Ahora y después

Había considerado que era un buen momento para detenerse y pensarle al camino que siguen la sociedad y el gobierno de México. No vamos nada bien y, lo confirmo con tristeza, casi todo se ve peor hacia delante.

Miren, tampoco sabemos cómo va a ser todo esto cuando terminen los años del lopezobradorismo o del desbocado Coronavirus. Y no tiene caso especular para que finalmente la realidad nos contradiga, si bien algo podemos discutir sobre el futuro cercano.

Ante una caída de popularidad y el ascenso de problemas o cuestionamientos, el líder se ve muy alterado e incluso desafiante. Así polariza y lanza su arenga de que están conmigo o contra mí, porque es tiempo de definiciones… están con mi transformación, o a favor de la corrupción, el neoliberalismo y los privilegios… O son de los buenos (ellos) o de “los malos” (el resto), sin medias tintas… ¡ni pluralismo democrático!

Para muchos eso no tiene sentido pues estamos a favor de un cambio (revolución o lo que sea), pero no de esa burda y torpe cuarta transformación que ni siquiera es de izquierda o progresista sino regresiva y reaccionaria, tal como hemos explicado. Es fácil coincidir en los objetivos sociales, no en expresiones de analfabetismo económico ni en estrategias que, en los hechos, aumentan la pobreza y cierran los escapes del desastre.

Igual concuerda él con el combate a la corrupción, aunque su idea viene a ser más bien discursiva y sin mecanismos o sistemas… es un asunto de moralidad personal, no de eficacia en una realidad, a la vez que confunde todo con la austeridad.

En cada conferencia mañanera comete errores graves, y le va peor cuando se aferra a ellos o cae incluso en desbarres y ridículos como en los casos de Jalisco y el texto apócrifo del Bloque Opositor Amplio (BOA). A su vez, casi no aborda las acciones urgentes ante el Covid-19, la crisis económica y la inseguridad, para refugiarse en sus intereses electorales o de culpas, polarización y anécdotas históricas. También en sus insultos a los medios, empresarios y profesionistas.

Es notorio, oigan, que el presidente no tiene mucho de liberal ni del siglo XXI o el XIX, salvo en sus anécdotas juaristas y su odio contra los antiguos conservadores (aun con semejanzas autoritarias y centralizadoras) o contra “los ricos” de hoy, pero la mayor parte de la actual política económica es (neo)liberal a excepción de sus ánimos anti mercado e inversión privada. Algo así nunca acaba bien y recuerda los fatídicos choques entre el empresariado y Luis Echeverría a partir de 1973 (Chipinque, N.L.).

Ante el simplismo oficial hay quienes responden de esa misma forma, como en la iniciativa FRENA (Frente Nacional AntiAMLO) que muestra su enojo e ingenuidad con elementos de anticomunismo y sin amplitud ideológica ni propuestas serias para detener el populismo con una alternativa. De carácter más electoral (no golpista), la ocurrencia del BOA fue del propio gobierno a fin de anticipar y neutralizar opciones más plurales y positivas (no sólo ‘contra alguien’).

¿Acaso el presidente se está alistando para rechazar los resultados de las elecciones del 2021 si no le favorecen? Y podrá acusar al INE de fraude, además de tratar de destruirlo como ya lo ha intentado.

Se necesita “corazón caliente, cabeza fría” de todos, de políticos y ciudadanos, sin tanto odio ni egoísmo ni pretextos. ¡Que no se vuelva criminal!

Como en otros países, ha habido un envilecimiento de buena parte de la sociedad… no sólo de los fieles de la 4T sino de los opositores que han sido polarizados por AMLO. Esta división radicaliza aún más a ambos bandos y complica muchas cosas.

En fin, entre tanta confusión, lo que vemos claro viene a ser poco estimulante. Y las bromas no ayudan hoy a corregir perspectivas que deberían mejorar.

* DEL COVID-19, EL PRESIDENTE dice “deseo con toda mi alma que ya termine esta pesadilla”, pero lamento que eso tampoco servirá ni compensará sus errores anteriores. Mucho queda aquí a los estados, que no se deberán distraer de la batalla sanitaria.

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