Una y otra vez se lo dijimos. Y no por fregar sino sólo para que no se equivocara tanto o pudiera evitar costosos reveses o fracasos. La idea ha sido que no le vaya tan mal a él y a México, pero el señor presidente se justifica con que 1) todo lo de antes era malo y corrupto (o sea, “neoliberal”), 2) sabe más que los especialistas tan pretenciosos y conservadores, 3) su voluntad es lo importante y lo que más cuenta,… La verdad, ¡qué barbaridades! Y, claro, ¡qué lástima!
Casi 24 horas después de que terminé mi columna la semana pasada apareció la reveladora entrevista al exsecretario de hacienda Carlos Urzúa, con detalles que exigían y temían los apoyadores de la mal llamada Cuarta Transformación. Mucho se ha analizado y comentado ya sobre los demoledores alcances de esas claras denuncias de fallas en la conducción presidencial.
Algunos feligreses atacaron al especialista que acaso develó la peligrosa ignorancia de un personaje tan autoritario… aunque lo haya hecho sin corrección política. Es evidente que se cansó de advertir sobre errores y riesgos, al tiempo que se atrevía a dar malas noticias. Y con el nuevo secretario, Arturo Herrera, es más fácil que éste se adapte a que el presidente cambie y escuche, además de que se ve afectado el ya bajo nivel de otros colaboradores del primer mandatario.
Más que preocuparnos por un simple economista que vuelve a su vocación académica, el problema para México es que no le funciona bien su gobierno en materia económica y sería mejor que no se metiera tanto en tantas cosas. De entrada, hace daño con ciertos dichos y aún más al aferrarse a sus caprichos de cancelar un avanzado aeropuerto internacional; construir un tren Maya o una refinería en su estado cuyas prioridades no se justifican, y repudiar siete contratos internacionales que fueron firmados por una empresa del Estado mexicano para construir ductos.
No hay economía que funcione con decisiones que se basan en “otros datos” o en acusaciones de “corrupción” que nunca son precisadas y documentadas o sancionadas (como también ha sucedido con las estancias infantiles o la Policía Federal). En especial, oigan, difícilmente se logrará el crecimiento —o desarrollo— económico que se requiere para enfrentar la pobreza si se ahuyentan inversiones privadas a partir de los casos del NAIM y de los incumplimientos contractuales de la CFE.
Ha salido con que su idea de transformación incluye cambiar el modelo económico que México siguió durante 36 años, aunque su actual política económica conserva la gran mayoría de los 10 puntos que —según veíamos aquí la semana pasada— caracterizan a un modelo (neo)liberal. Incluso afirma ahora que lo que prevalece en todo el mundo podría ser sustituido por un modelo alternativo de “economía moral” (sic).
A su vez, ha aceptado ciertas virtudes o inspiraciones del período de “desarrollo estabilizador” que de 1958 a 70 siguió Antonio Ortiz Mena, el secretario de Hacienda de los presidentes Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Resulta, sin embargo, que eso tampoco es muy distinto del odiado período neoliberal y se parece aún menos al populismo estatista de descontrol con Echeverría y López Portillo (1970-82) que, de hecho, provocó el mal llamado período neoliberal. ¡Nomás no se ve cómo ni por dónde!
La confusión es casi total, pues. Y es muy arriesgado o comprometido que con planteamientos políticos e ideológicos (o fraseológicos) se vaya a lograr lo que no le dio a México el famoso neoliberalismo: una menor desigualdad con una mayor atención social en un marco de desarrollo económico y estabilidad.
El señor Brozo (alias Víctor Trujillo) nos ha regalado un revelador diálogo con una economista que hace un símil entre un enfermo de feos síntomas (México) y un médico (AMLO) que lo diagnostica y lo ve “muy bien”. Esto nos confirma los peligros de que nuestro supuesto Doctor en Medicina y en Economía hable y decida sobre algo tan delicado… de lo que no entiende ni tiene capacidades técnicas.
Nuestro doctor López Obrador desdeña a los especialistas y juguetea con temas importantes y muy delicados, todo lo cual no tendría importancia si no fuera hoy Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (en funciones, además, de Secretario de Hacienda y de supremo presupuestador en materia de Salud y Bienestar).
Bueno, resulta ya que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la economía mexicana se ha desligado de la estadounidense. Antes, cuando Estados Unidos crecía, México también, y si caía su crecimiento, el nuestro igual… Pero con la 4T al parecer se ha roto esa relación, si bien dudo que no continúe aquello de que si a ellos les daba un catarrito, para nosotros era una pulmonía.
Ahora mismo, nuestro poderoso vecino crece a más del 3% anual en promedio, y nosotros a menos del 0.5% (ni siquiera al 1.5 o 2% de los gobiernos del PRI y del PAN). Estamos desaprovechando el jalón fundamental de la economía norteamericana, y cabe preguntarse qué pasará con las exportaciones o los migrantes de México cuando Estados Unidos entre en recesión. ¿Acaso no nos afectará?
En fin, todo esto pinta muy mal por donde lo veamos. Y, fíjense, el tema nunca acaba…aunque a partir de hechos ya nos deberíamos olvidar de él para celebrar los esperados avances contra la corrupción e impunidad.
* A MI TEMA DE TANTOS años, la corrupción en México y las vías para combatirla, quiero regresar en estos artículos tan pronto pueda. Por ahora se corroboran o actualizan varios puntos con el gobierno Federal, en el que venturosamente se plantea como una prioridad ese combate pero con serias deficiencias y una total desatención a la desfavorable impunidad.
En San Luis Potosí se dio una especie de amnistía con el anterior gobierno, aunque a diferencia del “punto final” (ver hacia adelante) con el expresidente Peña en el nuevo gobierno de AMLO, eso parece haberse extendido a graves casos delincuenciales en el estado a lo largo del sexenio, lo que esperamos no suceda en el ámbito nacional con una Fiscalía General autónoma.
En un par de meses habrá oportunidad de analizar el corte de dos tercios en un sexenio estatal que, al parecer, se encamina hacia su última etapa con matices tal vez sombríos.
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