Eran muchos y muy bien organizados, aparte de que mostraban entusiasmo y no se veían forzados. La cifra oficial fue de 80 mil asistentes que, en su gran mayoría, fueron trasladados o movilizados hasta el corazón de la capital del país para servir de marco y audiencia a un pretencioso discurso presidencial.
Referido éste al intenso arranque del gobierno Federal, el informe ya ha sido profusamente analizado. Además resultaba prematuro en cuanto a hechos o palabras, y a cifras disponibles o aparentes avances cualitativos. Creo que para entender y evaluar lo positivo o negativo en este intento de “hacer historia” se requieren más elementos y más tiempo.
Con su acentuada capacidad de comunicación, Andrés Manuel López Obrador insistió en destacar aspiraciones o expectativas, y, hábilmente, lo hizo ya como logros o resultados. Es así que varios de los avances o cortes se parecen mucho a posibles mentiras o falsedades (´fakes´ se dice ahora), que también se conocen como escenarios virtuales o realidades alternativas.
Por supuesto, no todo va mal aunque algunos lo quieran ver así, como tampoco se confirman milagros o maravillas. Los datos del presidente fueron en su mayoría correctos, si bien se extrañaron las cifras negativas de menores avances en la inversión pública y privada, en el crecimiento económico y en la creación de empleos.
Más que los “otros datos” al último mes, lo crucial en todo ello se ve representado por tendencias evidentes a partir de decisiones o cambios de estrategia, lo cual viene a ser ya más negativo que positivo… A menudo los cambios generan costos antes que los beneficios de otra etapa, pero en estos casos se observan riesgos a mediano plazo a partir de errores y malas decisiones o instrumentaciones.
A partir de lo analizado en veinte años y sobre todo a lo largo de estos meses, puedo confirmar que aun con sus mejores ángulos y las esperanzas que desencadena AMLO no terminará su mandato constitucional ante una creciente sucesión de contradicciones, resistencias y crisis económicas que generen graves tensiones en un ambiente de polarización y desunión. El saldo final de todo esto no promete nada positivo.
Miren, la mente y la personalidad de un líder tan poderoso y obstinado como AMLO que ya centraliza el manejo de su gobierno, nos ofrecen algunas pistas sobre las perspectivas. Es un eficaz agitador de conciencias que suscita las opiniones más encontradas.
Por un lado, hay elementos de esquizofrenia y megalomanía con un barniz de humildad y de austeridad a veces contraproducente, los cuales a su vez se pueden asociar a sus complejos y resentimientos personales.
Por otro lado, no resulta fácil dilucidar entre las numerosas ambivalencias que se observan. En una mezcla explosiva destaca, por ejemplo, que al mismo tiempo ha sido y es capaz de ser un individuo bueno y malo; ingenuo y ladino; perverso y bien intencionado; anecdótico y profundo; ignorante y articulado; mentiroso y auténtico.
En las diversas fuentes del crecimiento económico no se ven ahora señales de mayor preocupación en los indicadores de consumo, gasto público o sector externo, pero sí en las tendencias de la inversión pública y privada. La incertidumbre y los efectos de ciertas decisiones involucran ya una desaceleración en la producción y el ingreso.
Una posible crisis económica no se ve confirmada en virtud de las presentes políticas (neo)liberales que descartan un déficit en el gasto del gobierno o en la cuenta corriente del sector externo. Pero, ojo, aun sin problemas de inflación no se garantiza que no existan expectativas de desconfianza y especulación con flujos financieros que en algún momento presionen el peso.
La economía será el talón de Aquiles y la limitante para las ambiciones transformadoras e igualitarias, pero la soberbia junto a un rancio pensamiento anti-Economía no le facilitan al presidente eso de respetar la inversión privada que se ve acompañada por competencia, mercados y voluntad de generar utilidades al crear riqueza. Se debate entre su rechazo al sector privado y sus intentos de seducir a la inversión productiva, tan melindrosa y renuente.
Junto a su discurso anti-(neo)liberal, en una política económica esquizofrénica apoya el libre comercio internacional mientras busca la autosuficiencia alimentaria y energética. Ante las necias realidades del siglo XXI se obnubila con las viejas ideas populistas ya frustradas y superadas, a la vez que improvisa y recorta presupuestos a machetazos para financiar sus populares programas de distribución de efectivo.
Aunque se pueda explicar por tantos errores y problemas generados en la búsqueda de una ambiciosa transformación, el probable fracaso de AMLO y su presidencia será muy costoso y muy negativo para nuestro país. Se podrán perder así sus mejores ángulos: preocupaciones sociales, definiciones contra la corrupción, intentos de abatir la inseguridad y de enmendar graves descuidos del pasado en materia de salud, pobreza o desigualdad.
El pragmatismo habrá perdido contra una ideología regresiva o reaccionaria, más que de izquierda. Los elementos de derecha religiosa nunca faltaban mientras los demás —sus adversarios— eran culpados de las dificultades y de las desgracias futuras.
Después de AMLO, oigan, quién sabe qué podrá venir para terminar el tiempo marcado por el sexenio. ¿Algo que igual pudiera representar un cambio positivo sin sus fallas personales? ¿Alguien peor y con todavía más sesgos y dificultades? Hay incluso el riesgo de que venga un Bolsonaro de ultraderecha o un procónsul americano en medio de una crisis política y migratoria, si bien quiero pensar que sería más probable un auténtico progresista con el apoyo popular del lopezobradorismo.
Se habrán evitado mayores desgracias, pues, pero a costa de la incertidumbre económica y la inestabilidad política, así como del tiempo ya perdido —¿o ganado?— en el camino hacia algo mejor para el país. La corrupción, eso sí, se tendrá que abatir en serio y lo social no deberá descuidarse de nuevo.
* PARA LOS GOBIERNOS ESTATALES que surgieron de los partidos de oposición a Morena, la lógica ha aconsejado seguirle la corriente al presidente López Obrador y alinearse, con el mayor respeto, al poderoso Gobierno Federal que viene a ser dueño y señor de los grandes proyectos y presupuestos. Me queda claro que San Luis Potosí no es la excepción y, de manera fundamental, el interés de los gobernados se ha ubicado por encima de cualquier aspecto personal o partidista.
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