudad natal. Debutó en las Grandes ligas en 1979 con dos hits y, por supuesto, una base robada.

Se convirtió en una estrella de los A’s la siguiente temporada y permaneció en Oakland hasta 1984 antes de ser cedido en canje a los Yankees de Nueva York. Fue parte de algunos equipos talentosos en Nueva York que nunca llegaron a la postemporada.

En 1985, anotó 146 carreras en 143 juegos, además de liderar las mayores con 80 robos y 24 jonrones, ayudando a fundar el “club 80-20” esa temporada con Eric Davis de Cincinnati.

Fue enviado de vuelta a Oakland en junio de 1989, lo que llevó a sus mayores éxitos. Encabezó la Liga Americana esa temporada con 113 carreras, 126 bases por bolas y 77 robos, fue nombrado el Jugador Más Valioso de la Serie de Campeonato de la Liga Americana y ayudó a llevar a los Atléticos al título de la Serie Mundial en la serie del Puente de la Bahía contra los Gigantes.

Al año siguiente, ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana para Oakland, antes de que los Atléticos perdieran la Serie Mundial contra Cincinnati.

Estableció el récord de robos de por vida en 1991 y dos años después fue canjeado a Toronto, donde ganó su segunda Serie Mundial. Pasó la última década de su carrera saltando por las mayores y aún lideró la Liga Americana con 66 robos y 118 bases por bolas a los 39 años con Oakland en 1998.