La detención del general Cienfuegos en los Estados Unidos, sin duda, es un tema de reflexión obligada en muchos aspectos. .
Si López sabía desde hace poco más de quince días, como lo dice su escudero, el consorte de la Secretaria de la Función Pública, que Cienfuegos iba a ser detenido, ¿debía haber tomado alguna determinación para haber impulsado una detención en México, a partir de la instrumentación rápida de una carpeta de investigación y así evitar el golpe a la imagen internacional de nuestro país?
Porque, aun y cuando fuera Secretario de Defensa de otro gobierno, no podemos dejar de lado que López ha tratado de que a Peña Nieto no se le toque con el pétalo de una indagatoria y resulta difícil pensar que si el Alto Mando (art. 16, Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos) andaba en malos pasos, el Mando Supremo (art. 11, misma ley), no lo supiera, por lo menos porque alguien leal, en la cadena de mando hacia abajo, le hubiera dicho algo.
Tal vez nadie abrió la boca por no correr la suerte del general Ángeles Dauahare que, cuando se atrevió a decirle en 2007 a Felipe Calderón, por escrito, que su Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, estaba involucrado en el narcotráfico, cuestiones por las cuales, actualmente, García Luna enfrenta cargos en los Estados Unidos. Le costó su lealtad al general perder varios años de libertad, derivado de un proceso en el que, finalmente, fue absuelto.
López podría haber ordenado una investigación y el fincamiento de responsabilidades en México. El Código de Justicia Militar señala en su artículo 275 bis que, al militar que se incorpore a la delincuencia organizada se le aplicará pena de prisión de treinta a sesenta años y baja de la Fuerza Armada; por su parte, ne 275 ter dice que se sancionará con pena de prisión de quince a sesenta años y baja de la Fuerza Armada que corresponda, al militar que utilice la fuerza, embarcación, aeronave, o cualquier otro bien o recurso humano que tenga bajo su cargo o mando a favor de cualquier miembro de la delincuencia organizada o asociación delictuosa; proporcione a cualquier miembro de la delincuencia organizada o asociación delictuosa, protección o facilidades en la plaza o puesto confiado a su cargo; así como adiestramiento, capacitación o conocimientos militares; proporcione a cualquier miembro de la delincuencia organizada o asociación delictuosa, información a la que tenga acceso con motivo del ejercicio de su cargo o comisión, y otras tipificaciones más.
Entonces ¿López sabía y no dijo nada o, más bien, lisa y llanamente los norteamericanos lo sorprendieron, como a todo el mundo?
Si aplicamos la Navaja de Ockham, principio expuesto por el filósofo medieval Guillermo de Ockham que dice “la explicación más sencilla suele ser la más probable”, entonces es claro que López, ni en cuenta.
De lo contrario, hubiera sido muy sano ejercicio, sobre todo en favor del actual Secretario de Defensa, el general Sandoval, quien fuera Jefe de Operaciones de Cienfuegos, que hubiera un procedimiento abierto en el Servicio de Justicia de las fuerzas armadas, para dejar de lado cualquier sospecha.
Lo cierto es que en México cayó el balde de agua fría y López ahora tendrá que tomar decisiones de suma importancia; decisiones que necesariamente pasan por el tema de las fuerzas armadas y su relación con la población, con el gobierno, con el Estado mismo; decisiones que pueden, si no se toman de manera inteligente, socavar la confianza en una de las poquísimas instituciones a quienes podemos voltear aun a ver sin tanto recelo.
Esto no hace sino encender un fuego más en nuestra vapuleada sociedad, la mayor parte de ellos, avivados por el encono que López se ha encargado de atizar día con día, dividendo a la sociedad entre “ellos y nosotros”. Descalificaciones, enconos, desprestigio de personas, ataques a los medios de comunicación no afines, son solo algunos de los chispazos cotidianos. Pareciera que a López le gusta jugar con fuego.
Pues ahí están, los cien fuegos que arden y que, sin unidad, pueden convertirse en un infierno.
@jchessal