JERUSALÉN (AP) — Una explosión en el sur de Gaza mató a ocho soldados israelíes, según informó el ejército el sábado, en lo que constituye el ataque más mortífero contra las fuerzas israelíes en meses.
El ataque, que se registró después de más de ocho meses de una guerra encarnizada que no parece que vaya a terminar pronto, probablemente alimentará nuevas peticiones de alto el fuego por parte de los manifestantes israelíes. Además, tuvo lugar en un momento en que el gobierno se enfrenta a la indignación generalizada por las exenciones del servicio militar para los jóvenes ultraortodoxos.
Israel lanzó una invasión aérea y terrestre en Gaza en respuesta a un ataque transfronterizo perpetrado por Hamás y otros milicianos el 7 de octubre, en el que fueron asesinadas unas 1.200 personas y otras 250 fueron tomadas como rehenes. La ofensiva israelí ha matado a más de 37.000 palestinos, según las autoridades de salud locales, que no distinguen entre civiles y combatientes. También ha desencadenado un desastre humanitario en Gaza, donde más del 80% de la población se ha visto desplazada y las restricciones israelíes y los continuos combates han obstaculizado los esfuerzos por hacer llegar la ayuda humanitaria, lo que ha provocado un hambre generalizada.
La explosión del sábado tuvo lugar en Rafah, ciudad meridional que Israel ha identificado como el último gran bastión de Hamás. Israel envió tropas terrestres a la ciudad a principios de mayo y no ha indicado cuándo terminará la operación.
"Sabían que tendrían que sacrificar sus vidas, pero lo hicieron para que pudiéramos vivir en este país. Les saludo y abrazo a sus familias", dijo el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Israel Katz, en un mensaje en X, antes Twitter.
En enero, 21 soldados israelíes murieron en un único ataque de los milicianos palestinos en Gaza.
El presidente Joe Biden presentó a principios de este mes una nueva propuesta de alto el fuego que busca la liberación de los aproximadamente 120 rehenes que permanecen en Gaza y el fin de los combates. Aunque la comunidad internacional ha respaldado ampliamente el plan, tanto Israel como Hamás han expresado sus recelos. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirma que no detendrá la guerra hasta conseguir el doble objetivo de destruir la capacidad militar y de gobierno de Hamás.
La guerra en curso ha dividido a la opinión pública israelí, y decenas de miles de personas ha salido a la calle cada sábado por la noche para pedir al gobierno que llegue a un acuerdo que devuelva a los rehenes a casa. El gobierno israelí ya ha dado por muertos a más de 40 de los rehenes en manos de Hamás, y las autoridades temen que el número aumente cuanto más tiempo permanezcan en cautividad.
El sábado estaban previstas más protestas.
La explosión mortal sucedió, además, días después de que la coalición de Netanyahu votara a favor de prorrogar las controvertidas exenciones del servicio militar obligatorio concedidas a los hombres ultraortodoxos.
Aunque la votación era sólo formal, causó un gran revuelo en un momento en que Israel sigue luchando contra los milicianos de Hamás en Gaza y los milicianos de Hezbollah a lo largo de la frontera septentrional del país con el Líbano, y el número de muertos sigue aumentando. Más de 600 soldados fueron asesinados en combates desde el 7 de octubre, según el ejército.
El mes pasado, la Corte Suprema de Israel ordenó poner fin a las subvenciones del gobierno a los hombres ultraortodoxos que no prestan servicio en el ejército. Pero el gobierno de Netanyahu, que incluye a partidos ultraortodoxos políticamente poderosos, ha encontrado formas de mantener el flujo de dinero hacia las instituciones religiosas.
El gobierno sigue teniendo órdenes de aprobar un nuevo proyecto de ley.