Nagurskoye, Rusia.- Durante la Guerra Fría, la base aérea rusa de Nagurskoye consistía en poco más que una pista, una estación meteorológica y un puesto de comunicaciones en el archipiélago Franz Josef Land.
Era un sitio remoto y desolado, habitado mayormente por osos polares, donde las temperaturas llegan a menos 42 grados centígrados (43 grados por debajo de cero Fahrenheit) y la nieve desaparece solo en agosto y parte de septiembre.
Hoy, la base militar más al norte que tiene Rusia está llena de misiles y radares, y cuenta con una amplia pista capaz de recibir todo tipo de aeronaves, incluidos bombarderos estratégicos con capacidad nuclear, que proyectan el poderío y la influencia de Moscú en el Ártico, en medio de una creciente competencia internacional por los grandes recursos naturales de la zona.
La instalación, con forma de trébol —un atrio central del que se desprenden tres grandes brazos—, está pintada con los colores de la bandera rusa y se encuentra en la Ruta Marítima del Norte, en la costa ártica rusa y que une los océanos Atlántico y Pacífico. Hay otros edificios en la isla, llamada Alexandra Land, con radares y equipo de comunicaciones, una estación meteorológica, un depósito de petróleo, hangares y sectores para la construcción.
Rusia trata de asegurarse influencia en amplios sectores del Ártico, en competencia con Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega, con miras a las oportunidades que ofrece el calentamiento del planeta, tanto en lo referente a la explotación de recursos naturales como a las rutas navieras. China también expresa creciente interés en la región, que se cree tiene una cuarta parte de las reservas de petróleo y gas de la Tierra no descubiertas.