Suazo, un viejo robusto que vive en la comunidad indígena de Monimbó, Masaya, apenas puede hablar, luego de que las “fuerzas combinadas” del Gobierno, según sus vecinos, incendiaron su casa y la de sus hijos, pensando que todos dormían dentro.
Sobre las cenizas, Suazo emite un sonido estridente, que delata el dolor incontenible por haber perdido su casa y su negocio, pero sobre todo, por sentirse traicionado tras dar su vida por la revolución sandinista. El incendio no fue casual.
El hijo de Suazo, Yubrank, lidera a los manifestantes “autoconvocados”, desde donde Masaya desafió a Ortega al declararse “territorio libre del dictador”.
“Se sienten traicionados porque Daniel Ortega los traicionó. El crimen que está cometiendo contra todos los nicaragüenses no tiene nombre”, afirmó Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).