Santiago de Chile.- Trabajadores apresurados corren para tomar el metro, otros saborean un café en una pausa laboral. Sería otro viernes corriente si no fuera por las decenas de policías alineados y los tanques que circulan por las calles de la Plaza Italia en la capital chilena.
Hace cinco años esta céntrica plazuela ardía en llamas y marcaba el inicio del estallido social que puso contra las cuerdas el sistema político de Chile en los disturbios más violentos desde el regreso de la democracia en 1990.
Pero media década después, poco o nada ha cambiado. Fue el 18 de octubre de 2019 cuando lo que comenzó como una protesta estudiantil contra la tarifa del transporte público pronto se convirtió en masivas manifestaciones. Duramente reprimidas por las fuerzas policiales, se saldaron con más de 30 muertos y miles de heridos. Los manifestantes marchaban, entre otras cosas, contra las bajas pensiones, el elevado costo de vida y, ante todo, pedían la redacción de una nueva Constitución que reemplazara a la heredada por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Pasados cinco años Chile se mantiene como uno de los países más caros de América Latina y las dos propuestas para reemplazar la Carta Magna fracasaron en plebiscitos populares.
A lo largo del viernes diversos actos recordaron “la marcha más grande de Chile”. Las pocas decenas de asistentes contrastaban con los dos millones que marcharon en octubre de 2019.
En manifestación en la Plaza de los Héroes, en los alrededores del Palacio de La Moneda, un grupo de estudiantes chocó con agentes de seguridad al arrojar piedras contra vehículos blindados, a lo que los uniformados respondieron con cañones de agua.