¡Cuidado, Claudia!

Penosa y muy reveladora viene a ser la forzada reelección o imposición de Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que ha quedado destruida por la negligencia e ineptitud de ella misma a lo largo de los últimos 5 años. Esta nueva burla del exmandatario implicó que se desplazara a quien obtuvo las mejores calificaciones y era, además, la candidata de Claudia Sheinbaum.

No sólo su nombramiento original resultó una aberración al resultar pésimo su desempeño, sino que estamos ante la terrible evidencia de la férrea y obsesiva extensión del errado poder de Andrés Manuel López Obrador, lo cual afecta gravemente a México a través de la presidenta y los poderes Legislativo y Judicial. Se sigue confirmando un Maximato sobre los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Al igual que otros absurdos como la indefendible reforma judicial o la fallida estrategia de seguridad, esa lamentable gestión en la CNDH no debería ser avalada ni apoyada para su continuación sólo por capricho personal de un presidente que ha causado tanto daño a México. En este caso, la cruel burla fue que la señora Piedra ha defendido al gobierno y al ejército frente a los ciudadanos: exactamente lo contrario a su función, lo que se pretende que continúe.

Es esta, pues, la temeraria continuidad del desastre en otra área fundamental, la de Derechos Humanos, y no sólo se trata de que la nueva presidenta copie “el mundo al revés” que le dejó su predecesor, sino que promuevan todo ello los legisladores morenistas por órdenes de un dictador o que lo acepten la propia candidata y los porristas de Morena… Resultará muy perjudicial para los ciudadanos y para una mandataria aún más debilitada.

El episodio se puede ver como parte de la desaparición de una serie de indispensables organismos autónomos que tanto trabajo costó construir a lo largo de décadas, algunos de los cuales fueron destinados directamente a defender a la ciudadanía de los abusos de poder del Estado y sus desviaciones. Además, es muy negativo que se revalide el predominio de la abyección (una “lealtad” mal entendida) con un rechazo de los méritos y resultados a partir de la falta de capacidad o preparación.

Recordemos ahora que al morir asesinado el presidente electo Álvaro Obregón en 1928, se sucedieron 3 bienios bajo el control del expresidente Plutarco Elías Calles hasta 1934 (los gobiernos de Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez). Entonces fue electo Lázaro Cárdenas, quien tomó posesión el 1 de diciembre de ese año, y el llamado jefe Máximo se dedicó a tratar de extender su Maximato hasta que el presidente en funciones cambió en junio de 1935  el Gabinete que le había nombrado y luego lo expulsó del país en abril de 1936.

Sería importante que en los próximos meses se definiera un significativo apoyo popular a la presidenta Constitucional conforme se pudiera ir alejando de las políticas contraproducentes de López Obrador, tal como sucedió con las manifestaciones populares a favor de Cárdenas y en contra de Calles en 1935-36. No se ve fácil, claro, y la tendencia es hoy a intentar justificarlo a él contra todos los datos duros. Sin embargo, algo distinto sería fundamental para que salvara su sexenio.

A todo ello habrían de contribuir la crisis económica que se precipita a partir de las graves equivocaciones del período anterior; la victoria de Trump y sus claras inclinaciones en materia comercial, migratoria y de seguridad; los nombramientos que ha anunciado estos días (incluido el caso crucial del nuevo secretario de Estado, quien desde 2022 acusó a AMLO de entregar regiones completas del territorio nacional al crimen organizado y apoyar a dictaduras delincuenciales y antidemocráticas en América Latina); las precisiones del embajador Ken Salazar en cuanto a que fue un fracaso la política de “abrazos, no balazos” y que, por motivos ideológicos, el gobierno mexicano no quiso aceptar importantes apoyos estadounidenses para mejorar nuestra seguridad.

También debería influir que el vulgar y degradante populismo de López Obrador nos va confirmando que, tarde o temprano, casi todas sus promesas han llevado exactamente a los resultados opuestos. Tales son los casos del exiguo crecimiento económico, los gasolinazos que afectan todo, los aumentos netos en la pobreza, la mayor inseguridad, el colapso del sistema de salud, el aumento de la corrupción…

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