México ante Venezuela: ¿indiferente o responsable?

Lic. Raúl Vega Castellanos

México ha sido recientemente criticado por no formar parte del grupo de países que de la mano de Washington reconocieron el gobierno autoproclamado de Juan Guaidó en Venezuela. Guaidó, en una carta dirigida al estado mexicano, le invita a ponerse del lado correcto de la historia y a no apoyar al opresor. El interino venezolano parece desconocer la directriz mexicana de la doctrina Estrada, ésta básicamente renuncia a la injerencia en asuntos internos extranjeros y afirma la autodeterminación de las naciones como un derecho inalienable, básicamente es una doctrina espejo: lo que hago es lo que solicito y espero de otros. Además la doctrina es una operación diplomática defensiva que trataba de librar a México de la necesidad de reconocimiento de gobiernos extranjeros. Como ejemplo podemos recordar como México fue el único país de América Latina que no rompió relaciones con Cuba desde 1962 o, recientemente, se abstuvo de mudar embajadas a Jerusalén tras el arbitrario reconocimiento de Trump del Estado de Israel.

La postura es de todo adecuada y difícil de sostener ya que el conflicto venezolano cuenta con una guerra mediática insidiosa que busca cargar las opiniones del público y apoyar unánimemente la transición política en la nación sudamericana a como dé lugar, incluso vía intervención militar extranjera, dicha agresión mediática incluye disparates de Trump como la amenaza de limpiar el desorden que es Venezuela. Pero hay que hacerse las preguntas importantes antes de formar filas ¿Con que derecho? ¿Porque Venezuela? ¿Por qué ahora? El régimen de Maduro asegura que se trata de ambiciones imperialistas para hacerse con el control de las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo. Expertos analistas aseguran que siendo que el presidente Trump no es un defensor de los derechos humanos ni de las instituciones democráticas, las duras políticas hacia la crisis venezolana responde a motivos electorales, pues aspira a reelegirse y busca una crisis que se pueda resolver antes de las elecciones. Mientras que el ex presidente uruguayo José Mujica en entrevista para la BBC dijo: “si el gran imperio no va a aceptar de brazos cruzados que el petróleo venezolano quede administrado por China, estamos frente a una eventualidad de guerra.”

Viéndolo de cerca y sosegadamente la situación no resulta tan fácil de definir. La autoproclamación de Guaidó y el apoyo de Trump son eventos sin precedentes en la historia de las naciones civilizadas. En realidad Guaidó no ostenta ningún poder político en el país, lo que lo fortalece es el apoyo internacional y el ardor del pueblo. Constitucionalmente hablando debería abrir un proceso de votación democrática a los 30 días de su proclama presidencial, hasta la fecha no hay esa alternativa. La decisión de reconocer su gobierno no posee efectividad ya que no puede dirigir la vida política del país y cierra la opción democrática.

Ante la falta de canales de comunicación y de diálogo entre las facciones dentro de Venezuela el gobierno autoproclamado de Guaidó tiene únicamente tres caminos: un levantamiento militar al interior del país, una población civil insurrecta y, la que Guaidó ha dicho que no descarta, la intervención extranjera. Así el problema de fondo se hace evidente: las tres opciones anteriores conllevarían pérdidas humanas y derramamiento de sangre no solo en Venezuela sino también en los países aledaños como Brasil y Colombia, el verdadero asunto aquí es evitar la guerra y elegir el camino de la paz.

La intención del gobierno mexicano al no dar apoyo directo a la autoproclamación de Guaidó ni al régimen de Maduro es también una invitación al diálogo en Venezuela. La fórmula adecuada para alcanzar la calma es la apertura de elecciones generales con vigilancia internacional que garantice la participación activa de todas las corrientes políticas del país. Otorgar reconocimiento a un presidente no elegido democráticamente, dentro de un país profundamente polarizado, donde hay riesgos grandes de guerra civil, con la amenaza explícita de intervención militar de los Estados Unidos es exactamente lo opuesto, es más bien prender la mecha. Como bien apunta Noam Chomsky: “Al reconocer al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como el nuevo presidente de Venezuela, algo ilegal bajo la Carta de la OEA, el Gobierno de Donald Trump ha acelerado la crisis política de Venezuela con la esperanza de dividir a los militares venezolanos y polarizar aún más a la población, obligándolos a elegir bandos”

Uno de los problemas con los que de entrada se topa la vía de las elecciones generales es que al régimen venezolano en el poder no se le ofrecen alternativas. A Maduro se le pide que para empezar se rinda, que ya después se pondrán de acuerdo, no se le brindan alternativas que es lo que se hace cuando se desea evitar la guerra, incluso Trump amenaza diciendo disparates como que lo llevarán a Guantánamo. Nada de esto es legítimo, desde el punto de vista del derecho internacional este acto es una intervención extranjera lisa y llanamente. Maduro de ninguna manera va a salir de Miraflores sonriendo, tampoco se va a quedar de brazos cruzados ante la marcha militar norteamericana en Caracas. Todo parece indicar que se busca propiciar lo que Trump y su séquito tanto desean: otra guerra.

Mientras hay voces conscientes que claman a la razón y a la moderación, hay grupos aun dentro de los Estados Unidos que condenan la política exterior norteamericana como los 70 intelectuales que encabezados por Noam Chomsky y John Pilger en una carta abierta suplican a los actores internacionales que apoyen las negociaciones en vez de atizar el fuego de las injusticias del régimen Maduro que, hablando con franqueza, ha recibido sanciones económicas draconianas arbitrarias de los Estados Unidos siendo que, según el derecho internacional, pueden ser únicamente impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Y aunque dichas sanciones no son las causa, como acusa Maduro de la situación económica que vive su país, hoy en día son la causa del nivel de miseria que azota al pueblo venezolano y las más recientes medidas tienen como objetivo indiscutible generar el quiebre del régimen de Nicolás Maduro a costa del sufrimiento de los venezolanos.

Así pues, debajo del agresivo ataque mediático, la crisis socioeconómica venezolana producto de factores externos e internos, la fiebre que parece llevar a muchos países irresponsablemente a clamar por la destitución inmediata del régimen tiránico puede ser nada más el canto de las sirenas que nos lleva a un nuevo escenario de guerra, muerte, ocupación e intervención del autoproclamado policía del mundo que dejará, como su historia de intervenciones lo evidencia, a los venezolanos destrozados con las manos vacías, y a los norteamericanos con los bolsillos llenos, y posiblemente, un nuevo turno presidencial para Trump. La actitud mexicana es responsable y acertada para contribuir a la resolución de las crisis políticas y humanitarias pero falta que el régimen en efecto realice lo que le compete.