Es una de las razones que vuelven a la política interesante -para algunos, fascinante-, sea como profesión, como materia de estudio o como espectáculo. Me refiero a su capacidad para sorprender; para ofrecer giros inesperados y veloces. Lo acabamos de constatar.
Hace unas pocas semanas, la percepción más extendida y difundida en los medios era que la oposición estaba desahuciada, agonizante, catatónica, inservible. Nadie dirá que está lista para ganar el maratón, pero sí para correrlo cuando muchos pronósticos eran que para las fechas de la competencia estaría todavía en terapia intensiva.
Justo un mes atrás, Xóchitl Gálvez, una entre varios aspirantes a la candidatura panista para jefa de gobierno de la Ciudad de México, luego de obtener un mandato judicial a su favor y de intentar inútilmente ser recibida en la Mañanera para desmentir infundios en su contra, decidió presentarse a la Puerta Mariana de Palacio Nacional -yo pensaría que a sabiendas de que no le sería permitido el paso- y tocó reiterada e inútilmente.
Ese episodio bastó para relanzar la figura de Xóchitl en los medios, lo que sin duda algo le habría ayudado en sus pretensiones de sustituir a Claudia Sheinbaum (o a Martí Batres) en la jefatura de gobierno capitalina. Su buen talante, su verbo fácil y articulado, pero sobre todo su condición de desdeñada por el poder, le ayudaron para ganar popularidad y simpatías que hoy la tendrían con buena ventaja en la competencia por la candidatura chilanga, pero no en trance de convertirse en candidata presidencial de la alianza opositora, con importantes posibilidades no sólo de obtener la candidatura sino de ganar en las urnas.
¿Qué magnificó los efectos del evento en la puerta palaciega? Creo que el hecho de que al desdén López Obrador le haya añadido, innecesariamente, la descalificación, los dicterios, las burlas. De esa manera él y nadie más que él confirió a XG esa doble condición que en México siempre, por razones ancestrales, concitan la simpatía de la gente: humilde y víctima. No sé si Xóchitl sea en realidad una mujer humilde, en la doble dimensión social y de carácter, pero lo parece. Viste prendas no caras y se desplaza en bicicleta; se le ve sin ayudantes ni otras parafernalias.
En cuanto a su victimización, resulta fácil asumir que sin las burlas y diatribas del presidente de la República, que tanta difusión e impacto alcanzan, la hidalguense seguiría hoy pedaleando las calles de la Ciudad de México y no recorriendo los estados. Estoy convencido de que quién finalmente multiplicó por mucho la presencia de XG en el imaginario popular, en los medios y en la conversación política, no fue otro que Amlo.
¿Error? Pienso que sí, aunque algunos columnistas que simpatizan con su causa, como Jorge Zepeda Patterson, opinan que en realidad podría tratarse de una tan astuta como peligrosa maniobra para sacar a Xóchitl de la competencia en CdMx -donde se le veía con altas posibilidades de ganar- y llevarla a la competencia nacional, estimando que en ésta es más débil que en aquella. Tengo mis dudas.
Si en términos de su conocimiento algo aportó su reciente visita a San Luis, yo me quedó con la idea de que además de sencillez, frescura y claridad, mostró sagacidad. Cuando alguien le comentó que se había abstenido de hacer cualquier crítica al gobernador Ricardo Gallardo Cardona, respondió “No vine a San Luis a pelearme con nadie”. Postura sin duda inteligente.
EN EL OTRO FRENTE
Sin que necesariamente haya una relación de causa-efecto, es fácilmente perceptible que mientras Gálvez gana impulso y cosecha adhesiones, las Corcholatas mayores como que ralentizaron su marcha un tanto cuanto.
Si se pone atención, podrá encontrarse que lento ritmo de avance de Claudia, Marcelo, Adán Augusto y demás, es principal, si no es que exclusivamente, culpa de López Obrador.
Para empezar, en la célebre cena de principios de junio en El Mayor, Amlo dispuso acortar plazos, ajustar procedimiento y, sobre todo, llamó a mantener la unidad. Todo normal. Lo que ya no lo fue tanto es que haya planteado que si la fiesta iba en paz y se ganaba la presidencia, el segundo lugar en el proceso interno sería líder en el Senado; el tercero en la Cámara de Diputados, y el cuarto tendría un buen puesto en el gabinete. Repartió lo que en estricto ya no sería suyo.
No bien se iba digiriendo esta exhibición de mando, cuando a las Corcholatas se les obliga a renunciar a sus cargos (Marcelo lo promovía, Claudia no quería, Adán Augusto y Monreal no parecían muy convencidos), obviamente por decisión presidencial. Hace tres semanas, cuando se disponían a iniciar sus precampañas que no son precampañas, desde las alturas del Olimpo les llegó la orden: “No debatan”. Con la misma contundencia que poco antes se les había dicho que no se atacaran entre sí y que no cayeran en disputas estériles.
La cuestión comenzó a ponerse digamos desagradable, cuando al anunciarse un magno evento en el Zócalo para conmemorar el quinto año del triunfo electoral de Andrés Manuel, se hizo público que las Corcholatas oficiales estaban invitadas, pero que no subirían al presídium, que se sentarían en donde se les indicara, que no llevaran ni permitieran porras o gritos de simpatizantes, que se saludaran cordialmente y que se estuvieran calladitos. Poco faltó para que, públicamente, se les dijera cómo vestir y qué llevar en la lonchera.
