El poder de Al Sadr: entre la veneración, la lucha armada y el martirio

Carles Grau Sivera

El Cairo, 2 ago (EFE).- En Irak nadie duda del poder ni de la influencia de Muqtada al Sadr, el populista clérigo chií que lleva condicionando la política iraquí desde principios de siglo y que ha instigado los dos recientes asaltos al Parlamento, en una nueva demostración de fuerza que ha conmocionado al país entero.

Al Sadr (1974) es una figura considerada como una suerte de semidiós entre las esferas más empobrecidas de la población chií, la predominante en Irak, pero está muy lejos de tener un apoyo mayoritario en el país, que ha vivido los estragos de varias guerras y conflictos sectarios en las últimas décadas.

Sin embargo, el clérigo es capaz de movilizar a sus seguidores a su antojo, que están dispuestos a incluso morir por Al Sadr por la legitimidad religiosa que se le ha otorgado, la lucha armada y resistencia que lideró durante la invasión de Estados Unidos en 2003 y, sobre todo, por pertenecer a un linaje de mártires.

UN EJÉRCITO DE DEVOTOS

Las elecciones parlamentarias de 2021 sirvieron como indicador para medir, de nuevo, la popularidad del clérigo, que apadrina una formación, el Bloque Sadrista, que salió vencedora de los comicios con 73 de los 329 escaños en el Legislativo.

Esas elecciones fueron ampliamente boicoteadas por la población y alcanzaron una participación de tan solo el 44 %, pero Al Sadr hizo un llamamiento a sus seguidores para que acudieran a las urnas.

Aun así, poco menos de un millón de personas votaron al clérigo, a pesar de que se calcula que tiene una base de apoyo de entre 2 y 3 millones de chiíes.

Pero al contrario de otras formaciones, Al Sadr no tiene seguidores, tiene devotos dispuestos a obedecer las órdenes de un clérigo que consideran un enviado de Dios a la Tierra.

LA LEGITIMIDAD DE AL SADR

Muqtada proviene de una estirpe de clérigos chiíes que fue la principal resistencia al exdictador suní Sadam Husein, un feroz represor que encarceló, torturó y asesinó a las voces críticas contra su régimen.

En 1980 su tío, fundador del sadrismo y entonces Gran Ayatolá de Irak, Mohamed Baqir al Sadr, fue asesinado por Sadam, mientras que el padre y los dos hermanos de Muqtada fueron ejecutados por el dictador en 1999 por haber organizado una revuelta popular a principios de la década.

El clan Al Sadr era muy respetado y querido entre los chiíes, y el hecho de que Muqtada sobreviviera a los intentos de asesinato fue interpretado como una señal divina, por lo que muchos empezaron a venerarlo.

La historia de martirio de su familia es una de las principales bazas de Muqtada, y es habitual verle vestido con un sudario blanco, símbolo de que quien lo porta muestra está dispuesto a morir. 

Tales son los niveles de devoción hacia el clérigo que durante la ejecución de Sadam en 2006, un miembro del grupo de ejecutores gritó al dictador "larga vida a Muqtada al Sadr" y cientos corearon su nombre mientras el autócrata se balanceaba en la horca.

LÍDER MILICIANO

Muqtada lideró la resistencia frente a la invasión de Estados Unidos en 2003 gracias al llamado Ejército de Al Mahdi, una milicia que luchó contra las tropas extranjeras en el sur de Irak y Bagdad y que se calcula que segó la vida de más de 600 soldados estadounidenses.

Esta misma milicia, acusada de perpetrar numerosos crímenes y de aterrorizar a la población que no profesaba el chiísmo, participó en la guerra sectaria que ensangrentó el país entre 2006 y 2007.

El Ejército de Al Mahdi fue una fuente de apoyo fundamental para los chiíes más pobres, ya que durante la guerra también se encargó de proteger a los devotos de esta rama del islam, así como de proporcionarles generadores para la electricidad, comida y otros productos básicos, algo que incrementó la popularidad de Al Sadr.

La oleada de críticas contra la milicia provocó que el clérigo la disolviera en 2008, y posteriormente desarrolló un papel más político, consiguiendo representación en el Parlamento y en los Ministerios de Salud y Transporte, unos de los departamentos que ofrecen más empleos y que distribuyó entre sus acólitos.