“Quienes no conservan algo
del pasado, difícilmente
construyen algo para el futuro”
Jesús Reyes Heroles
Recuerdo que, al inicio de mi primer curso de Filosofía Política el maestro G. Bucci (+), en su alocución introductoria, parafraseó a Foucault al señalar que “la política es una forma de hacer la guerra por otros medios”; lo cual me viene a la memoria a propósito de la disputa por el Poder Judicial que heredó el nuevo gobierno federal.
Es evidente que en este caso nos encontramos frente a una lucha por el poder desde la trinchera política, en un escenario de lucha por el control territorial que el gobierno no nombra como una guerra, aún cuando participa en ella con el ejército al frente.
Vivimos días complejos.
Si bien, es del dominio público que el Poder Judicial ha sido un instrumento tanto del poder económico como del poder político, actualmente vivimos un momento histórico en el que, quienes detentan el poder político (gobierno y legislativo) con el Gobierno Federal al frente, se plantean incrementar su control en el nombre del pueblo.
En esta lucha por el Poder Judicial, a diferencia de la lucha por territorios, los medios no son las armas sino los argumentos políticos, jurídicos e ideológicos, entre otros. La disputa no se centra en la violencia sino en el texto de la Constitución para legitimar a unos y otros.
El Poder Político, el cual recae en el gobierno en turno, libra pues estas dos confrontaciones de gran calado y, aún más; de ganar Trump el poder del gobierno en los Estados Unidos, también es del dominio público que se abrirá un tercer frente de lucha que requerirá un esfuerzo superior en muy diversos ámbitos.
Es cierto que el gobierno en turno ganó legítimamente en las urnas el poder político (tanto gubernamental como legislativo), sin embargo, la sociedad electora en México no es, precisamente, una sociedad participativa que, como ocurre en otros países, cargue con su lucha en la vía pública las decisiones políticas que se le adjudican.
Hay una diferencia importante entre elegir democráticamente y participar democráticamente.
Nosotros, pueblo, posiblemente sí seamos un pueblo sabio; que sabe cómo desearía vivir. No obstante, el orden que guarda nuestra casa habla más bien de un pueblo quizá sabio pero de poca disciplina.
Mucho me temo que, quienes consideran que el poder que el pueblo sabio les ha otorgado, olviden que, ese mismo poder se lo quitaron a un poder hegemónico por más de 70 años y lo depositaron una alternativa política por sólo unos años y, de inmediato, viraron su decisión para intentar revivir a una alternativa política moribunda. Ese es el poder que hoy tienen y no otro.
La lucha por el poder es perenne.
Conquistar el poder y conservar el poder son dos objetivos diferentes que requieren estrategias diferentes.
Quizá en la lucha por conquistar el poder la estrategia de dividir permita adversarios más débiles y, sin embargo, en la lucha por conservar el poder, dividir abre muchos más flancos en comparación a la capacidad para cubrirlos.
El pueblo da, pero el pueblo quita.
Algunas veces, el poder conquistado ciega y olvidamos lo más elemental.
Decía Sun-Tzu (autor de El Arte de la guerra): Debemos elegir muy bien nuestras batallas porque no podemos librarlas todas. Hay batallas que valen la pena, hay batallas que son inútiles y hay batallas que debemos saber que no debemos meternos.
joseramonuhm@hotmail.com