Ricardo Gallardo Cardona es autoridad para casi tres millones de personas, tiene un mandato de seis años, ejerce un presupuesto de 60 mil millones de pesos, manda en forma directa sobre unos 4 mil elementos de seguridad y puede asumir el mando de todas las policías municipales que duplican ese número. Enrique Galindo Ceballos es autoridad para poco menos de 900 mil potosinas y potosinos, fue electo para tres años, dispone de un presupuesto anual que ronda los tres mil millones y es jefe de unos mil agentes policiacos y de vialidad. Con este contexto, es obvio que cualquier disputa entre ambos está afectada de origen por una desigualdad mayúscula; eso que ahora se llama asimetría.
Quizá sea por eso y por la natural tendencia nacional a repudiar a los abusivos que no pocos potosinos comienzan a sentir por Galindo una simpatía o solidaridad que antes no sentían. Sobre todo, porque ante los excesos y despropósitos del gobernador, denostaciones viscerales y exigencias chuscas incluidas, el alcalde ha guardado mesura, pero en ningún momento se ha doblegado. No escala la confrontación, pero no ha ido presuroso y contrito a pedir ayuda, como parece exigirlo su contraparte.
No sé si existan encuestas recientes sobre el tema, pero a nivel calle, mesas de café o barras de cantina, hay quienes expresan respaldo a la actitud de no sometimiento del alcalde. Parece estarse produciendo un efecto bumerang.
Pero mientras tanto, la furia de Gallardo contra Galindo ha dado motivo a algunos absurdos y disparates imposibles de pasar por alto. ¿Se imaginan ustedes, amables lectores, a un Polo Polo redivivo enojado porque hay comediantes que cuentan chistes subidos de tono? ¿O conciben a un Brozo criticando severamente a presentadores de programas informativos que se disfracen de payasos y utilicen palabrotas? Pues haga usted de cuenta: El más opaco de cuantos gobernadores recordamos exigiendo al alcalde ¡transparencia! Esa es una muestra más de lo fácil que algunas personas se desconectan de la realidad y se pelean con el espejo.
Y esto tiene un complemento insoslayable: Gallardo exige enojadísimo que se transparente, ¡pero ya!, el gasto de “los miles de millones de pesos” gastados en el plan emergente de agua potable. Ese conjunto de acciones, en el caso más extremo ha tenido un cálculo presupuestal de 200 millones. ¿De dónde salieron esos “miles” de millones? Yo supongo que del ofuscamiento que produce que un insurrecto se atreva a negarse a ir de rodillas a pedir gracia de su majestad.
Del otro lado tampoco escapan a las tonterías. El martes pasado el síndico municipal Víctor Salgado acompañó a Galindo en un recorrido de supervisión, con ese carácter, pero poco después hizo circular boletines invocando su condición de presidente del comité municipal del PRI. Crecen pero lo bobalicones no se les quita. Y para cerrar el cuadro, unos días antes salió al llano la conocidísima, admiradísima y aplaudidísima Frinné Azuara a apoyar las tareas del Ayuntamiento. ¿Sabrá dónde está Palacio Municipal, o Los Filtros?
En este mismo terreno de los desatinos, cómo ignorar el hecho de que el mismo día de la semana pasada, con pocas horas de diferencia, mientras EGC anunciaba las previsiones para el Día Cero, RGC revelaba con detalle el programa del Teatro del Pueblo de la FeNaPo 2023. Cada quien sus prioridades.
A propósito del problema de escasez de agua en una cincuentena de colonias, resultó muy oportuna la presentación del estudio universitario sobre el vital líquido. Tiene varios puntos interesantes, pero hoy me detengo en uno: afirma el documento elaborado por una veintena de técnicos y científicos de la UASLP, que el 45 por ciento del agua que se inyecta a las redes de distribución se desperdicia, por fugas, roturas y demás. Eso ya se sabía. Lo novedoso e interesante es que el mismo trabajo sostiene que si se “sectoriza” la red, es decir que si se divide en sectores que según los requerimientos se interconecten o se operen separadamente, ese tremendo desperdicio puede reducirse a un 15 por ciento. Si actualmente, de 100 litros que entran a la red solo llegan a su destino 55, con esa medida aumentarían a 85.
Pero mientras propuestas así de interesantes, y otras de las que ya hablaremos, no se puedan encarar de manera conjunta por los tres niveles de gobierno, estaremos, como dice Catón “ligeramente jodidísimos”.
Me quedo con la impresión de que Gallardo quiere someter a Galindo con denostaciones de todo tipo, y que el alcalde lo que quiere es matarlo de un coraje. O por lo menos causarle un entripado que lo mande de regreso al hospital.
NO APRENDIERON NADA
Les comentaba aquí mismo la semana pasada, en un breve Comprimido, que la Secretaría Municipal de Seguridad Pública es capaz de poner un puesto de tacos sin tener tortillas, en vista de que instala por las noches, en diversos puntos de la ciudad, retenes antialcohol sin contar con alcoholímetros. Y afirmé que en el fondo es una estrategia corrupta para extorsionar ciudadanos.
¿Por qué? Porque basta que un ciudadano de buena fe confiese que se tomó un par de cervezas o una copa de vino de mesa, para que de inmediato los oficiales le ordenen que se orille a la orilla, que entregue sus documentos y que suba a la patrulla para llevarlo a hacer la prueba de alcoholemia ¡a la Comandancia de Abastos! que está en casa del demonio.
