Cuando el carisma empobrece

Vivimos entre métricas absurdas. Que cuánta gente se reunió en las marchas convocadas por la Generación Z. Que se hubiera acreditado mucha más fuerza si no hubiera sido disuadida la marcha a través de los halcones de siempre. Que la convocatoria del gobierno se explica por el acarreo y que sus números están notoriamente exagerados.

El efectismo surge de la necesidad de los políticos de contemplarse a sí mismos y de intimidar al adversario. Son gestos rituales y tribales, destinados a darle al ejercicio del poder una base mágica para arrastrar a las masas. Los nuevos populismos y, especialmente el modelo mexicano, construyen mucho de su eficacia a partir de estos procesos. La conferencia del pueblo. El discurso que todo lo simplifica en un maniqueísmo de los propios contra los extraños. La luz del carisma irradia a su movimiento y deslumbra a los enemigos. Esta división de buenos y malos es infantil. No se arreglan problemas ¿para qué?, si éstos son el combustible sobre el cual se intensifica el carácter dramático de la estrategia.

Esto es de denunciarse, este esquema que sólo lo controlan los comunicólogos, mueve la popularidad día con día, a veces para abajo, a veces para arriba. Pero en ello, todo es farsa. Esto es la parafernalia de la política tan carente de logros administrativos y de gobierno. Lo delicado de este panorama es que los problemas no se arreglan, las instituciones se deterioran por disfuncionales y se da lugar a un ciclo vicioso.

La preocupación principal es que se generen diversos mecanismos de carácter redistributivos que no generen crecimiento económico. La historia de los últimos años en América Latina se traduce en que este esquema resulta efectivo en el corto plazo. Se tranquiliza a grandes franjas de la población económicamente vulnerable mediante el otorgamiento de dinero en efectivo. Tiempo después, la falta de actividad económica que sostenga la distribución de estas prestaciones, o bien, hace que se restrinjan, o que se genere una inflación, con lo que los clientes reciben progresivamente menos. La izquierda en el mundo no va logrando un escenario donde exista crecimiento económico y la distribución del ingreso para abatir las grandes desigualdades.

Tampoco veo claro que la derecha sea una solución eficiente para abatir la pobreza a una velocidad mayor a la de un crecimiento económico sano. En los dos casos, los pobres pagan los platos rotos de las luchas entre las élites y la desigualdad social se acelera con el efecto nocivo que tiene sobre la violencia y la irracionalidad.

Pareciera que es del lado del sector científico y tecnológico en donde se percibe que soluciones técnicas puedan ir abatiendo los grandes problemas de la humanidad, en términos de salud, alimentación y vivienda. Es cierto que el desmantelamiento de nuestro sistema de salud pone en los moribundos y enfermos graves, la carga de los dineros que se le entregan a los sanos. Sin embargo, la revolución tecnológica parará y revertirá este proceso (mientras escribo estas líneas, me enerva la falta de humanidad de quien deja morir a los enfermos para pagar los clientelismos).

Es la otra dimensión del humano la que me parece más grave. Educación, cultura, convivencia y tolerancia, por sí, son actividades que exigen una acción por encima de lo técnico. La elevación moral, cultural y espiritual de una sociedad no se hace a través del mero entretenimiento. El intercambio de experiencias, la intensificación de la comunicación humana, la proliferación de lo diverso, son experiencias que se encuentran amenazadas.

Me indigna el peor de los panoramas, un mundo de cuerpos sanos, de vidas longevas, de mentes cortas y corazones secos donde el tiempo que se gane para vivir más, sirva para muy poco.

(Abogado)