DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos (AP) — Irán celebrará una segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la que se enfrentarán un reformista poco conocido y un antiguo negociador nuclear de línea dura, luego de que los resultados difundidos el sábado mostraran la participación electoral más baja en la historia de la república islámica.
Más del 60% de los votantes no acudieron a las urnas en la contienda en la que el reformista Masoud Pezeshkian se impuso a Saeed Jalili. En los comicios también participaron otros dos candidatos conservadores.
Ahora Jalili se encuentra solo frente al cirujano cardíaco, por lo que el equipo de campaña de Pezeshkian necesitaría atraer a los votantes a la segunda vuelta del 5 de julio en unas elecciones en las que, por lo demás, han participado poco, ya que la ira del electorado se ha incrementado tras años de dificultades económicas y protestas masivas en Irán bajo su teocracia chií.
"Veámoslo como una protesta en toda regla: una decisión muy generalizada de rechazar lo que se ofrece, tanto a los candidatos como al sistema", dijo Sanam Vakil, director del programa para Oriente Medio y África septentrional del centro de estudios Chatham House. "Eso nos dice mucho sobre la opinión pública y la apatía, la frustración. En cierto modo conjunta todo".
De los 24,5 millones de votos emitidos en las elecciones del viernes, Pezeshkian obtuvo 10,4 millones, mientras que Jalili recibió 9,4 millones, según anunció el vocero electoral Mohsen Eslami. El presidente del Parlamento, Mohammad Bagher Qalibaf, obtuvo 3,3 millones, mientras que el clérigo chií Mostafa Pourmohammadi superó los 206.000 votos.
La ley iraní exige que el ganador obtenga más del 50% de los votos emitidos. En caso contrario, los dos candidatos más votados pasan a una segunda vuelta una semana después. En la historia de Irán sólo ha habido otra segunda vuelta de las elecciones presidenciales: en 2005, cuando Mahmud Ahmadineyad, de línea dura, se impuso al expresidente Akbar Hashemi Rafsanjani.
Según viene ocurriendo desde la Revolución Islámica de 1979, se ha prohibido presentarse a las elecciones a las mujeres y a quienes abogan por un cambio radical. La votación en sí no contará con el monitoreo de observadores reconocidos internacionalmente.
Hubo indicios del desencanto de la población con las elecciones. Más de un millón de votos fueron anulados, según los resultados, lo que suele indicar que la gente se siente obligada a votar pero no quiere elegir a ninguno de los candidatos.
La participación global fue del 39,9%, de acuerdo con los resultados. En las elecciones presidenciales de 2021, en las que Raisi fue elegido, la participación fue del 48,8%, mientras que en las parlamentarias de marzo fue del 40,6%.
Hubo exhortaciones a boicotear los comicios, entre ellos de Narges Mohammadi, la ganadora del Premio Nobel de la Paz que se encuentra encarcelada. Mir Hossein Mousavi, uno de los líderes de las protestas del Movimiento Verde de 2009 y que se encuentra bajo arresto domiciliario, también se ha negado a votar junto con su esposa, dijo su hija.
Además, se ha criticado el hecho de que Pezeshkian sea simplemente otro candidato más que cuenta con el sello de aprobación del gobierno. En un documental sobre el candidato reformista transmitido por la televisión estatal, una mujer dijo que su generación se "encamina hacia el mismo nivel" de animosidad hacia el gobierno que la generación de Pezeshkian tenía en la revolución de 1979.
Jalili, de quien alguna vez el director de la CIA Bill Burns dijo que era "increíblemente opaco" en las negociaciones, probablemente habría ganado si los votos no se hubieran dividido entre los tres candidatos conservadores. Jalili es conocido como el "mártir viviente" por haber perdido una pierna en la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980, y es famoso entre los diplomáticos occidentales por sus arengas y sus posturas de línea dura.
Se pensaba que Qalibaf, exgeneral de la Guardia Revolucionaria y jefe de la policía iraní, tenía una base de poder más amplia, a pesar de las acusaciones de corrupción que pesan sobre él y del papel que desempeñó en represiones violentas del pasado.
Mientras tanto, la república islámica sigue enriqueciendo uranio a niveles cercanos a los requeridos para fabricar armas, y cuenta con una reserva lo suficientemente grande para construir —si así lo decidiera— varias armas atómicas.