Aceh Tamiang, Indonesia.- Los equipos de emergencias trabajaron contrarreloj el viernes tras las catastróficas y inundaciones de tierra que la semana pasada azotaron partes de Asia y se cobraron la vida de más de 1,500 personas. Las operaciones de socorro estaban en marcha, pero la magnitud de las necesidades supera la capacidad de los rescatistas.
Las autoridades confirmaron la muerte de 883 personas en Indonesia, 486 en Sri Lanka y 185 en Tailandia, además de otras tres en Malasia. Muchas aldeas en Indonesia y Sri Lanka siguen enterradas bajo el lodo y los escombros, con casi 900 desaparecidos en ambos países. Los trabajos de recuperación son más avanzados en Tailandia y Malasia.
En Aceh Tamiang, la zona más afectada de la provincia indonesia de Aceh, la infraestructura está en ruinas. Aldeas enteras en el distrito de colinas exuberantes están enterradas en una espesa capa de lodo. Más de 260,000 residentes huyeron de unos hogares que alguna vez estuvieron en tierras de cultivo verdes. Para muchos, la supervivencia depende de la rapidez con que llegue la ayuda, ya que el agua potable, el saneamiento y la vivienda encabezan la lista de prioridades urgentes.
En un puente maltrecho que cruza el desbordado río Tamiang, las familias encontraron refugio bajo tiendas improvisadas hechas de sábanas y telas rasgadas.
Un sobreviviente allí, Ibrahim bin Usman, acunaba a sus nietos en el suelo embarazoso donde una vez estuvo su hogar.
“Seis casas de mi familia fueron arrasadas”, dijo. “Esto no fue una inundación, fue un tsunami desde las colinas. Muchos cuerpos aún están enterrados bajo el lodo”.
Con los pozos contaminados y las tuberías destrozadas, las crecidas han convertido las necesidades en lujos.
La residente Mariana, que usa un sólo nombre como muchos indonesios, rompió a llorar al recordar cómo sobrevivió cuando el agua se precipitó en su aldea el 27 de noviembre.
“El agua seguía subiendo, obligándonos a huir. Incluso en terrenos más altos, no se detenía. Entramos en pánico”.
La viuda de 53 años dijo que ella y otros finalmente llegaron a una escuela de dos pisos, pero la supervivencia era sombría: no había comida ni agua potable.
“Bebimos agua de la inundación después de dejarla asentarse y hervirla. Los niños también la bebieron”, agregó Mariana, cuya casa fue arrasada.