Quedaron obligados a no solo abstenerse de criticar a López Obrador sino, por el contrario, a ensalzarlo; a defender la 4T en todas sus vertientes, a explícita e implícitamente garantizar continuidad al proyecto de transformación y, en suma, a ser buenos alumnos del maestro omnipresente.
Pero de repente se llega a niveles un tanto chocantes. Haciendo todo tipo de piruetas financieras y contables, las tres Corcholatas principales consiguieron instalar por todo el territorio nacional centenares de espectaculares. Justo cuando defendían que eran de simpatizantes espontáneos y no propios, otra vez se escuchó la voz jupiterina en las alturas: “Quiten los espectaculares; no hagan lo mismo que los conservadores”. Y a tragar camote. Ya ninguno o ninguna dijo “¿Y yo por qué?”. A obedecer callando. Ya de pasada, como por no dejar, López Obrador dictó también que “Y desháganse de los publicistas, no sirven para nada; no conocen el país, no han hablado con el pueblo. Ustedes váyanse a visitar a la gente”. Mañana les mandan la dieta de la próxima semana.
Pero lo que quizá ya rebasa los límites del buen gusto, es escuchar discursos de Claudia Sheinbaum imitando el acento, el lenguaje, el ritmo y los moditos de López Obrador. Adán Augusto ya lo hacía, pero a él se le da con naturalidad por ser también oriundo de Tabasco y haber vivido allá la mayor parte de su vida. ¿Pero doña Claudia?
A propósito de lo que decíamos al principio de este texto, sobre la capacidad de la política para ofrecer giros inesperados, pareciera que entramos, todo el país, en una máquina del tiempo y volvimos a los sesentas y setentas cuando los candidatos priistas se esmeraban en imitar el estilo del presidente en turno; reiteraban lealtad a prueba de balas y ofrecían continuidad, aunque luego no cumplieran nada. Y mientras tanto, los abanderados panistas en su brega de eternidades, criticaban libremente a quien querían, no tenían que imitar a nadie, no simulaban acentos ajenos ni ofrecían -no tenían a quién- continuidades sumisas.
Sesenta o cincuenta años después, la película vuelve a repetirse. Aunque Xóchitl no es todavía candidata y ni siquiera hay garantía de que vaya a serlo, tiene a su favor la libertad de decir lo que quiera; no debe hablar con ningún acento ajeno ni recibe instrucciones de comportamiento.
Las expectativas son sólo eso, vislumbres del porvenir, pero hay unas más poderosas que otras. En estos momentos resulta seductor imaginar una contienda entre Xóchitl, que ya demostró que puede ser crítica y combativa sin ofender, que ya hasta es menos malhablada que hace años, y, por ejemplo, Claudia o Adán, cuidando milimétricamente sus palabras y sus gestos; volteando todo el tiempo al Olimpo y recibiendo instrucciones en cada Mañanera.
COMPRIMIDOS
Convencido de la razón que tuvo Luis Buñuel al afirmar que “la imaginación es la loca de la casa”, permítanme un breve vuelo de la mía. La idea me llegó al observar la foto de Xóchitl y Enrique Galindo solos, abrazados, muy sonrientes. Pensé y qué tal que Xóchitl fuera la próxima presidenta de la Republica y le ofreciera un cargo importante a Galindo en materia de seguridad, procuración de justicia o inteligencia. A sudar en Palacio Grande.
Por cierto, un poco guardando relación con lo relatado en los dos apartados principales de esta columna, de unos días para acá pareciera que Enrique Galindo ha reconsiderado la idea de buscar la reelección en el Ayuntamiento -que parecía no ser ya su prioridad-, luego de que las desacertadas, torpes y encorajinadas embestidas de Gallardo para lo que han servido es para fortalecerlo. La clave está en que no se haya sometido y se duda que lo haga. En esa misma lógica, de buscar la reelección, estaría la reciente entrevista con el líder nacional panista Marko Cortés, quien le habría dicho algo así como que si le interesa, cuente con el albiazul. Ni con el PRI ni con el PRD tiene problema, y en un chico rato según se acomoden las piezas, hasta el MC puede apoyarlo.
Es muy, muy desagradable la forma cada vez más patanesca en que la administración gallardista trata a los funcionarios que ya no le sirven o que simplemente ya no quiere. Y no sólo es cosa de patanería sino de vileza. No conozco ni he tratado a la ex secretaria de Cultura, pero eso no me impide ver cómo primero la mandan, la alientan o le permiten irse a enfrentar con una de las agrupaciones civiles más antiguas y respetables de la ciudad (Tradiciones Potosinas) y luego la dejan públicamente con el saludo en la boca. Dirían en el barrio: “¡qué ojaldras!”.
Lo ocurrido hace unos días en Chilpancingo y sus alrededores, es la concreción del concepto “Estado fallido”, por lo menos conforme al apotegma weberiano de que al estado corresponde el monopolio de la violencia legítima. Ahí el Estado, representado por los agentes de la violencia legítima, salió huyendo y abandonó el terreno y perdió la compostura. Si esto sigue como va en materia de seguridad, tendrá un importante costo electoral.
Esos novatos que le andan dando de pellizcos a Horacio Sánchez Unzueta no tienen idea de lo contraproducente que les puede salir. Más o menos como echarse un alacrán en los calzones. Digo.
Hasta el próximo jueves.