En un caso reciente, luego de querer llevar “a Abastos” a un ciudadano que confesó haber consumido dos cervezas, éste preguntó a los oficiales que habrían hecho si él hubiera negado el consumo. “Lo hubiéramos detectado con nuestro olfato”, respondieron. Hágame usted el favor, ahora resulta que los pupilos de Armando Puente tienen olfato canino. ¿Serán cruza de sabueso con mastín? Pero además, cuando ven venir pickups doble cabina con vidrios polarizados o suburbans por el estilo, se hacen los que no ven nada, si no es que de plano se cuadran.
¿De qué se trata? De que al ciudadano así conducido, a altas horas de la noche y habiendo dejado su automóvil y acompañantes -que pueden ser su familia- allá lejos, se le aflojan hasta las muelas y entrega lo que traiga en efectivo. Si no alcanza, va el reloj.
¿Por qué no, como en el pasado, en esos retenes se instala un pequeño toldo donde un médico legista aplique la prueba para saber con base científica si el interesado tomó o no alcohol de más?
A raíz de mi comentario de hace una semana, fui invitado a conocer la argumentación de uno de los jefes policiacos municipales. No lo identifico porque no le pedí su autorización para hacerlo..
De entrada, me dijo que los retenes esos no son antialcohol sino “De Conducción Segura”. Confieso que andaba yo en mi hora del burro y no pedí más detalles. Cuando me percaté, días después, hice algunas indagaciones y resulta que en ninguno de ellos le revisan los frenos a los automóviles; tampoco les alinean las luces ni les rotan las llantas. Mucho menos hay un optometrista que cheque la vista de los conductores. Es decir, eso de “Conducción Segura” es puro rollo. Son viles controles antialcohol, pero con el alcoholímetro a kilómetros de distancia, para facilitar el arreglo.
Lo que los jefes policiacos municipales deben entender es algo muy sencillo: No pueden tratar como delincuentes a ciudadanos que no lo son; que no son ni siquiera presuntos. Y no lo son porque hace cosa de un año conducir en estado de ebriedad o con aliento alcohólico dejó de ser delito en nuestro estado. Así, quienes conducen en estado inconveniente, y más aún quienes solo traen aliento alcohólico, son si acaso infractores a una norma administrativa.
Para los que efectivamente anden cayéndose de borrachos, y para que no se diga que es una política confiscatoria con multas desproporcionadas, nada como acondicionar, quizá en las antiguas instalaciones de El Charco Verde, un “Torito” potosino para que pasen ahí 12 o 24 horas y luego de pagar una multa razonable se vayan a su casa sin riesgo para ellos o para los demás.
Tenemos en la ciudad una crisis de agua, cada que van a los mercados o supermercados las y los potosinos salen echando madres por la carestía; padecemos temperaturas inusuales de esas que aumentan la irritabilidad social y de remate el gobernador anda viendo cómo se chinga a Galindo. Y sus capitostes de seguridad montando retenes antialcohol con el alcoholímetro a kilómetros para asaltar. Su jefe debería decirles “¡No me ayuden compadres!”.
Lo que más llama la atención es que todos estos vagos son discípulos de Miguel Naya, pero por lo visto no aprendieron nada. 20 años después de haber abandonado sus responsabilidades en la seguridad pública potosina, Naya sigue siendo el referente de los jefes policiacos de estos lares. Todo mundo lo recuerda porque sus pocas o muchas patrullas, motocicletas incluidas, recorrían permanentemente la ciudad, con encuadre especial los días de pago. También porque en sus diez años en esa responsabilidad la mitad de los meseros, de los taxistas, de los lavacarros y de las prostitutas de la ciudad le informaban a la policía todo lo sospechoso que observaban u oían.
Yo estoy convencido de que la razón más profunda por la que Naya hizo historia es porque conoció y entendió muy bien a los potosinos. Sabía qué los alarmaba y qué los tranquilizaba; qué los irritaba y qué los apaciguaba.
Antes de irme, más que un consejo, una súplica a Villa, Puente y el propio Galindo: No traten como delincuentes a ciudadanos que no lo son; no inventen tonterías como esa de tener el alcoholímetro a kilómetros pudiendo tenerlo a metros. Y, por supuesto, no agredan a gente inocente.
COMPRIMIDOS
Deberían de patentar el estilito. De 21 meses para acá, los funcionarios estatales que van a ser despedidos comienzan a ser desacreditados, descalificados y humillados mediáticamente, hasta que un buen día despiertan y se enteran que ya fueron corridos y que incluso su sucesor ya tomó posesión.
No estoy totalmente seguro de que sea cierto, pero la fuente generalmente está bien informada: según esto, el Gobierno del Estado contrató calladamente un laboratorio de materiales para que tome muestras en las obras municipales, sobre todo de pavimentaciones, y cheque si la calidad y volúmenes son los cobrados y pagados. Fácil, que el Ayuntamiento haga exactamente lo mismo, pero a la inversa. Podrían comenzar en los parques Tangamanga y seguir con los pilares de la Arena.
La propuesta gubernamental de saldar con obras el abultado adeudo que mantiene con la Universidad, no suena tan mal y podría ser viable. Con una condición: que el diseño, presupuesto y licitación de los proyectos corran por cuenta del Alma Mater. De lo contrario, le pagan con palomas de a 500 mil pesos y gatos de a dos millones.
Hasta el próximo jueves.