En el ocaso de su sexenio, Andrés Manuel López Obrador nos deja un legado que bien podría titularse "Crónicas de una Destrucción Anunciada". Bajo el manto de una retórica progresista y programas con nombres rimbombantes como "Sembrando Vida", AMLO ha orquestado una sinfonía de devastación ambiental que resuena desde la selva maya hasta el istmo de Tehuantepec.
El Tren Maya, ese monstruo de acero que devora selva a su paso, se ha convertido en el emblema de una política que prefiere el concreto a la conservación. Más de 3,000 hectáreas de pulmón verde sacrificadas en el altar del "progreso". ¿El costo? Apenas unos cuantos jaguares, algunas especies en peligro de extinción y el futuro de nuestros ecosistemas. ¡Una ganga! Pero no nos quedemos en generalidades. En la comunidad de Vida y Esperanza en Campeche, donde la construcción del tren arrasó con más de 50,000 árboles, incluyendo especies protegidas como la caoba y el cedro. O del cenote en Playa del Carmen, colapsado por las obras, sepultando bajo toneladas de escombros un ecosistema único y milenario.
Pero no nos quedemos cortos. "Sembrando Vida", esa antítesis hecha realidad, logró la proeza de incentivar la deforestación en nombre de la reforestación. Un logro digno de Ripley: talar para plantar, destruir para "conservar". La homogeneización de cultivos nunca había sido tan verde... ni tan devastadora. En Tabasco, campesinos admitieron haber talado áreas de selva madura para acceder a los subsidios del programa. En Chiapas, se reportaron casos de tala de bosques de pino-encino, ecosistemas cruciales para la captación de agua, todo en nombre de "sembrar vida".
Y qué decir de la invasión de los "autos chocolate". AMLO, en su infinita sabiduría, decidió que lo que México necesitaba era más smog, más tráfico y un golpe certero a la industria automotriz nacional. ¿Quién necesita aire limpio cuando puedes tener un coche viejo y contaminante a precio de ganga? En ciudades fronterizas como Tijuana y Ciudad Juárez, el aumento de estos vehículos ha disparado los niveles de contaminación. Según estudios del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, estos autos emiten hasta tres veces más contaminantes que los vehículos que cumplen con las normas mexicanas.
La CONANP, otrora guardiana de nuestras áreas naturales, ha sido reducida a un cascarón burocrático. Su presupuesto se redujo en un 75% entre 2018 y 2021, dejando áreas protegidas como la Sierra de San Miguelito y la Sierra de Álvarez prácticamente abandonadas. La Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca en Michoacán ha visto un aumento alarmante en la tala ilegal debido a la falta de vigilancia. Los guardaparques, esos héroes anónimos de la conservación, ahora patrullan vastas extensiones de tierra con recursos que no alcanzarían ni para vigilar un jardín de vecindario.
El Corredor Interoceánico, otro capricho faraónico, promete partir en dos el Istmo de Tehuantepec. ¿Quién necesita biodiversidad cuando puedes tener un parque industrial? Las especies endémicas deberían sentirse honradas de sacrificarse por el "bien mayor". El proyecto amenaza directamente a la selva de Los Chimalapas, considerada la jungla más biodiversa de América del Norte. Pero tranquilos, seguro que las mariposas y los jaguares entenderán que deben ceder el paso al progreso.
Ahora, hablemos del elefante verde en la habitación: el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Este camaleón político, que de verde solo tiene el color de su logo, se ha convertido en el cómplice perfecto de la devastación ambiental de AMLO. Maestros del oportunismo, los del PVEM han perfeccionado el arte de vender al mejor postor no solo el medio ambiente, sino también la democracia. Con una mano firman acuerdos para "proteger" la naturaleza, mientras con la otra cuentan los billetes producto de sus negociaciones. Su alianza con Morena no es más que un matrimonio por conveniencia, donde el medio ambiente es el padrino de bodas y la democracia, el pastel que todos se reparten. El PVEM ha demostrado que en la política mexicana, el verde es el color del dinero, no de la conservación.
En este panorama desolador, llega Claudia Sheinbaum, la supuesta heredera del trono verde de la 4T. ¿Será ella la salvadora que revierta esta catástrofe ambiental? ¿O simplemente otro lobo con piel de cordero ecológico? Su historial como jefa de gobierno de la Ciudad de México, donde los niveles de contaminación siguieron siendo alarmantes y proyectos como el Cablebús arrasaron con áreas verdes, no augura nada bueno.
La verdad es que el daño está hecho. AMLO pasará a la historia no como el paladín del pueblo que prometió ser, sino como el verdugo que sentenció a muerte nuestro patrimonio natural. Mientras celebramos la "austeridad republicana", nuestros bosques, selvas y especies pagan el precio real de este sexenio.
AMLO prometió un cambio, y vaya que lo cumplió. Lástima que sea un cambio del que nuestros nietos se avergonzarán, si es que aún tienen un planeta habitable que heredar.
Delírium trémens.- Jamás olvidemos que una verdadera política de conservación, y el verdadero progreso, no se mide en kilómetros de vías férreas o en barriles de petróleo, sino en la salud de nuestros ecosistemas y en la calidad del aire que respiramos. El México verde que soñamos ya no puede ser una víctima más de la 4T.
@luisglozano