Cuentos del Verano: Capítulo 2

En el mundo de los 

humanos con Mía

Después de su emocionante aventura con las hadas y la Bruja de las Mareas, Ximena y Sara estaban listas para nuevas experiencias. Un día, mientras nadaban cerca de la superficie del mar, vieron una corriente ondulante y brillante que parecía un portal que las invitaba a entrar. Sintieron una gran emoción y, sin pensarlo mucho, saltaron al portal.

Cuando lo cruzaron notaron algo mágico. Sus colas de sirena comenzaron a resplandecer y, en su lugar, ahora tenían piernas. “¡Miren, tenemos piernas!”, exclamó Ximena mientras daba un par de pasos. Sara también estaba fascinada, tambaleándose mientras trataba de acostumbrarse a caminar.

Se encontraron en una cocina humana que olía delicioso. Allí, una niña con el pelo suelto y rayos morados y verdes estaba tratando de abrir el refrigerador. “¡Hola!”, dijo Mía con una sonrisa enorme. “¡Miren qué bonito es mi refri! ¿Quieren algo de aquí? Tengo duraznos, huevito con frijoles, espagueti con carne y pepinos con chilito. ¿no se les antoja”

Ximena y Sara aceptaron encantadas. “¡Qué rico todo!”, dijo Ximena mientras tomaba un yakult. Mía se sentó con ellas y les contó sobre sus juegos favoritos. “Me gusta jugar a la mamá. ¡Tengo que cuidar a mis muñecas!”, dijo mientras jugaba ellas. También les habló de sus gatitos y perritos, y cómo le encantaba maquillarse con las pinturas de su abuela “Gabichula”.

Después del desayuno, Mía las llevó a la casa de sus abuelos. “¡Vengan a ver mi rincón secreto!”, dijo Mía, con los ojitos pispiretos que parpadeaban de emoción. “Tengo algo muy especial allí.”

Entraron a una habitación y Mía mostró un set de maquillaje colorido. “¡Miren cómo me transformo!”, dijo Mía mientras se maquillaba. Pero luego, Mía miró hacia un rincón oscuro con cara de preocupación. “Ahí tengo una caja que no puedo alcanzar pues soy muy pequeñita y mis brazos no llegan.”

Las sirenas, movidas por la curiosidad, ayudaron a Mía a descubrir el misterio. Ximena metió el brazo y pudo alcanzar una caja antigua escondida bajo una manta. Mía la abrió con cuidado, y dentro había polvos rosas de muchos tonos que chispeaban con una luz mágica.

“¡Es la caja mágica de mi tatarabuela Elsa!”, exclamó Mía con la boca y los ojos abiertos de sorpresa. “Ella nació en una gruta en las montañas de Alemania y sus madrinas eran hadas del Bosque Negro. ¡Ellas le dieron estos polvos rosas para que todas las hijas y nietas pudieran convertirse en hadas pequeñitas y volar rapidísimo!”

Ximena y Sara estaban asombradas. “¡Guauuu, qué maravilloso, es como en los cuentos!”, dijo Sara. “¡Podemos ser hadas también si usamos estos polvos!”

Mía les explicó que los polvos eran muy especiales y podían hacer que se convirtieran en pequeñas hadas por un rato, volando por el aire y haciendo cosas maravillosas. “Pero solo si los usamos con mucho cuidado”, advirtió Mía.

Después de la sorpresa, Mía les pidió un favor. “¿Me pueden rascar la espalda? ¡Me encanta cuando alguien lo hace y mis hermanos siempre están ocupados con la tarea!”, dijo Mía con una gran sonrisa.

Las sirenas usaron sus delicadas manos para hacerle “rascos” a Mía, que se quedó muy feliz. Mientras jugaban, el portal comenzó a brillar de nuevo, señalando que era hora de regresar.

“Ya tengo sueño”, dijo Sara con un suspiro.

“¡Espera un segundo!”, dijo Mía, corriendo a su habitación. Regresó con una pequeña caja llena de sus comidas favoritas y un frasquito que tenía un poco de los polvos rosas. “Para que recuerden este día”, dijo Mía, dándosela a las sirenas.

Ximena y Sara se despidieron con abrazos y promesas de volver a jugar juntas. Atravesaron el portal, y sus piernas se transformaron de nuevo en colas de sirena mientras regresaban a su mundo submarino, llevando consigo no solo la caja de Mía, sino también el dulce recuerdo de una nueva amistad.

Y así, mientras Ximena y Sara exploraban su mundo submarino, siempre recordaban el brillo en los ojos de Mía y el emocionante descubrimiento de la caja mágica, sabiendo que el mejor tesoro de todas sus aventuras era la amistad que habían compartido.