“Mamá está en el mar”

Huérfanos, la otra cara de la peligrosa travesía de los migrantes

Las Palmas de Gran Canaria, Esp.- Lo primero que Aissata, de ocho años, le dijo a su padre por teléfono desde el hospital después de once días a la deriva en el Atlántico fue “mamá no está, está en el mar”; el pequeño Seidou, de cinco, se refugia en su muñeco de Spiderman y se niega a aceptar que la suya ya nunca llegará y Amina, de seis, aún no puede articular palabra.

Casi 17.000 migrantes llegaron a las islas Canarias (España) en lo que va de año desde las costas atlánticas de África en travesías que a veces superan los 1.000 kilómetros, otros 889 murieron en el intento, según los datos -siempre de mínimos- de Naciones Unidas, entre ellos al menos 202 mujeres.

En esa cifra están las madres de Aissata, Seidou y Amina, tres menores de Costa de Marfil que forman parte de la extensa lista de huérfanos que genera mes tras mes la Ruta Canaria de la inmigración, en el caso de las dos niñas con la modalidad más terrible: la de quienes contemplan, aún incapaces de comprender su destino, cómo la madre que intentaba ofrecerles un futuro en Europa muere y desaparece bajo las aguas.

Habían pasado tres semanas, desde que Salvamento Marítimo rescató a Aissate de una de las travesías más tremendas de este año en la Ruta Canaria: la de un barco donde murieron 29 de las 55 personas que iban a bordo, incluidas siete niñas, como ella.

“En una patera a la deriva en el Atlántico, sin agua ni comida, al séptimo u octavo día están arrojando cadáveres por la borda, seguro”, dice Enrique, el director del centro de menores del Gobierno de Canarias. «¿Te imaginas que eres un niñoen esta situación? ¿Qué piensas cuándo ves que lanzan al mar a otro niño? ¿No te preguntas si serás el siguiente?».

Aissata es una niña “muy buena”, siempre “calladita”. Llegó a tierra al cuidado de una supuesta tía que, en realidad, solo era una mujer a la que su madre conoció en la patera y a la que confió a la niña y su pasaporte cuando sospechó que no iba a sobrevivir. 

Aissata no habla con hombres, los evita. Hace poco que se abrió a sus educadores: “La patera estaba parada. Unos hombres malos tiraron a mi madre al mar”.