“Nuestra insignificancia
es frecuentemente la causa
de nuestra seguridad”.
Esopo.
No hay duda que es una preocupación ciudadana la inseguridad, pero el dialogo debe contribuir y no dar al traste con intentos de mejora. No es, ni debe ser aceptable para la sociedad mexicana contar con niveles de inseguridad fuera de toda racionalidad mínimamente entendible.
Sin embargo, es de verdad sorprendente la cantidad de argumentativos deslucidos en materia de seguridad y justicia por personajes de los tres niveles de gobierno y de la iniciativa privada que supuestamente deberían conocer o simplemente estudiar del tema al dar su opinión al respecto. Desde diputados, jueces, magistrados, jefes de policía, fiscales, industriales, Cámaras empresariales, eclesiásticos, pseudocriminologos, estadísticos tergiversados y hasta docentes universitarios, etc., pasan por una verborrea disléxica cundo opinan de inseguridad. La simplicidad conque observan y señalan la situación de inseguridad en algunas partes del territorio, con veredictos tan huecos de contenido mínimo aceptable de sensatez empírica o científica, han hecho que la plaza pública se encuentre atiborrada de opiniones chabacaneras sin sentido.
Ante la ausencia de hombres y mujeres serios versados en temas de seguridad y justicia, ha provocado que una sarta de parlanchines con tiempo-aire reposados frente a un televisor y entre películas-palomitas de cintas policiales, hayan encontrado hueco para sus locuacidades y sugerencias para la inseguridad en sitios web, gacetas, revistas, micrófonos y noticieros dispuestos a darles voces a sus opiniones disparatadas, que no abonan a la construcción de un dialogo serio y responsable de la inseguridad pública.
Hace treinta años existía poca información de inseguridad y pocos que le entendieran al tema. Para que se dé una idea estimado lector, el PND 1989-1994 (Carlos Salinas), no aborda ni en forma sesgada el tema de la Seguridad Pública. La cosa era simple antes: uniformes, patrullas, armas, hartos gendarmes y buena praxis política para dirigir una corporación policial o una Procuraduría. La ciudadanía vivía tranquila, no sabía nada de lo que pasaba, uno que otro asunto por ahí, pero nada que no fuera rápidamente desactivado. Los medios de comunicación en su nota roja reflejaban más la sangre (accidentes), que cuestiones delictuales. Procuradores y jefes de policía más politizados que el PRI, que igual daban una declaración banquetera humorística de la inseguridad y era hasta festejada. El poder Legislativo de plácemes con el Ejecutivo, el Judicial (todavía no se sabe nada de ellos). Diputados con guaruras y choferes-policía a sus órdenes estaban contentos, una que otra charola por aquí y otra por allá y asunto arreglado. La prensa, bastaba con poner en nómina de la policía o de la “procu” a algún familiar de la fuente policial y asunto resuelto, no más comentarios negativos.
Hoy las cosas cambiaron para bien, la información esta ahí, ya no se puede ocultar nada, lo que pasa en seguridad y justicia es del conocimiento de todos, son hechos, reales, filmados, fotografiados, audibles, no se pueden ocultar y existe una amplia documentación profesional en temas tan variados de seguridad, justicia, victimología, política criminal y penitenciarismo. Así, la imperiosa necesidad de contar con personas que quieran interpretar y estudiar la inseguridad abriendo la comunicación y construcción seria y responsable, para las mejores soluciones a partir del debate y la deliberación con evidencia.
TAPANCO: ¿Qué consenso nos debe llevar a todos a no polarizar y politizar en temas de inseguridad? Ya que llevamos más de doce años socializando con la inseguridad, lo que ha provocado una aceptación de la misma tácitamente, en la que, con errados diagnósticos, análisis sin sustento, declaraciones dolosas y grilla barata nos hemos convertido en juglares malditos con afirmaciones y decires de efecto bumerang. Una triste relativización de la inseguridad que nos pegó, pega y pegará de frente.
Francisco.soni@uaslp.mx
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