¿Existe realmente ese místico sentimiento de amistad navideña? ¿Y cuándo y dónde se originaron estas tradiciones tan especiales?
Conforme se acerca el solsticio de invierno, (a fines de diciembre) por el bajo ángulo de iluminación del Sol, en nuestro hemisferio norte los días se hacen más cortos y baja la temperatura. Esto tiene un efecto psicológico de tristeza y nostalgia, las tasas de depresión y los suicidios aumentan en diciembre.
En la Europa antigua, pasar el invierno era una prueba terrible; sin luz, ni calefacción, con muy poco alimento disponible, se dependía totalmente de lo almacenado en el otoño. Mucha gente moría de frio, sin saber por qué ocurría la escasez. Este justificado miedo parece haber quedado grabado en nuestro inconsciente colectivo y todavía por esas fechas nos deprimimos y añoramos compañía; instintivamente sentimos preocupación por traer alimento a casa. En la mayoría de las culturas que pasaban estos problemas se inventaban ceremonias para contentar a los dioses y tener esperanza de una pronta nueva primavera.
En los países de Europa del norte la tradición del “Yule Log” era cortar un tronco grueso y mantenerlo encendido por varios días. (The 12 days of Christmas) Se colocaba un pequeño abeto o pino (que parecía inmune al invierno) dentro de la casa, decorándolo con manzanas. Muchos animales domésticos eran sacrificados pues no se les podía mantener y las cenas eran abundantes y se compartían con los vecinos.
Al sur, en Roma una semana antes del solsticio se celebraban las Saturnales, una especie de carnaval, y dentro de este se celebraba también la juvenalia para los niños. Al mismo tiempo, en los círculos oficiales, se conmemoraba el renacimiento de Mitra, el Sol Invicto que renacía después de la amenazadora oscuridad anual.
Mientras tanto, una nueva religión se expandía por el Imperio. En el cristianismo solo conmemoraba la Pascua, la semana santa, el sacrificio y resurrección de Cristo. La biblia no precisaba la fecha del nacimiento de Jesús… y para el siglo IV ya se tenía un conflicto, un misionero enviado por el Papa Gregorio al norte europeo, reporto que por allá celebraban unas fiestas desenfrenadas llamadas del Yule y las Saturnales, llenas de excesos y libertinaje, y aunque contrarios a la doctrina cristiana, serían muy difíciles de prohibir.
La respuesta del papa fue estratégica: “Si no puedes vencerlos… úneteles”. Colocando la fecha de la Natividad de Cristo el 25 de diciembre daría a la iglesia cierto control de esta festividad pagana. Con el tiempo se les podría convencer para disminuir los excesos y convertirlos a la nueva fe. Con himnos y leyendas podrían enseñarse gradualmente los nuevos mitos y tradiciones cristianas. A esto se le llama Sincretismo, mantener la tradición, pero cambiando los personajes. Algo similar ocurriría en México en el siglo XVI cuando se reemplazó la festividad pagana de Tonantzin, una antigua diosa azteca, con la aparición de la Virgen cristiana.
A lo largo de los siglos, las leyendas y costumbres siguieron agregándose, para fortuna de la fiesta. La Navidad actual es una combinación de ideas y circunstancias. En Inglaterra en 1884 Charles Dickens escribió el best seller “Cuento de Navidad” toda una crítica a la sociedad materialista, capitalista de la época industrial; mostrando la avaricia y redención de su personaje principal “Scrooge” y enseñando la importancia de pasar una feliz navidad en compañía familiar. Ya en el siglo XX se incorpora la figura de Santa Claus, basada en la leyenda Turca de San Nicolas un monje generoso que traía regalos a los niños pobres. La Coca Cola, en su publicidad mundial definió los colores, el trineo volador y los ocho renos que lo jalaban por el cielo. La canción de “Rudolph the Red-Nose Reindeer” hasta le puso nombre a cada uno. Sin olvidar “El Niño del Tambor” quien guía a los pastores y peregrinos al pesebre de Belén, al son de su tambor. Exquisitas leyendas que quisiéramos seguir creyendo por siempre pues emanaban esperanzas para la humanidad y sus tradiciones. ¡Como disfrutábamos los villancicos que nos trasportaban a un mundo mágico de nieve y estrellas!
Recordamos con nostalgia el México del siglo pasado, sin memes ni tarjetas digitales, solo las posadas, el ponche, el pesebre y nuestros excesos. La navidad mexicana era grandiosa. A las tradiciones nórdicas se les sumaban las católicas y aun otras locales. Todo diciembre era fiesta, desde antes del 12, con las peregrinaciones a la Villa, a visitar a la Virgen de Guadalupe. Las posadas se iniciaban desde el día 16 en cada colonia o barrio con la clásica canción para pedir posada que nadie se aprendía por completo, el ponche y las piñatas. En cada casa se ponía el árbol con esferas y luces en lugar de manzanas y velas. En el pesebre o nacimiento se colocaban figuras de la sagrada familia, algodón en la cuna del niño Dios, heno y ovejas. Toda una gran mezcla feliz de tradiciones y tiempos, para agasajo de los niños. Recuerdo las caritas ansiosas de mis niñas al despertarse y bajar a ver el árbol con las luces y sus regalos.
¿Y por qué habría de detenerse la fiesta? ¡Continuaba! Con los regalos de reyes, el 6 de enero. Y con los muñecos de la rosca, cortados ante testigos, se definían quienes pondrían los tamales y el atole de La Candelaria, el 2 de febrero. ¡Ah, tiempos aquellos! ¿Dónde quedarían?
Estas bellas tradiciones mexicanas, tan occidentales, tan nuestra cultura. Son importantes, a nivel familiar y social, ¡No deben desaparecer! merecen respeto, debemos apartarlas del ridículo consumismo, del espectáculo político, de la competencia y búsqueda de estatus. Están dentro de nosotros, desde cuando la gente se moría por el frio, hambre y soledad. Tenemos que vivirlas y disfrutarlas de corazón.
gonzalez7063 @hotmail.com
Debido al ángulo de rotación de la Tierra respecto al Sol acercándose el 24 de diciembre, el Solsticio de invierno, los días se hacen más cortos acercándose. Luego empiezan a aumentar su duración nuevamente.
Las costumbres navideñas de cada país se fusionaron para una nueva festividad de confraternidad y anhelo de amor universal. Unas de las pocas buenas ideas de nuestro mundo occidental.
Recomendamos el film de 1984 basado en la novela de Charles Dickens “Cuento
de Navidad” best seller de Londres en 1834.
Mas nos vale recordar este modelo de como celebrar la Natividad.