En la antigüedad eran cinco. De estos, Venus era el más luminoso y Mercurio el más más difícil de observar. Pero todos, en apariencia giraban a nuestro alrededor. En estas condiciones, asumir que la Tierra era el centro del Universo fue lo más natural. Sin embargo, había algunos problemas, pues las órbitas de los planetas, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, eran más complicadas de lo que se podría esperar, suponiendo un movimiento simple alrededor de la Tierra. Es decir, había veces que los planetas, según los veíamos, se detenían, avanzaban en dirección contraria con un movimiento retrogrado, y después reanudaban su marcha en el sentido original. Para compatibilizar este hecho con la suposición de que los planetas giraban alrededor nuestro, Claudio Ptolomeo ideó hace dos mil años un modelo, según el cual los planetas giran en órbitas alrededor de un centro, que a su vez gira alrededor de la Tierra.
Los prejuicios antropocéntricos eran tan fuertes, que el modelo de Ptolomeo sobrevivió por más de 1,500 años, hasta que Nicolás Copérnico propuso en el siglo XVI que todo resulta más simple si suponemos que los planetas, incluyendo el nuestro, giran alrededor del Sol. Asumir que el Sol es el punto central tuvo implicaciones de alcances sorprendentes. En efecto, esta suposición permitió a Isaac Newton desarrollar una teoría para explicar las trayectorias de los planetas y las fuerzas que las determinan. Teoría que sirvió de modelo para otras teorías que explican diferentes aspectos de las naturaleza, físicos o biológicos, que sirvieron de base para el desarrollo científico y tecnológico que ha cambiado al mundo.
Una demostración del poder de la teoría desarrollada por Isaac Newton fue el descubrimiento del planeta Neptuno en 1846. En efecto, los astrónomos habían notado una perturbación en la órbita del planeta Urano -descubierto en 1781 por William Herschel-, que indicaba la presencia de un planeta desconocido en una órbita más allá de la órbita de Urano. Empleando la teoría de Newton, los astrónomos Urbain LeVerrier y John Couch calcularon la posición que debería tener el nuevo planeta empleando la teoría de Newton. El astrónomo alemán Johann Gottfried Galle apuntó su telescopio hacia el punto en el firmamento indicado por LeVerrier y Couch y encontró al nuevo planeta de acuerdo con la predicción, que se incorporó como octavo planeta del Sistema Solar.
En 1930 fue descubierto Plutón, con lo que el Sistema Solar adquirió un noveno planeta. Plutón, no obstante, tiene un tamaño demasiado pequeño y en 2006 fue degradado a la categoría de planeta enano. Hay ahora, no obstante, posibilidades de que el Sistema Solar se recupere y pueda tener nuevamente nueve planetas, si se confirma la existencia de un planeta hipotético que estaría alejado del Sol en promedio unas 550 veces la distancia entre el Sol y la Tierra, con una masa entre cinco y diez veces la masa de nuestro planeta. El hipotético planeta estaría casi veinte veces más lejos del Sol que Neptuno.
Al igual que Neptuno en su momento, la predicción sobre la existencia del nuevo planeta está basada en la teoría de Newton. Específicamente, en la perturbación observada en las órbitas de objetos celestes más allá de la órbita de Neptuno. Sin embargo, no todos los especialistas están de acuerdo en que dicha perturbación sea real y, en dado caso, si la presencia de un noveno planeta sería la única posible causa de dicha perturbación.
Los especialistas confían en que la controversia se aclare en el presente año, una vez que entre en operación el telescopio Vera C. Rubin, localizado a 2,700 metros de altura en lo alto de una montaña en la región de Coquimbo en el norte de Chile. No obstante, la situación es más complicada que cuando LeVerrier y Couch predijeron el punto en el firmamento en el que se encontraría Neptuno. En este sentido, Konstantyn Batygin, del Instituto Tecnológico de California y uno de los que apoyan la propuesta del noveno planeta, advierte: “Podemos hacer conjeturas bastante acertadas, pero no podemos predecir en qué punto de su órbita se encuentra”. Por otro lado, no todo estaría perdido aun si el telescopio en Chile no logra detectar al noveno planeta, pues su existencia podría ser inferida de manera indirecta por la posible perturbación de objetos celestes más allá de la órbita de Neptuno.
Si los astrónomos logran confirmar la existencia de un noveno planeta oculto en las profundidades del espacio, Isaac Newton, a 300 años de su muerte, seguirá contribuyendo de manera decisiva al conocimiento del Sistema Solar. Y a reponerle el planeta que perdió en 2006.