¿Qué ofrece como propuesta política la coordinadora del Frente opositor, la senadora Xóchitl Gálvez, aparte de las ocurrencias que va desgranando conforme se le presenta la ocasión? Hasta el momento ese ha sido el sello de su participación como aspirante a la Presidencia de México. Pero “en el pecado lleva la penitencia” y allí tienen que, más temprano que tarde, le empieza a suceder lo que a un expresidente al que se le hizo costumbre hablar con tal desparpajo que la gente decía: “el Fox por su boca muere”. En efecto, así como a su mentor Chente Fox, a la señora Gálvez se le ha hecho bolas el engrudo con algunos asuntos en los que sus dichos parecen hundirla más. El desatino de sus palabras ha llevado a los promotores de su eventual candidatura presidencial a buscar voceros que le ayuden a no seguir “regando el tepache”, como luego se dice, pero la medicina puede resultar peor que la enfermedad, habida cuenta del talante da algunos de los posibles que se especular podría entrar al quite, como el caso de Javier Lozano, el ex secretario del trabajo con Felipe Calderón que flaco favor le hizo Ricardo Anaya en la elección anterior.
Pero el problema de Gálvez no es quién pueda responder con mayor belicosidad a los adversarios, sino la capacidad de contrastar proyectos de nación y convencer -que se tiene una mejor propuesta programática- ya no digamos al respetable público, sino a los simpatizantes de verdad. Pero en el caso de Gálvez, ni siquiera se ha llegado al punto de ofrecer un contraste serio de postulados que generen identidad, compromiso o por lo menos ánimo de dar una pelea de nivel que sea reconocida por sus propios seguidores. Parafraseando a un clásico, se ve difícil que pueda “pensar que el campo de batalla le pertenece y pueda empezar a actuar por sus propios medios”, no solamente porque el campo de batalla política del polo del que forma parte, le es impuesto por una serie de intereses ideológicamente contrapuestos, sino porque, además, los postulados que oferta son tan huecos y burdos que no pasan de mover a cotorreo. Compárese, por ejemplo, el planteamiento que reivindica la dignidad de todos y reconoce la deuda histórica con los más pobres y vulnerables, con el de “ni rateros, ni huevones, ni pendencieros”.
Aún sin entrar a lo programático, quedémonos en los postulados como planteamientos que permiten contar con un horizonte que da sentido al actuar de los políticos, así sea que no se lleguen a cumplimentar del todo. En el caso de la Cuarta Transformación, es claro que hay todo un entramado de ideas fuerza que motivan el apoyo de un amplio sector del pueblo mexicano “considerando que el presente de un objeto dado (el pasado remoto y cercano de nuestra historia) debe dar paso a una visión de las cosas para potenciar con la práctica social amplios derroteros de sociedad que, no únicamente sean deseable, sino también viable… es la única manera de pasar a una matriz de cambio social de presente-futuro… a partir del pasado-presente” (Hugo Zemelman, dixit). En fin, para que ya se hable de sustituir a Gálvez como coordinadora del Frente opositor.