Una puerta trabada pudo aumentar la tragedia en mezquita de Nueva Zelanda

WELLINGTON, Nueva Zelanda (AP) — Cuando el asesino empezó a a disparar adentro de la mezquita Al Noor, Ahmed Alayedy corrió hacia la salida más cercana. Fue el primero en llegar.

“Traté de abrir la puerta”, relató. “Pero no se abrió”.

Alayedy y otros sobrevivientes a la matanza del 15 de marzo en Nueva Zelanda describieron a la Associated Press escenas de terror y confusión junto a una puerta lateral de la sala principal de la mezquita.

La gente se amontonó contra la puerta y Alayedy dice que le rompieron algunas costillas. Otro sobreviviente, Khaled Alnobani, dice que cree que 17 personas pudieron haber muerto en esa puerta.

Los investigadores seguramente estudiaron un nuevo sistema eléctrico para trabar la puerta que fue instalado pocos días antes del ataque. La mezquita dice que un electricista desactivó el sistema el día previo, pero algunos sobrevivientes no aceptan esa explicación. Lo que está claro es que nadie pudo abrir la puerta esa tarde.

El asesino se plantó en el centro del salón y la puerta era la única ruta de escapa para quienes estaban en ese sector, al menos hasta que la gente empezó a romper ventanas.

Cincuenta personas fueron asesinadas por un mismo individuo en dos mezquitas de Christchurch durante el ataque, incluidas 42 en Al Noor. Alayedy y otros sostienen que si la puerta hubiese estado abierta, como de costumbre en los servicios religiosos de los viernes, muchas personas que fallecieron se hubieran salvado.

Shagaf Khan, presidente de la Asociación Musulmana de Canterbury, que supervisa esa mezquita, dijo que la puerta fue cerrada sin trabas, igual que la puerta de entrada de una casa. Afirmó que no fue cerrada con llave y que era posible abrirla. Que tal vez la gente pensó que no podía abrirse por la confusión.

Indicó que un electricista había probado el nuevo sistema eléctrico el jueves y que lo había apagado para los servicios del viernes. Agregó que para abrir la puerta, lo único que había que hacer era correr una palanca. Dijo que fue casualidad, o tal vez porque era un día frío, que la puerta estaba cerrada y no abierta, como de costumbre.

“Los viernes la puerta permanece abierta”, expresó. “Pero este viernes nadie la había abierto”.

Dijo que estaba de acuerdo en que, de haber estado abierta, más gente se habría salvado.

“Hubiera sido fácil salir de allí”, comentó. “Pero nadie estaba preparado para esto. Nos preparamos para una emergencia, como un incendio o un terremoto, y la gente hubiera tenido tiempo de salir. Esto fue algo totalmente diferente. No planificas este tipo de emergencia”.

Aleyedy no recuerda si trató de correr la palanca. Alnobani dijo que intentó abrir la puerta y no pudo, a pesar de que sabía cómo funcionaba la palanca. Él cree que la puerta había sido trabada electrónicamente. Bastaba apretar un botón para destrabarla, pero nadie conocía el nuevo sistema.

Khan aseguró que la mezquita cumplía con todas las ordenanzas, que requieren salidas de emergencia despejadas, de fácil acceso y que no están trabadas.

La policía dijo que está investigando y que no comentará el tema por ahora.

Robert Wright, director de la dependencia municipal que supervisa las construcciones, dijo en un correo electrónico que la mezquita cumplía con todos los requisitos.

Alayedy, de 30 años, declaró que el día del ataque había estado escuchando la prédica del imán Gamal Fouda cuando escuchó seis o siete tiros. Pensó que era un problema eléctrico, hasta que escuchó los gritos de la gente y corrió hacia la puerta.

“Todos los hermanos se abalanzaron, uno encima del otro”, relató.

Al no poder abrir la puerta, trató de romper un pedazo hexagonal de vidrio en la parte baja de la puerta. No pudo hacerlo de entrada, hasta que lo golpeó con su rodilla. Logró arrastrarse hacia afuera y se alejó corriendo.

Alayedy, un chef de Jordania que se radicó en Nueva Zelanda hace nueve años, dijo que tiene un hijo de tres años y que su esposa dará a luz una niña en las próximas semanas.

Contó que trató de ayudar a la gente a escapar por sobre un muro, pero él no pudo hacerlo por las lesiones en las costillas.

Otro sobreviviente se cubrió los ojos con los brazos y atravesó otro vidrio, abriendo una segunda ruta de escape. Tarik Chenafa dijo que escuchó un ta-ta-ta-ta-ta y supo de inmediato que era un arma automática porque hizo dos años de servicio militar obligatorio en Argelia.

"Sabía que alguien nos quería matar”, expresó.

Alnobani afirmó que cuando llegó a la mezquita el viernes se dio cuenta de que la puerta lateral estaba cerrada y pensó en abrirla, pero desistió al ver que había algunos ancianos cerca de ella. Hacía bastante frío, de modo que la dejó cerrada.

Alnobani dijo que pudo escapar por los vidrios rotos. Regresó a ayudar a un hombre que trataba de sacar a su hijo. Luego ayudó al padre.

Posteriormente quiso ayudar a una tercera persona a que saliese por el mismo agujero, pero el hombre fue baleado por el asesino.

El asesino salió a buscar otra arma a su auto, indicó Alnobani, y al regresar empezó a dispararle a él. Pero pudo escaparse y llevó en auto a dos heridos a un hospital.

Un australiano de 28 años fue acusado de los asesinatos.