“Chava” siente que las rodillas le tiemblan en los llamados de auxilio por eventos criminales, pero hay que “tener aplomo”. El joven paramédico respira hondo y ágil sube a la ambulancia. “Aquí no hay malos ni buenos, sólo personas que atender”.
Lleva más de 10 años de servicio en la Cruz Roja Mexicana, de los que cuenta experiencias conmovedoras y de peligro, pero nunca de “tan alto riesgo” como las vividas en 2019, con decenas de heridos por violencia delictiva “y el panorama pinta peor este año”, acota.
La situación de mayor impacto en los servicios comenzó en 2018, y desde entonces va en ascenso por ataques, balaceras, asaltos. “Nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo de forma profesional y que Dios nos bendiga a todos”, dice.
Paramédicos de Salamanca, Irapuato y Celaya, con formación y certificación como técnicos en Urgencias Médicas, coinciden en que su trabajo tomó niveles de muy alto riesgo y que la violencia abarca zonas urbanas y rurales, además de que provocó la salida de socorristas voluntarios.
“Para poder ayudar hay que cuidarse de las balas”, afirma “Chava”. “Lo más importante es la atención de los pacientes sin importar quién sea o lo que haya hecho, no me toca juzgar; como profesional de la salud hay que dar todo para preservar la vida de esas personas”, explica.
En los registros de incidencia delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Guanajuato se encuentra en la cúspide nacional en homicidios dolosos en 2019, con 3 mil 450 víctimas. El gobierno estatal atribuye al menos 92% de los crímenes al pleito entre cárteles criminales por el territorio.
El año pasado, la delegación de la Cruz Roja de Irapuato brindó más de 15 mil servicios de urgencias, 42 cada 24 horas. Tan sólo durante la primera quincena de enero de este año se ha registrado un incremento de 20% en atenciones, con relación al mismo periodo del ejercicio pasado. En Salamanca se estima que la institución proporcionó alrededor de 7 mil servicios.