Visita histórica del papa Francisco a Timor Oriental

Impacto de la visita papal en la sociedad timorense

DILI, Timor Oriental (AP) — El papa Francisco recibió una entusiasta bienvenida el lunes a su llegada a Timor Oriental para celebrar su recuperación de una sangrienta y traumática lucha de independencia, a pesar de que reconoció de forma indirecta un escándalo de abusos que implica a un héroe de independencia ganador del Nobel de la Paz.

Los timorenses abarrotaron el recorrido de la caravana de Francisco entre el aeropuerto y la ciudad, con banderas vaticanas y timorenses y paraguas blancos y amarillos —los colores de la Santa Sede— para cubrirse del abrasador sol de mediodía.

"¡Viva el papa!" exclamaban a su paso. El papa, de 87 años, pareció disfrutar del recibimiento y sonreía ampliamente desde el auto, saludando mientras pasaba antes sucesivos carteles con su imagen y palabras de bienvenida.

Timor Oriental, de abrumadora mayoría católica, es uno de los países más pobres del mundo y recibió al pontífice poco después del 25 aniversario del referendo respaldado por Naciones Unidas que allanó el camino a la independencia de Indonesia.

Era un ambiente muy diferente al de la última visita papal. San Juan Pablo II llegó en 1989, cuando Timor aún era una región ocupada por Indonesia y luchaba por liberarse.

Una década más tarde, después de que Timor votara de forma abrumadora a favor de la independencia, el ejército indonesio respondió con una campaña de tierra quemada que destruyó el 80% de la infraestructura del país y conmocionó al mundo. En total, hasta 200.000 personas murieron durante los 24 años de mandato indonesio.

La visita de Juan Pablo, que culminó con una gran misa en la costa cerca de Dili, ayudó a llamar la atención internacional sobre la situación de los timorenses y denunciar la opresiva ocupación indonesia.

Francisco llegó a Dili desde Papúa Nueva Guinea para iniciar la tercera etapa de su viaje por el sureste asiático y Oceanía. El presidente, José Ramos-Horta, y el primer ministro, Xanana Gusmao, dos de los héroes de independencia más venerados del país, recibieron a Francisco en el aeropuerto y se reunirían con él en privado.

En declaraciones a ellos y otros mandatarios el lunes, Francisco elogió al pueblo timorense por recuperarse de su "prueba y sufrimiento más grande" para poner a Timor Oriental en la senda del desarrollo pacífico. Y les felicitó por reconciliarse con Indonesia.

Sin embargo, dijo que ahora el país, el más nuevo de Asia, enfrentaba nuevos desafíos y problemas como la emigración y la pobreza, así como el alcoholismo y la violencia relacionada con pandillas de artes marciales.

"No olvidemos tampoco que estos niños y adolescentes vieron violada su dignidad", dijo Francisco. "En respuesta, todos estamos llamando a hacer todo lo posible por impedir cualquier clase de abuso y garantizar una infancia sana y pacífica para todos los jóvenes".

Aunque genérica e indirecta, la referencia a los "abusos" recordaba al escándalo en torno al obispo timorense Carlos Ximenes Belo, que junto con Gusmao y Ramos-Horta está considerado como un héroe por sus esfuerzos en favor de la independencia de Timor.

Belo ganó el Nobel de la Paz en 1996 junto con Ramos-Horta por defender una solución justa y pacífica al conflicto.

Pero en 2022, el Vaticano reconoció que había sancionado en secreto a Belo en 2020 por agredir sexualmente a niños pequeños. Las sanciones incluían limitar sus movimientos y su ejercicio del sacerdocio y le prohibían tener contacto voluntario con menores o contactar a la propia Timor Oriental. Las sanciones se reforzaron en 2021.

Pese a las sanciones, confirmadas entonces por el vocero del Vaticano y reafirmadas la semana pasada antes del viaje de Francisco, muchos timorenses han mantenido su apoyo a Belo y rechazan, niegan o restan importancia a las denuncias de las víctimas. Algunos incluso confiaban en que Belo, que vive en Portugal, viajara al país para recibir a Francisco.

Otro sacerdote, el misionero estadounidense Richard Daschbach, también reconocido por su papel salvado vidas en la lucha de independencia, cumple una condena de 12 años en una prisión timorense por agredir a niñas de entornos desfavorecidos. La Iglesia le expulsó del sacerdocio.

Por su parte, Ramos-Horta dijo la semana pasada a The Associated Press que la visita de Francisco no era el momento de revisar los escándalos de la Iglesia. Aunque dijo que era un asunto que debía gestionar el Vaticano, que el papa comentara el asunto de los abusos durante su estancia "sería como juzgar a alguien dos veces", dijo a AP.

La vaga referencia de Francisco a los abusos parecía una forma de equilibrio diplomático, que reconocía los abusos pero respetaba los deseos del gobierno anfitrión y los sentimientos de la Iglesia local y los fieles timorenses.

El asunto también es delicado para el Vaticano, ya que no se ha reconocido qué sabía el Vaticano y desde cuándo acerca de Belo, cuya conducta fue un secreto a voces en Timor durante años, según los reportes.

Juan Pablo II le permitió retirarse como líder de la iglesia timorense con dos décadas de antelación, en 2002, a la temprana edad de 54 años, pero entonces fue enviado a Mozambique, donde trabajó con niños.

En una entrevista con AP en 2023, Francisco sugirió que se había permitido que Belo, como muchos otros antes y después, se retirase con discreción en lugar de enfrentar cualquier castigo por su mala conducta.

El Vaticano parece ahora tratar de ignorarle con discreción. Aunque un reporte del 28 de agosto en Vatican News reconocía a Belo por su papel en la lucha de independencia, la guía oficial de la delegación vaticana para el viaje ha eliminado cualquier mención a Belo en su breve historia sobre Timor y su lucha de independencia.

Apenas el 20% de la población timorense era católica cuando Indonesia invadió el país en 1975, poco después de que Portugal la abandonara como colonia. En total, en torno al 98% de los 1,3 millones de habitantes son católicos, lo que lo convierte en el país del mundo con una mayoría católica más alta aparte del Vaticano.

Francisco celebrará esa herencia el martes de forma especial cuando oficie una misa en la misma explanada costera donde Juan Pablo II ofreció su ceremonia en 1989 y dio ánimos a la población. Las autoridades esperan que unas 700.000 personas asistan a la misa del martes.

Las autoridades dijeron que unas 300.000 personas se habían registrado por adelantado a través de sus diócesis para asistir a la misa. Sin embargo, Ramos-Horta dijo que esperaba que acudieran unas 700.000 personas, incluidas algunas de la región indonesia de Timor Occidental, mientras que el Vaticano dio una previsión de 750.000 asistentes.