El golpe que dio la organización islamista Hamas en Israel, exhibiendo que el país que se considera tiene el mejor sistema de inteligencia en el mundo, tiene su talón de Aquiles, y ha dado inicio a una nueva guerra con Gaza en un conflicto que parece no tener fin.
La fundación misma de Israel está en el origen del conflicto con los palestinos. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó en 1947, al término de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, un plan para la partición de Palestina, que permitiera la creación del Estado de Israel en una zona considerada sagrada por los judíos.
Sin embargo, los árabes no aceptaron el plan que implicaba una pérdida de un territorio que también consideran sagrado. Aun así, Israel se fundó el 14 de mayo de 1948. La inestabilidad ha sido una constante desde entonces, igual que la pérdida de territorio palestinos. Cientos de miles de palestinos tuvieron que salir huyendo, o fueron expulsados de sus hogares, y la Guerra de los Seis Días, en 1967, implicó la captura, por parte de Israel, de la Franja de Gaza.
Los palestinos exigen un Estado independiente, los israelíes poder vivir también en paz en su propio Estado. Pero el diablo está en los detalles, y las diferencias son tan irreconciliables, que las últimas negociaciones serias de paz fueron en el año 2000, hace más de dos décadas.
Tanto Israel como los palestinos reclaman tener Jerusalén oriental como su capital. Considerada sagrada para judíos, musulmanes y cristianos, es uno de los factores más complicados en los que ninguno de los bandos está dispuesto a ceder. Los palestinos quieren también que su Estado tenga los límites territoriales previos a 1967, algo que Israel rechaza.
El fin de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados, en Cisjordania, es otro reclamo palestino en el que Israel no cede. El último de los conflictos tiene que ver con los refugiados palestinos, que exige poder regresar a su tierra. Israel se niega, señalando que la cantidad es tal -más de 10 millones, según datos palestinos-, que perdería su identidad como Estado judío.
En este estado de cosas, Hamas, el Movimiento de Resistencia Islámica que se creó tras la intifada o levantamiento palestino de 1987, ha ganado poder e influencia, a expensas de la debilidad de la Autoridad Palestina.
Decidido a lograr la liberación palestina, el movimiento, considerado terrorista por Israel, Estados Unidos y otros países, ha recurrido a atentados con bombas para presionar a Israel y sembrar el miedo, a la vez que gana influencia entre los jóvenes palestinos y hoy controla la Franja de Gaza.
La Autoridad Palestina considera las tácticas de Hamas contraproducentes para lograr la liberación palestina, pero encuestas revelan que los palestinos más jóvenes cada vez confían menos en que una solución pacífica, política, sea posible con Israel.
Estos jóvenes consideran la solución de dos Estados como "irreal". Desconfían que Israel ceda un ápice en sus posturas y han terminado por pensar que los dos Estados no es más que la letanía que repite Occidente para convencer al mundo de que está buscando una solución en Medio Oriente que ellos ven cada vez más lejos.
Israel responderá con toda su fuerza al desafío de Hamas, pero son los palestinos quienes sufrirán las consecuencias. El conflicto se alarga, igual que el odio, en una región donde la paz parece ser una vana ilusión.