La narrativa cuenta. La forma como relatamos las historias acerca de lo que sucede a nuestro alrededor refleja concepciones, valores y percepciones que son histórica, cotidiana y socialmente construidas. Entonces, más allá del desarrollo material de la guerra entre Rusia y Ucrania dictada por las batallas, los ataques, el armamento, las líneas del frente, las ofensivas y contraofensivas, hay que revisar la manera en que la historia de esos enfrentamientos está siendo narrada, la evolución de ese relato y sus efectos políticos.
1. Probablemente lo que marcó el 2021 y los inicios del 22 antes de la invasión rusa, fue una narrativa que hablaba acerca de una potencial apabullante victoria de Moscú, en caso de que Putin decidiese invadir frontal y masivamente a Ucrania. Esta narrativa incidió en las negociaciones previas a la guerra, o, por ejemplo, en las altísimas demandas de Putin ante la OTAN. También incidió en las decisiones del presidente ruso y en sus objetivos.
2. Una segunda narrativa sobrevino cuando se empezó a construir el relato de las incapacidades rusas y del heroísmo ucraniano que consiguió hacer que Rusia se replegara de Kiev. De pronto, Rusia no era tan invencible. Su ejército estaba cometiendo errores de manual. Así que armar a Ucrania cada vez más, tenía sentido.
3. Esta narrativa todavía se robusteció de mayor manera cuando hacia septiembre del 2022, Ucrania sorprendió a todo el planeta pues en pocos días recapturó al menos el 20% del territorio que Rusia controlaba en el este ucraniano y en el sur. Ahora se hablaba de la importancia de no solo seguir financiando a Ucrania, sino de incrementar la cantidad y calidad de armamento que se le proveía. Esta narrativa también generó expectativas adentro y afuera de Ucrania.
4. Paralelamente, para Moscú era indispensable impactar en esas narrativas, construyendo importantes contranarrativas a través de discurso, decisiones y acciones. Por ejemplo, multiplicando la movilización masiva de su ciudadanía y mostrando que Rusia siempre tendría de donde obtener más soldados para pelear independientemente de qué tan bien o mal le fuera en el terreno de la guerra. O bien, elevando la retórica nuclear.
5. Al final, los pocos éxitos de la contraofensiva ucraniana del 2023 tuvieron este otro efecto narrativo importante: la frustración, las expectativas incumplidas, el despertar que implica el percibir que “finalmente Ucrania quizás no podrá derrotar a Rusia”. Esa frustración, desgaste y fatiga acerca del tema ucraniano se suman al hecho de que otro conflicto irrumpió en la escena global de manera paralela, el de Medio Oriente, el cual ocluyó a Ucrania en los medios.
6. Hoy entonces, podemos observar muy distintas líneas narrativas confluyendo, las cuales hablan de un ejército ucraniano exhausto, con límites, con escasez de armas, historias que relatan la capacidad rusa de adaptarse y recuperar la iniciativa, el afianzamiento de Putin en el poder y el desplome del respaldo a Ucrania en países como EU.
7. La conclusión es evidente. Washington está aconsejando a Ucrania efectuar cambios tácticos destinados ahora ya no al ataque sino a la defensa. Es decir, cada vez, se empieza a aceptar más el que Ucrania va a tener que negociar y que, por tanto, “más vale que conserve sus posiciones actuales para poder negociar en una posición de mayor fuerza relativa”. Esto choca con una población ucraniana que abrumadoramente rechaza negociar concesiones territoriales a Rusia.
En suma, las historias que se cuentan acerca de una guerra importan tanto como la guerra misma. A veces, la realidad material impacta sobre esas historias. Otras veces, sin embargo, es exactamente al revés.
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