El streaming, definida como la tecnología que permite la trasmisión/recepción de archivos de audio y/o video de manera continua y sin necesidad de descarga previa, es, sin duda, una de las formas en que se ha transformado la industria de la radio, televisión e. incluso, el cine.
Los contenidos de este tipo de servicios, donde Netflix o Amazon Prime son solo dos de cientos de participantes en este mercado, prácticamente cubren todo el espectro de consumidores potenciales.
Gracias a este tipo de signo de nuestro tiempo, he visto tres series que, en lo personal, creo que dan mucho para el aprendizaje y la reflexión, más allá de solamente entretener y pasar el tiempo.
La primera es “Crematorio”, serie española producida por Mod ¨Producciones y Prisa TV, basada en la novela del mismo nombre de Rafael Chirbes y con un amplio catálogo de premios en su haber. Narra la historia de Rubén Bartomeu y su familia, un constructor que ha logrado una gran fortuna en negocios agrícolas y que, a la muerte de su hermano, crea un amplio entramado empresarial.
En segundo lugar “Marsella”, producida por Pascal Breton y distribuida por Netflix, refiere la historia del alcalde de Marsella (Gerard Depardieu), quien va a retirarse luego de veinte años al frente del ayuntamiento de marsellés, y dejar a su sucesor que, a la postre lo traiciona; buena parte del argumento, por lo menos en la primera temporada, gira en torno al casino que el alcalde quiere construir en un terreno de ubicación envidiable cerca al puerto..
La tercera es “Suburra: sangre sobre Roma” que, por cierto, recién estrenó este pasado fin de semana su tercera temporada. Es una producción de Rai Fiction y Bartleby Film y también distribuida por Netflix. Narra una compleja trama que va desde la compra de unos terrenos en los cuales el Vaticano tiene el control, para la construcción de un casino en el que tiene puesta la mirada el crimen organizado hasta las complicadas historias de familias delincuenciales que buscan el control en Roma del bajo mundo.
Las tres series tienen algunos puntos en común que son, justamente, los que me han llevado a tratar en esta columna el tema: corrupción y política.
Crematorio, Marsella y Suburra nos dan cuenta de cómo los intereses inmobiliarios se hacen presentes en los procesos políticos, tanto de corte electoral, como de gobierno cotidiano; nos ponen enfrente sobornos, contratos, acuerdos inconfesables, licencias, permisos, extorsiones, maletines de dinero, amenazas y, en su caso, la muerte. Todo para medrar en favor del abultamiento de cuentas bancarias, en detrimento del patrimonio y los servicios públicos.
Las fronteras entre la decencia y la honorabilidad de los hombres del poder, con el crimen y los criminales, son prácticamente nulas. Pareciera, por momentos, que hay más honor en el lado obscuro que en los que llevan las riendas de la sociedad. En las tres series podemos reconocer, sin mucho esfuerzo, mucho de lo que pasa en los despachos públicos, en la vida real.
En México hemos disociado los delitos electorales de los delitos por hechos de corrupción; de hecho, se han diseñado, desde la Constitución, dos fiscalías para cada uno de estas temáticas, que trabajan, de manera ordinaria, cada una por su cuenta. Mientras esos siga así, los resultados en ambas áreas serán magros y sin chiste.
Si se siguiera la pista de adjudicaciones de contratos, licitaciones, calificaciones inmobiliarias, etcétera, encontraríamos el camino a candidaturas, financiamientos electorales y votos. Y en todo esto, de cuando en cuando, se dejan ver, asociados a estos eventos, siniestros personajes que hacen del Código Penal su agenda diaria, en sus peores aspectos.
No digo más. Solo le recomiendo que vea cualquiera de estas series y saque sus conclusiones. Verá que la imaginaria Misent, de Crematorio; la Roma de Suburra o Marsella, de su serie homónima, pueden parecerle tremendamente familiares.
@jchessal