2024- Cursi estreno

Confieso que siempre me he resistido a dejarme llevar por el lado cursi de la vida, de las cosas y de las palabras, hasta últimamente que no sé si es porque tengo la edad de una abuela, porque soy abuela o porque me siento una de ellas, pero cada día me vuelvo un poco más... cursi y ni modo. 

Y aunque según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define cursi como: “remilgado, presuntuoso, pretencioso, afectado, ridículo, amanerado, gótico”, me refiero más a aquello más cercano a lo ridículo o como algunos dicen más “ternurita”. Y no es que antes no me emocionara con cosas tontas o ridículas, pero ahora me ha dado por “manifestar” esas emociones, ya sea con uno de estos amaneceres como el de hoy que casualmente desde mi ventana era todo rosa o con las ocurrencias de mis nietas que son casi las únicas personas que me hacen reír de manera “desenfadada” y con una naturalidad que a veces se olvida que existe dentro. 

Pues bien, el cierre de año con su víspera del nuevo me trajo el trillado gusto por estrenarme con él, que a nueve días de empezar me tiene aquí confesando que caí en el lugar común de los propósitos para el 2024. Y la verdad es que antes de este último 31 de diciembre, eso de los propósitos me parecía una idea trillada y por demás inútil. 

Mas este año formulé tres propósitos -que sobra contarlos aquí- pero que me tienen con el cuerpo, la mente y el espíritu en un canal de energía que la verdad ya me hacía falta. Y no sé si el abrir la puerta a las cursilerías me da la oportunidad de liberar esa tensión que de manera silenciosa ha vivido dentro sin pedir permiso y sin cooperar con el mantenimiento y el pago de servicios por albergarla, por lo que a estas alturas del partido se van sintiendo los efectos de este huésped incómodo que se nos mete hasta la medula hasta resquebrajar nuestro soporte emocional y corporal. Y creo no ser la única que así lo experimenta.

Entonces cerré el año con las fiestas familiares del 24 y el 31 en una atmosfera familiar más que cálida; con encuentros que más que llevarme de vuelta al pasado, me llenaron de inspiración y de una profunda sensación de cercanía con gente querida. Viví la navidad con su sentido de renovación y a la implícita esperanza de ser mejores cada año; como si me envolviera un fino y transparente sentimiento de hermandad que, siendo tan delicado de no cuidarlo corre el riesgo de perder su refinamiento y su esplendor.

Así que, bajo el brillante influjo de Andrómeda y Casiopea, brotaron estas ideas barrocas que se proponen contagiar de esperanza y buena voluntad porque vaya que la vamos a necesitar para un año que, por ser electoral pinta para complicado. Y aunque la vida tiene mucho de ficción y los primeros párrafos anteriores también, quiero pensar que, si nos enfocamos en el bien de todos, algo bueno puede salir de esta ciudadanía que dice estar harta de las circunstancias pero que “no-más” no se pone de acuerdo ni para organizar un café. 

¡Mis mejores deseos para cada uno de los que lee y comparte!