Por más de cuatro meses, Sol vivió ahí, después encontró un empleo y ahora vive con sus hijos, el mayor está por concluir la secundaria.
"En Alternativas Pacíficas aprendí que debo amarme como soy, que valgo mucho, sé que nada puede detenerme, soy capaz de sacar a mis hijos adelante. No debo aguantar ningún tipo de maltrato".
A tres años de su estancia en el refugio, la mujer, que cambió su nombre a Sol, lamentó que los recursos de estos centros estén en riesgo y pidió al gobierno no dejar de apoyar a miles de mujeres que no tienen otra opción más que huir.
"Cuando llegué a pedir ayuda, era otra, miedosa, insegura, deprimida, con mi autoestima por los suelos, no comprendo cómo permití tanta violencia, golpes y humillaciones. Ahora miro a los demás, siempre con la cabeza en alto, y eso lo logré con el apoyo del refugio que me dio techo, comida y cariño.
"Espero que no quiten el dinero, estoy segura de que muchas mujeres necesitan ayuda así como yo la necesité. Sería muy triste que no tengan una puerta para tocar".
A su petición se sumó Clara, quien vivió en un refugio de Chihuahua en 2017, entonces tenía 24 años. Al lugar llegó golpeada y muy triste porque su novio la contagió del virus del papiloma humano y en lugar de acompañarla en el tratamiento, le pegó "hasta el cansancio".
Una amiga le contó del refugio: "Me abrió los ojos, yo no creía que necesitaba ayuda. La directora del refugio me apoyó para sentirme segura, a tomar mis decisiones y a entender que nadie debía ponerme un dedo encima y mucho menos obligarme a tener relaciones sexuales sin condón".
En la actualidad, Clara estudia sicología porque sueña con devolver un poco de la ayuda que le dieron y convertirse en voluntaria en uno de los refugios para mujeres destinados a atender a las víctimas de violencia extrema.
"Quiero aportar algo, por eso me preparo, ojalá que no dejen sin recursos a los refugios, espero tener la oportunidad de ayudar en uno de ellos", concluye.