El tiempo es relativo y las marcas en el calendario (santoral, días nacionales o internacionales de X actividad o profesión, aniversarios de muerte o nacimiento) son buenos pretextos para crear memorias conjuntas. Los “a propósito” necesarios para crear, cambiar o al menos poner sobre la mesa ciertos temas.
Se habla de alguien o de algo, se le da espacio, se le da significado y a veces hasta se le da categoría de “símbolo”. Eso es conmemorar.
Y hay tanto. ¿A dónde dirigir la mirada?
¿Desde dónde?
De entre los aniversarios, nos atraen más los terminados en cero (10, 100, 1000), sea para misas, lecturas o simulacros. Los números tienen su ciencia, dicen, y nos place o nos asusta ver que de las casualidades surgen coincidencias. Desde el martes 13 hasta el 19 de septiembre.
1971 fue el año que inauguraron la librería Gandhi y se estrenaron la película La naranja mecánica de Stanley Kubrick y la canción Imagine de John Lennon. Fue el año en que el festival de Avándaro culminó la época hippie en México y comenzó el acercamiento del rock (lento, muy lento, a tropezones) a lo masivo.
Son 50 años también (el 10 de junio) del Halconazo o Matanza del Jueves de Corpus Christi, cuando el Estado agredió a estudiantes mediante paramilitares. Y ayer, 11 de septiembre, se cumplieron 20 años de que dos aviones impactaron a las torres gemelas de Estados Unidos, derribándolas ante la mirada de casi todo el mundo. Es igual ya casi medio siglo (fue en 1973) de que militares chilenos asesinaron al presidente Salvador Allende con el apoyo de Estados Unidos.
Tengo muy presente 1971, entre otras cosas, porque ese año nací. Un tostón ya casi, en octubre.
Recién pasaron los días del/la periodista y de la prevención del suicidio, ya vienen las conmemoraciones de los hasta hoy llamados “niños héroes” y el del inicio de la Independencia, y los días internacionales del bibliotecario (el 13 de septiembre), de la democracia (el 15), de la ética médica (el 18) y, que no se nos olvide, el del alzheimer (el 21).
Además de patrio, septiembre para muchos es trepidatorio, trae a la superficie miedos recientes o de lo más profundo del inconsciente. Esta semana, por la noche, el domingo 5, tembló en San Luis Potosí. Fue la primera vez para muchos; “como un jalón muy fuerte”, dijeron varios. Somos zona sísmica aunque de baja intensidad, dicen los expertos. Ante la inexistente planeación urbana solo queda persignarnos y esperar que san Juan del Jarro se haya equivocado en sus profecías para que no pase algo que ponga a prueba nuestros centros poblacionales y nuestras ya de por sí maltrechas y malhechas rúas.
Las casualidades se vuelven coincidencias en la memoria colectiva. El 7 de septiembre volvió a temblar en la Ciudad de México, como en 2017, y eso llevó a muchos a pensar en cómo un 19 de septiembre de 1985 y 2017 se dieron fuertes movimientos telúricos. Es de mala suerte ser supersticioso, dicen, pero toquemos madera.
Si buscamos, de seguro no batallaremos para encontrar coincidencias en el desbordamiento de los ríos Salado, Moctezuma y Tula o la crecida del Tampaón, o el desgajamiento de parte del cerro del Chiquihuite encima de humildes viviendas de Tlalnepantla. A las constructoras y a los gobernantes en general no les importa. Con los riesgos latentes por desastres naturales y por tanto fraude en obras públicas, esperemos que la próxima administración potosina en el Gobierno del Estado sepa aprovechar el presupuesto para esa y otras planeaciones urgentes.
El 5 de septiembre fue el día de la mujer indígena, y en la Ciudad de México se anunció con bombo y platillo que la estatua de Cristobal Colón, “descubridor” de “América”, no regresaría a su sitial en el Paseo de la Reforma tras varios meses de estar “en mantenimiento”. En su lugar, anunció Claudia Scheibaum, se pondrá una escultura de “una mujer indígena”. Luego se dijo que la escultura se llamará Tlalli y sería una “estilización” olmeca y se encargó al artista Pedro Reyes.
¿Una estatua es una buen forma de conmemorar? Según la maqueta es una cabeza gigante, como las olmecas, como las de Juárez. Transcribo un tuit de la lingüista mixe Yásnaya Aguilar: “O sea, un hombre no indígena va a hacer una estatua de una mujer indígena que resulta no indígena sino olmeca que encima de todo lleva un nombre en náhuatl????? (mínimo le hubieran puesto un nombre en lengua mixe-zoqueana). A esto le llamo el EFECTO TIZOC”.
Los contrastes del pasado tallado en piedra (o en triplay, como la maqueta del Zócalo) con la realidad actual viva —en la frontera sur, la indefensión de comunidades, la falta de servicios, o el desalojo de artesanos— son apabullantes. Y ya hemos hablado del arte público como favoritismo y pretexto de propuestas estéticas, digamos, “demasiado personales”.
También, para conmemorar: este 14 de septiembre se cumplen 700 años de la muerte de Dante Alighieri, quien creó el infierno como hoy lo conocemos, caricaturizó a sus contemporáneos y dio un nuevo impulso a la prueba heróica que los griegos llamaban katábasis: el descenso al infierno.
Y bueno, en esto de las fechas va de nuevo lo personal: el 22 de este patrio mes empieza oficialmente el otoño, y para aminorar o aprovechar la tradicional nostalgia por la caída de las hojas ese día empezaremos a leer y a tallerear en el Centro de las Artes de San Luis Potosí, en el grupo de Creación Literaria. Es un programa anual, y este trimestre será los miércoles de 5 a 8 pm. Habrá libros físicos y virtuales para los asistentes, una publicación colectiva al final de cada trimestre, quizá una lectura pública presencial o a distancia. Las inscripciones están abiertas.
#NosVemosenelCeart
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